Pablo d'Ors : "Tener éxito es perseverar en el fracaso"
Sacerdote y escritor
Biografía de la Luz: Una lectura mística del Evangelio es el título del último ensayo del sacerdote y escritor Pablo d’Ors. En 2000 comenzó su trayectoria como novelista. Su reconocimiento por el público le llegó tras la publicación de la Trilogía del silencio. Su obra literaria, emparentada entre otros con la de Hermann Hesse y Stefan Zweig, ha sido traducida a las principales lenguas europeas. Fundó en 2014 la asociación Amigos del Desierto, tras conocer al jesuita Franz Jalics. La finalidad de la misma era profundizar para luego difundir la dimensión contemplativa de la vida cristiana.
Su último libro, 'Biografía de la Luz', es una relectura imprescindible del legado de Cristo. El evangelio como mapa de la conciencia y como permanente provocación existencial.
Bueno, eso de “imprescindible” tendrán que decirlo los lectores. Yo he hecho lo que he podido, ahora toca al tiempo decir, y lo dirá, hasta qué punto ha sido acertado o no tanto. Cristo es un faro para toda la humanidad, con independencia de la confesionalidad o del agnosticismo de cada cual. Tengo que decir que, después de 30 años de ministerio sacerdotal, hoy leo el Evangelio como no imaginaba hasta ahora que podía ser leído. Todos los pasajes hablan de mí, yo soy el protagonista anónimo y hasta secreto de cada una de sus páginas. Doy gracias al destino, que los cristianos llamamos Providencia, por haber podido entrar en el tesoro de nuestro patrimonio espiritual. Eso es lo que tan modesta como rotundamente he querido compartir.
Parece que el mundo lleva un tiempo sumido en la oscuridad. ¿Cómo se puede encontrar esa ansiada luz?
El mundo no está sumido en la oscuridad, sino bañado en la Luz. Somos nosotros los ciegos, el mundo no tiene problemas. La luz está ahí: basta abrir los ojos y mirar, no puedes dejar de verla. ¿Dónde está el océano?, le pregunta el pequeño pez al pez sabio y anciano. El océano es esto, le responde el pez anciano. ¿Esto?, responde el pequeño pez. ¡Pero si esto no es más que agua! Y se fue a buscar a otra parte.
¿Para ser feliz es necesario haber caminado antes por el desierto?
La felicidad depende de nuestro nivel de consciencia. No de la salud, del éxito o de qué sé yo qué cosas más. Y para estar despiertos, esto es, conscientes y vivos, sí, hay que haber entrado en el desierto que tenemos dentro.
¿A quién mandaría Pablo d´Ors a meditar al desierto?
A mí mismo, sin duda. A los demás, procuro dejarlos en paz. Lo mejor que puedo hacer para que los demás sean lo que tienen que ser es ser yo mismo lo que tengo que ser. Si yo me coloco en mi sitio, invito, mejor que de ninguna otra forma, a que los demás se coloquen en el suyo.
¿Qué es el silencio?
El silencio es Dios. El silencio somos nosotros. El silencio es el marco en el que resuena el mundo. El silencio es el espacio para el auto-conocimiento. Silencio y espiritualidad son lo mismo. O tal vez debería decir que la espiritualidad es la consciencia de lo que hay y que eso no es posible sin silenciarnos, es decir, sin limpiarnos para poder recibir.
Decía en una entrevista que el silencio es el terreno y la palabra la semilla que cae en ese terreno ¿Qué palabras plantaría para curar a esta sociedad líquida en la que nos ha tocado vivir?
Yo soy cristiano y amo las palabras cristianas, porque son las que a mí me han hecho bien. Me refiero a palabras como Creación, Encarnación, Redención, Transfiguración, Cristo, mistagogia, y tantas otras. Pero hay otras muchas otras palabras, no específicamente cristianas, que forman parte de mi vocabulario espiritual, tales como iniciación, desierto, luz, mansedumbre, amistad, montaña, plenitud... Dime qué palabras usas más frecuentemente y te diré quién eres.
En una sociedad que camina tan deprisa y en la que los cambios se producen a tanta velocidad, ¿debería ser obligatoria la meditación?
No me gusta que nada sea obligatorio, sobre todo si se trata de algo esencial. ¿Podemos obligar a respirar, a amar, a descansar, a soñar…? Meditar es una actividad que busca introducirnos en la escuela del ser, para lo que hay que salir de la escuela del hacer. Obligar a meditar sería algo así como decirle a alguien: ¡No hagas nada! Si hiciéramos menos, todo nos iría mejor.
¿Una persona que no se conoce a sí misma es difícil que pueda llegar a comprender y a entenderse con las personas que tiene alrededor?
En efecto, porque nadie puede dar lo que no tiene. El conocimiento de uno mismo y el conocimiento de los demás, como el amor a uno mismo y a los demás, es estrictamente proporcional.
¿Le preocupa cómo se está educando a los niños de hoy? El fracaso no es una opción y el esfuerzo parece que tampoco.
Me preocupa cómo estamos educando a nuestros niños, sí, y me preocupa que los adultos hayamos perdido al niño que fuimos. Hasta que no recuperemos a nuestros niños interiores, la educación que brindaremos a nuestros niños será muy mejorable. El fracaso, por otro lado, suele ser la opción más factible casi siempre. Casi siempre nos equivocamos, y está bien que sea así, pues nuestra naturaleza es errática y aprendemos del error. Tener éxito es, al fin y al cabo, perseverar en el fracaso. Por otro lado, más que esforzarse, hay que fluir. En el esfuerzo, tu energía se derrocha hacia fuera, en la consecución de un fin externo. En el fluir, en cambio, la energía se vierte hacia dentro, en la búsqueda de la confluencia con lo que hay. Parece un matiz, pero entre una actitud y otra hay un abismo.
¿Se debe el fracaso de Europa a la pérdida de sus valores fundacionales: humanismo cristiano, filosofía griega, derecho romano...?
Mucho más que los valores, importan las personas. Europa no ha fracasado más que cualquier otro continente. Está buscando, estamos buscando, estamos creciendo. La mirada debe ser hacia atrás y hacia adelante al mismo tiempo: hacia una renovación de la tradición. Sin pasado no tenemos futuro; pero, sin futuro, lo único que haremos con el pasado, y eso en el mejor de los casos, será conservarlo. Yo no quiero conservar, quiero vivir.
Fue nombrado por designación expresa del papa Francisco consejero del Pontificio Consejo de la Cultura. ¿Qué puede hacer la fe por la cultura y viceversa?
Culto, cultura y cultivo van profundamente unidos. Si me cultivo, seré culto (no erudito, sino sabio). Si soy culto, daré culto. La fe no es otra cosa que confianza en la vida, y eso no es algo arbitrario, sino la experiencia de que el universo no te es adverso, sino propenso. En realidad, todo se conjura para que seamos aquello a lo que hemos sido llamados.
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