"Los Reyes Magos tienen una narratividad perfecta"

Felipe Benítez Reyes | Escritor

Justo acabábamos de entrar en la debacle del coronavirus cuando vio la luz 'Por regiones fingidas'

En el libro, el autor roteño reúne una serie de historias que ejercen de mapas hacia lo inesperado

El escritor Felipe Benítez Reyes.
El escritor Felipe Benítez Reyes. / D.S.
Pilar Vera

08 de abril 2020 - 06:00

Acababa de salir de imprenta Por regiones fingidas (Renacimiento) cuando comenzó la crisis de Covid-19. Uno de esos libros, pues, de suerte inoportuna aunque lleno de relatos brillantes, surrealistas y perversos. Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960) juega con el formato corto tras haber publicado en los últimos años muestras que van de la poesía (Ya la sombra), a la novela (El azar y viceversa) o al “diccionario paródico” que podemos encontrar en El intruso honorífico, Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos.

–Los relatos de este libro van por regiones fingidas (que es su título) pero también, imprevisibles.. Por ejemplo, lo que ocurre en ‘El sabor’. ¿Qué tiene la leyenda de los Reyes Magos para ser tan recurrente a nivel narrativo?

–Es una leyenda que siempre me ha fascinado. Desde que era pequeño. Para mí, durante años, la noche de Reyes era una noche de terror.

–Vaya, acabáramos. Aunque imagino que no habrá sido el único niño suspicaz.

–Eso de que entrasen en tu casa, de madrugada, tres ancianos barbudos a los que habías escrito una carta con todos tus deseos… Tres seres, además, inmortales, ubicuos y fantasmagóricos que venían de un país fabuloso y remoto y, para colmo, desde el pasado… Es una leyenda de una narratividad perfecta, porque tiene un punto de partida inverosímil y un punto de llegada mágico.

–El volumen contiene “cuatro serie de invenciones”. Sobre todo en la primera de ellas, destacan los cambios de registros. Y de mundos.

–Esa era la intención. La de ofrecer unas piezas que se acogiesen a unos patrones de narración tradicionales y darles un giro paródico o reverencial, según el caso. Desde una leyenda árabe hasta una fantasía kafkiana en torno a lo kafkiano, que nunca llega a ser tan kafkiano como suponemos.

–En los últimos años ha ido cambiando de palo de forma notoria. La novela picaresca (’El azar y viceversa’), poemario (’Ya la sombra’) e incluso ese dietario inusual que es ‘El intruso honorífico’. ¿Cálculo o pura apetencia?

–Es lo que vengo haciendo desde siempre. Ensayar estrategias en todos los géneros. No es algo nuevo en mí. Mi método de trabajo está precisamente en esa dispersión. Siempre trabajo a la vez en varios proyectos dispares. A veces, termino resolviendo las ideas en tres o cuatro años. Otras veces tardo unos veinte años en darlos por terminado. Según. Cada libro tiene su tiempo de maduración.

–En ‘Por regiones fingidas’ aparecen referencias y homenajes a Charles Dickens, HG Wells, Kafka... ¿Cuál de ellos contaría mejor una historia sobre lo que está pasando actualmente?

–La verdad es que no lo sé. Tal vez una mezcla de todos ellos. Esta situación anómala ligada a la crisis del coronavirus podría contarse de muchas maneras. En un registro catastrofista, humorístico o intimista, por ejemplo. Cada cual interpreta un fenómeno global desde una percepción individual.

–Este es un libro en el que destaca el sentido del juego. Muchas veces, con sólo mencionar a “la literatura”, casi en mayúscula, parece que estemos mencionando una cosa tremenda, hierática.

–Bueno, no tiene por qué. Según lo que yo entiendo, la literatura es siempre un juego con la realidad. Un juego en el que conviene arriesgar todo a una casilla de la ruleta, pero con la convicción de que esa será la casilla afortunada, aunque luego la bolita vaya a parar quién sabe dónde.

–Los collages protagonizan, también, varias páginas de estos relatos. ¿De dónde surge esta afición y qué llega antes, el texto o la imagen?

–Hago collages porque no sé dibujar ni pintar, que es realmente lo que me gustaría. La sección de este libro en que hay unos collages acompañados de unos textos que los glosan me divirtió mucho. Primero, hice los collages y luego escribí los textos, que terminaron siendo todavía más absurdos que las imágenes.

–En el último apartado hace referencia al Archivo Histórico Provincial de Cádiz como fuente. Porque siempre se pueden ver las cataratas del Niágara de Chipiona, por decir.

–Jaja. Sí. Lo del Juan de Mairena de Machado...

–Un nombre con premeditación y alevosía, claro.

–En esa sección, doy por hecho que de verdad encuentro los documentos que presento en el archivo:una serie de informes sobre unos hechos ligeramente paranormales que intento hacer pasar por cotidianos.

–Acabaremos en el octavo círculo del infierno, el destinado a los fabulantes, fabula en el epílogo. Bueno, pero no es mala vida, la vida del que inventa. Olas vidas, que lo mismo por eso lo castigan.

–Sí, desde luego que las hay peores. Cuando fabulas, estás fuera de ti, a la vez que muy dentro de ti. Eres tú y, a la vez, no lo eres.

–Un ejercicio contra toda ley natural.

–La fabulación es, de hecho, una especie de afantasmamiento del yo en beneficio de lo imaginario. Incluso del yo imaginario que todos llevamos dentro.

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