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"El flamenco ni es patrimonio ni es andaluz"

Pedro G. Romero | Artista y comisario de exposiciones

Pedro G. Romero. / José Ángel García

Pedro G. Romero (Aracena, Huelva, 1964) es artista, investigador, comisario... De todo. Lleva la iconoclasia por montera en toda su obra, desde sus estudios y asesoramientos en el flamenco a cualquier ámbito de la cultura. Hasta final de marzo muestra en el Reina Sofía de Madrid la exposición Máquinas de trovar.

–Editor, comisario, cineasta, investigador… ¿la palabra que lo define es artista?

–Sí.

–Multidisciplinar.

–Atxaga me dijo que para no marear mucho lo mejor era ser sencillo. Lo que hago tiene algo que ver con lo que hacía Giotto.

–Bromea con que su hija de 18 años al fin va a entender con su exposición en el Reina Sofía, Máquinas de trovar, lo que hace su padre... Tengo 10 menos que usted: ¿a qué se dedica?

–A eso que hay desplegado en el Reina Sofía. Tampoco es una cosa tan rara. Cuando se ve todo junto, lo que parecen muchas disciplinas alcanza una coherencia.

–Como compulsivo estudioso y voz autorizada, ¿qué es el flamenco?

–Como dice David Pielfort, el flamenco no existe. Es un campo artístico que muchos consideran popular pero es de mucha exigencia retórica, necesita una gran cantidad de saber, un montón de sensibilidades y de herramientas para disfrutarlo. Es elitista y populista a la vez.

–Dice que no es un arte popular ni culto, sino ambas.

–Me fascina que sea capaz de ser una fiestecita, y lo de –ita lo subrayo por bulerías, y también una seguiriya de Chacón con una intensidad, una liturgia, una afinación y una profundidad en las letras que te sorprende.

–¿Puede considerarse el mayor patrimonio andaluz?

–Ni patrimonio ni andaluz. Madrid es mucho más flamenca que Úbeda y Barcelona mucho más que Aracena. Hay un mito con las construcciones identitarias. Como alguien dijo con tono guasón por lo de la Unesco, la cosa es que hubiera sido matrimonio de la humanidad, eso sí habría sido una boda flamenca.

–Es un enciclopedista, pero no tiene pinta de arrancarse por sevillanas en la Feria.

–No, pero me gustan muchísimo y las considero flamenco. Hay un exceso con las clasificaciones; cuando las canta Camarón son el colmo de la flamencura... En el flamenco caben muchas cosas.

–¿Cómo define lo que hace Sergio Ramos con la caja?

–Hay también mal flamenco. Cuando algo no gusta a la afición, dice que no es flamenco, pero puede ser malo. De miles de propuestas, unas convencen y otras no.

–Cincela el relato de Israel Galván y el Niño de Elche... ¿No lo han llamado los independentistas catalanes?

–Trabajo con los dos y en muchos sentidos soy el culpable de los pies de foto, por decirlo de alguna forma. Los independentistas tienen muy buenos relatos. En la Diada va un grupo, las Brigadas Helios Gómez, por el artista gitano que vivió en Sevilla y Barcelona, que lleva una híbrida y maravillosa bandera en la que se mezclan la senyera y la andaluza con la estrella azul y la estrella roja. Ahí está el relato.

–¿Tan fuera de serie es Rosalía?

–Por ahora lo es. Empezó a trabajar en el flamenco, pero está moviéndose fuera de él. Sus dos discos son muy buenos.

"La idea como se entiende en el sur me interesa muchísimo, esa idea más apolínea que dionisíaca"

–¿Muerte al purismo en todos los órdenes de la vida?

–Es que esto del purismo... Como decía Carmen de Mairena con Sardá cuando le preguntaban por el amor puro: "Yo más que en el amor creo en los puros".

–Un amigo dice que en todos los pueblos de España tendría que haber una placa honrando la palabra fiesta por nuestra idiosincrasia hedonista y comunitaria.

–La fiesta como se entiende en el sur me interesa muchísimo, esa idea más apolínea que dionisíaca. Lo más sublime es la Semana Santa, una tragedia y a la vez un alborozo absoluto de los sentidos. Ese concepto va mucho más allá de los excesos de la celebración, de esa cosa protestante de enseñar el culo con cuatro cervezas.

–¿Quién es más artista: Pedro J. o Pedro G.?

–Si Pedro J. es el famoso pornógrafo, Pedro G.

–Woody Allen liga con una chica delante de un cuadro de Pollock. Él pregunta qué hace el sábado, ella responde que suicidarse y él remata: "¿Y el viernes por la noche?". ¿Cuál es la conversación más surrealista acerca de sus obras?

–De todo. Ahora que me dedico mucho al cine, he visto que no intimida. El problema del arte, sobre todo el contemporáneo, es que paraliza la posibilidad de comentarios, incluso jocosos. La gente se queda un poco como "no voy a meter la pata, qué bonito, adiós". Con las películas todos dicen lo que piensan. Está muy bien. Defiendo el derecho a decir: "Esto lo haría un niño".

–Comisario de Policía, político... ¿Qué es un comisario de exposiciones?

–Siempre pongo curador y comisario. Curador parece médico y comisario, policía. Al organizar una exposición tenemos algo de médico y de policía.

–Ha escrito Los dineros (Athenaica), diccionario de la historia del parné. Con tanto Bizum y bitcoin, se está perdiendo la tradición de sisar las vueltas del pan...

–Son unos textos míos de los 90, pero tienen que ver con eso, con se canta lo que se pierde; uno echa de menos ya la calderilla.

–Le ha puesto los cuernos a su hermano David, que tiene una editorial, al publicar su libro en otra. Por Dios, la familia...

–Llevo intentando publicar con él desde hace tiempo, pero no acabo el libro. Seguro que caerán tres o cuatro.

–¿Quién ganaría un duelo de ensaladilla, usted o él?

–¿En hacerlas o en tragarlas? Llegar a un bar y pedir una ensaladilla resume todo lo que vas a seguir comiendo, por lo menos en Sevilla.

–¿Qué vínculo lo sigue atando a Aracena?

–Aunque no voy lo que quisiera, ser de Aracena es una de las cosas en la que me reconozco, de ésa que fue supermoderna.

–Su película hablaba de Nueve Sevillas, pero ¿cuántas hay realmente?

–Por lo menos 99, pero la película dura dos horas y media, imagine si fueran 99... Como decía Gonzalo García-Pelayo, a ver si nos encarga una serie Canal Sur.

–¿Logrará el mundo del toro acabar con la Fiesta antes que los ecologistas?

–Por el camino que van, sí. Si los antitaurinos supieran el favor que le están haciendo a la tauromaquia, abandonarían las protestas y las dejarían en manos de los taurinos.

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