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"Estamos rodeados de psicópatas"

Reyes Vargas | Neurocriminóloga

Reyes Vargas, doctora en Derecho Tributario y neurocriminóloga, debuta en la novela negra con 'Hijas olvidadas' y defiende que "la Justicia y la ciencia deben ir de la mano"

Reyes Vargas debuta como novelista con 'Hijas olvidadas' (Sargantana). / M.G.

Reyes Vargas (Sevilla, 1970) estudió Derecho, se doctoró en Derecho Tributario y cursó el Máster en Neurocriminología de la Universidad de Valencia. Es autora de ‘La fiscalidad inmobiliaria en el ámbito local: cuestiones problemáticas’. En 2022 ganó el concurso de microrrelatos de la Delegación de Igualdad del Ayuntamiento de Osuna con ‘La casa de las tormentas’ y ahora presenta ‘Hijas olvidadas’ (Sargantana), “una novela negra con tintes policíacos” ambientada en Málaga y prologada por el prestigioso abogado sevillano Manuel Salinero.

–Doctora en Derecho Tributario, neurocriminóloga y novelista. Vaya mezcla…

–Una mezcla rara. Siempre llevé mal el Derecho penal, se dirige a la reinserción y eso en la práctica no suele ocurrir. La gente que delinque suele reincidir. Además, no siempre se hace justicia. Estaba muy quemada, de ahí el viraje. La neurocriminología me ha dado mecanismos para entender el origen de la violencia y los tratamientos. Espero que el Derecho vaya hacia ese lado. Es otro mundo, espectacular.

–¿Qué es exactamente?

–En España es una ciencia emergente, la Justicia y la ciencia deben ir de la mano y por ahora veo más marco teórico. Pero si puedes tratar a un pederasta no sólo con un test psicológico, sino con psicoterapia, y hacerle una prueba cerebral para ver si sigue teniendo interés sexual hacia niños, la valoración es otra.

–¿Qué es más difícil, ser neurocriminóloga o escribir un libro?

–Es mucho menos difícil escribir un libro. La historia la manejas tú, la realidad no. En este libro, los personajes tienen vida propia, yo quería hacer algo con ellos pero el subconsciente quería lo contrario. El papel es muy fácil de manipular, la historia la creas tú.

–¿Qué le gusta más de ‘Hijas olvidadas’?

–Que expone realidades ocultas que no queremos ver. Está el mundo de los que intentamos ir bien por la vida y otro mundo alternativo de personas que buscan lo suyo y no les importa el daño que hagan a los demás. Yo empecé a ejercer a los 22 años y no estaba preparada para eso. Una cosa es estudiar Derecho y otra que te miren a los ojos y te digan ‘sí, lo he hecho, pero me tienes que defender’. Y ambos mundos se cruzan a veces. Distinguir el bien del mal no es fácil.

–¿En el libro hay personajes buenos?

–Por muy malos que sean, la historia no tiene por qué acabar mal. Me gustan los finales equilibrados. Una editorial quería que endureciera el final y no firmé con ellos. No es para Tarantino, pero es un thriller muy actual, una novela negra con tintes policíacos y varios delitos. El germen fue el caso de Laura Luelmo, que se encuentra con una persona que la mata de la forma más cruel. También trato la psicopatía. Pero psicópata no sólo es el que mata, hay psicópatas sentados a tu lado y son más difíciles de desenmascarar. Estamos rodeados de psicópatas. Hay quien dice que los políticos también son psicópatas.

–¿Qué le inspira más, los grandes del género o un buen informe forense?

–Me volvía loca Stieg Larsson, también aunaba investigación y ficción. La mía es una novela sobre una realidad, no un ensayo. Y estoy recibiendo un buen ‘feedback’, es larga pero hay quien se la lee en tres días. Se trata de que el lector recoja invitaciones a pensar.

–Aquí le invita a pensar en un mundo sórdido...

–El mundo no es de color rosa. El vertebrador de la novela es la maldad humana, que no tiene apellidos, ni masculinos ni femeninos; es de cada persona. Hay hombres y mujeres malos y hombres y mujeres buenos.

–¿El violento nace o se hace?

–No es tan fácil, hay una confluencia de factores: la estructura cerebral, los genes, la educación... Un niño maltratado puede de adulto infligir violencia a otras personas, pero no hay determinismo, no vas a ser maltratador si te han maltratado, no es tan simple.

–¿La maldad del ser humano ha tocado techo? O fondo, según se mire.

–Según los etólogos, la maldad es parte de la evolución. Y he visto cosas que dices ‘qué manera de refinar y sofisticar la maldad’.

–¿Cuál fue su experiencia más impactante?

–El caso de unos niños de unos doce años que abusaron de una niña más pequeña. Ahora estoy con un manuscrito y trato la violencia preadolescente. Es impresionante la de casos que hay. Te preguntas: ¿por qué cometen esas barbaridades? Y el contexto no tiene por qué ser antisocial, he visto casos de niños bien contra sus padres u otros niños.

–Después de todo, ¿sigue sin creer en la reinserción?

–Es posible en muchos casos, pero necesita un tratamiento y un seguimiento adecuados. Hoy por hoy es complicado. Y después están los psicópatas puros y duros, que un sector de la doctrina piensa que no tienen arreglo porque no es una alteración ni una enfermedad, como un esquizofrénico. Ser psicópata es una personalidad. ¿Y qué hacemos con ellos?

–El libro también versa sobre la trata de personas. ¿Es la esclavitud del siglo XXI?

–Totalmente. Y hay muchos tipos de trata También es un delito quizás infravalorado. Parece que los derechos humanos no van con esa persona a la que le quitan el pasaporte, se le hace pagar una deuda y se la tiene encerrada sin haber hecho nada.

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