"Putin es un líder resentido"

Pilar Bonet | Periodista

Pilar Bonet.
Pilar Bonet. / Lucía Forera

DESDE RUSIA CON PASIÓN PERIODÍSTICA. Isleña de Ibiza, Pilar Bonet (1952) se enamoró en 1984 de Rusia –entonces URSS– y allí disfrutó de la pasión periodística durante más de tres décadas. De su libro Náufragos del imperio (Galaxia Gutenberg), la reportera de El País, premiada con el Francisco Cerecedo, el Cirilo Rodríguez, el Manu Leguineche..., habló en una cita del Centro Andaluz de las Letras junto a la traductora Marta Rebón.

–Tras 34 años allí, defina Rusia en pocas palabras.

–Inmensa, enigmática e inquietante.

–¿Da fe de que el comunismo ha sido el más atroz de los sistemas políticos del siglo XX o ve algo positivo?

–Cualquier sistema puede ser atroz según cómo se interprete y quién lo haga. Sin duda, tenía cosas positivas. El problema es cómo se utilizan las ideologías y quién las pone en práctica.

–¿La sensación de naufragio procede de no haber asimilado aún las consecuencias de la desaparición de la Unión Soviética?

–De no haber asimilado o desarrollado nuevas identidades que interpreten de forma armónica el pasado.

–Llegó a Moscú y gobernaba Andropov, espía del KGB, y cuando se fue gobernaba Putin, espía del KGB. Es lo que se conoce como un círculo vicioso...

–Llegué en el 84, poco antes de que muriera Andropov. Y 40 años después está Putin. Pero Andropov no era Putin, aunque muchos de los registros antiguos de esa institución se mantienen.

–Putin parece el villano de una película de 007, ¿cómo calificaría su carácter?

–Es un líder resentido y convencido de una misión arcaica para recuperar el imperio ruso y capaz de mentir a diestro y siniestro para realizarla.

–El alma rusa, tan literaria, parece que ha sido reducida hoy al deseo de ser acaudillada. ¿O acaso la aniquilación de la disidencia ha sido un eficaz escarmiento?

–La gente tiene miedo y teme ser encarcelada si se sale del discurso oficial. El régimen castiga la disidencia y cabe preguntarse qué haría uno en esta situación.

–Yo en particular nada.

–Existen otras Rusias que no es ésta, agresiva y militarista, sino la de la música, la poesía... Hay un reduccionismo y espero que el diapasón de posibilidades y de registros se abra de nuevo.

–¿La sospechosa muerte de Navalni lleva a pensar que el régimen sólo terminará cuando Putin hinque el pico en la cama?

–Es la pregunta del millón. Nadie lo sabe, ni si los que sucederán a Putin serán peores. La deriva nacionalista podría seguir y ser aún más extremista;a fin de cuentas, Putin figura un poco como centro mediador entre diferentes tendencias.

–¿La mayor fake news de la invasión de Ucrania?

–Muchísimas. La idea de que Rusia no agitaba o no intervenía en Ucrania en 2014. Moscú sostenía que no tenía tropas luchando en el Donbás y no era verdad. Otra de 2022: tratar de convencer al mundo de que los ucranianos habían incrementado sus ataques sobre Donetsk en vísperas de la guerra.

–¿El dominio de la comunicación de Zelenski es el gran aval de Ucrania para resistir?

–Ha sido uno, pero insuficiente. Ucrania necesita armas, recursos humanos para defenderse, algo más que ese voluntarismo que debe ser muy difícil de mantener, sobre todo cuando la guerra va mal.

–¿Por qué desea la izquierda española la derrota de Ucrania: por su vieja pulsión antiamericana, porque la financia el Kremlin o por ambas razones?

–No sé si la desea. Si así fuera, podría ser por la persistencia de clichés del pasado. Rusia no es la URSS, ni tiene un programa de futuro internacionalista, lucha por recuperar un pasado imperial... Es muy diferente ahora, pero en muchos sitios es percibida como el polo antiamericano.

