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"Quería ser Marlon Brando"

Lluís Homar | Actor y director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico

Lluís Homar. / Juan Carlos Muñoz

Toboso de segundo apellido, el origen no es manchego, sino de Vélez-Málaga. Lluís Homar (Barcelona, 1957), actor consolidado y reconocido en cine y teatro, vino a la presentación en el Lope de Vega de Sevilla de La vida es sueño, la obra de Calderón que realiza la Compañía Nacional de Teatro Clásico que él dirige. Se inició en las tablas en el Lliure de Barcelona a los 19 años. Logró el Goya como actor de reparto con Eva en 2011.

–Cumplió los 65 años en primavera. Qué pésima edad para jubilarse, ¿no?

–Depende de cómo se mire. Es edad para jubilarse, pero hay que tener también los papeles en regla.

–Aunque tiene 20 años menos que Pepe Sacristán y ahí sigue él de gira...

–En nuestra profesión no nos jubilamos nunca. Aspiro a llevar una vida más pausada, un cambio de ritmo, irme a vivir al campo.

–Estudió en las Escuelas Homar. Imagino que de notable alto no bajó.

–Era bastante travieso. Soy el quinto de ocho hermanos, todos se dedican a la enseñanza, menos uno, cura y también maestro. Y yo me dedico ahora. A veces era bastante malillo y cuando un profesor me amenazaba con "te voy a llevar al señor director", yo pensaba: "Bueno, es mi padre".

–Fue monaguillo pero no cura; empezó Derecho y no acabó. Todos los caminos conducían a las tablas...

–Sí, aunque de monaguillo a cura hay gran distancia. Mi primera intervención en el teatro fue con seis años en el teatro de la parroquia con la Pasión de Cristo.

–Fue cofundador del Teatro Lliure, hoy dirige la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) y es uno de los actores más respetados de España. Cuando mira atrás, ¿siente orgullo?

–Un actor respetado suena bien y sí me considero. El Lliure fue una escuela de profesión y de vida. En el 76 yo era el pequeño, 19 años. Terminé de director y estuve vinculado 23 años. Me contagié de que el teatro es alma, equipo, comunidad, servicio... ¿Respetado? Sí, soy una persona trabajadora, creo que gracias a la educación que he recibido, responsable, aunque a veces demasiado y eso también pesa.

–LA CNTC representa La vida es sueño dirigida por un británico, Declan Donnellan. ¿Calderón es tan conocido en el extranjero como aquí Shakespeare?

–Ni de lejos, seamos realistas. Shakespeare es un autor universal y todos lo sentimos como propio, y Calderón no. Ésa es nuestra labor porque Calderón está a la altura de Shakespeare. Evidentemente La vida es sueño es un referente.

–Parafraseando a Calderón, ¿es la vida una ficción, una sombra o a veces, por desgracia, es demasiado real?

–Quizás la cuestión está en que vivimos desde el sueño y si miráramos de verdad la realidad, la vida sería mejor. O sea, tenemos necesidad de inventarnos, de pensar que estamos soñando porque no sabemos realmente estar en la vida.

–Donnellan dice que los clásicos perduran porque siempre tratan del ahora. Estará de acuerdo.

–Totalmente. Los clásicos son la semilla a partir de la cual nos alimentamos. Y, en este momento de zozobra general, ayudan a agarrarse a algo sólido, perdurable, una buena referencia.

–Cervantes, Góngora, San Juan de la Cruz, Lope, Quevedo, Gracián o Fray Luis de León. Don Lluís, con un Siglo de Oro tan florido y en el XXI nos dedicamos a leer libros de autoayuda.

–No somos conscientes de lo que tenemos. No hay otra literatura en el mundo con un fenómeno parecido. Y si nos vamos al Siglo de Plata, nuestro siglo XX, igual. Los franceses, los ingleses, los alemanes valoran su patrimonio, ¿por qué nosotros no? Es digno de estudio. Desaprovechamos algo nuestro, parte de nuestro maná. Es nuestra idiosincrasia, una pena. La CNTC es una herramienta maravillosa que creó Marsillach hace 36 años para cambiar esa dinámica.

"En este momento de zozobra general, los clásicos ayudan a agarrarse a algo sólido, perdurable"

–Afirma que San Juan de la Cruz nos legó el camino hacia el sosiego. Con prisa e impaciencia, ¿deberíamos echarle un rato diario?

–Sí. Terminamos nuestra espectáculo diciendo: "Vista la historia de la humanidad, tan contradictoria por decir una palabra suave, y ya que en su momento crucificamos a Cristo como a tantos otros, quizás valga la pena no crucificar a San Juan con nuestro olvido". Es casi un crimen no recurrir a lo que él nos ofrece. Nuestra labor es decir que este señor está aquí para echarnos una mano, no seamos tontos. Leámoslo, es la mejor poesía de la historia de nuestra literatura. La mística parece una cosa de cuatro iniciados locos pero no lo es.

–Interpretó en Mérida a un Prometeo mayor que se encontraba con su versión joven, Fran Perea. ¿Qué le diría al muchacho que fue?

–"Confía, sigue, calma, todo irá bien". Mire, me emociono, le quitaría sufrimiento y le daría confianza.

–Hamlet, el misántropo de Molière, un robot en Eva, al rey Juan Carlos en 23-F... ¿Su papel más difícil?

–He tocado muchísimos palos. Quizás el más difícil fue el de padre abusador en No tengas miedo, de Montxo Armendáriz. Ahora no lo haría, pero cuando interpreté al rey Juan Carlos fue divertido y apasionante; el robot me supuso un reconocimiento de premios y lo pasé en grande. Me siento afortunado y en teatro ni le cuento, como el Spooner de Tierra de nadie.

–¿Qué pegas le pone el Lluís Homar actor al Lluís Homar director?

–Que no lo acaba de creer.

–¿Es preferible la formación académica al peregrinaje por los castings desde la más tierna infancia?

–Ya tengo cierto recorrido y experiencia, pero siempre quería aprender, ser el mejor, ser Marlon Brando, me fui a EEUU a estudiar... Pero el día que realmente puse el acento en mí, en Lluís Homar, mi vida personal y profesional cambiaron. Lo más importante es el acto de amor que uno hace con uno mismo, no estamos preparados ni enseñados para esto, el mundo nos pide otra cosa. Con los jóvenes me gusta transmitir dónde hay que construir a la actriz o al actor, quién es uno, no quién pretende ser.

–"Aspiro a ser un perdedor, un loser material". ¿Es en serio o va de guay?

–El peor insulto es ser un perdedor y hay una frase de una obra que me encanta: "¿Qué es peor o qué es mejor: el éxito o el fracaso?". A veces en la pérdida está la ganancia, a eso me refiero. Vivimos en un mundo que sólo si no ganamos, perdemos. ¿Y si perdemos? Quizás el que pierde es el que más gana, en esencia.

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