–¿Cómo acabará la guerra?

–Otra pregunta del millón. Parece que se prolongará, pero quien ha trabajado con Rusia sabe que las cosas pueden durar muchísimo o resolverse deprisa. Eso no ha de perderse de vista.

–¿Y se atreverá Moscú a un conflicto armado con la UE?

–Otra del millón.

–Es que nos estamos armando hasta los dientes porque "vienen los rusos".

–La UE no sabe si Rusia la va a invadir o no, pero en el Kremlin esa opción no está cerrada; la carta que mandó a la OTAN y EEUU era un ultimátum, pedía que la Alianza se retirara de Polonia y del Báltico. Moscú quería dejar desprotegidas esas zonas que tienen una mala experiencia de su vecindad con Rusia. Nuestra percepción no es la del Báltico.

"Una de las cosas que me llenó fue ver a Gorbachov cantando canciones campesinas en ucraniano"

–¿Qué método de suicidio es más eficaz en Polonia o en los países bálticos: tirarse de un noveno piso o pedir la salida de la OTAN?

–Me declaro incompetente ante esa pregunta.

–Y si sale Trump de presidente... follón completo.

–Hace la situación mucho más difícil. No quiere apoyar a Ucrania. Europa tiene que plantearse su defensa, no sólo armarse, sino otros recursos. Tenemos una crisis enorme que se ha de cerrar. ¿Cómo? No sabemos:las sanciones no han funcionado, no estamos unidos, Rusia no ha quedado aislada y no estamos preparados para la guerra. Hemos cultivado una cultura de restaurante y vivimos desde el fin de la II Guerra Mundial sobre la base de la negación de la guerra, que no está mal, pero esto nos ha pillado desprevenidos.

–Usted aplica a la UE una frase de Kissinger: "Todavía no tiene un único teléfono". ¿Hace falta un líder sólido que plante cara a Putin?

–Sí, la estructura de la UE es fantástica en tiempo de paz. Pero un incendio exige una reacción rápida y coordinada, y no estamos preparados. Un ejemplo en contra de lo que digo fue la pandemia. La UE lo gestionó muy bien. Eso haría falta ahora.

–Trabó amistad con Gorbachov. ¿Le dolía esta deriva de Rusia?

–Hablaba poco del tema, pero sí. Su abuela era ucraniana y él se crió en Kubán, una zona con ucranianos o gente de origen ucraniano. Recordaba canciones infantiles en ucraniano. Una de las cosas que más me llenó fue verlo cantando canciones campesinas en ucraniano. A alguien que participa de la historia de esos dos países, esta situación le tenía que parecer una tragedia.

–¿Alguna anécdota?

–Le regalé por su cumpleaños un abrigo de secretario del partido en presencia de Kohl y otros mandatarios. Lo compré en Siberia, era gris, con cuello de astracán y pesaba una tonelada. Le conté la historia del abrigo, lo cogió y me sopló al oído: "La próxima vez regálame vino español". Hoy está en el Museo de Historia de Moscú al lado de los uniformes de las tropas francesas de Napoleón.

–Un compañero dijo: "Los rusos son los más golfos de España".

–Respecto a la fiesta, españoles y rusos son muy compatibles. Pero creo que ellos un poco más extremos.

–Habría sido un puntazo compartir vodkas con Yeltsin.

–Compartimos vinos en Córdoba en el 89. Lo invitaron a un simposio y fui a presentarlo. Comimos rabo de toro en un restaurante y luego fuimos a un tablao. Usó dos cucharas como castañuelas. Le echaba unas miradas tremendas a una andaluza morena, que le decía al marido: "Pepe, cómo me mira". Y él respondía: "Que te va a poner un piso, mujer".

–No tengo cerradas las vacaciones: ¿me recomienda un tour por Moscú y San Petersburgo o mejor voy a disfrutar del románico palentino?

–¿Por qué no va a ir a Rusia? Si lo admiten, puede ser un viaje interesante para su adrenalina.

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