Pablo Carbonell: "En una biografía falsa se te cuelan experiencias personales a punta pala"
Escritor, músico, actor, cómico, director...
Pablo Carbonell (Cádiz, 1962) no le perdona a sus padres que lo sacaran de Cádiz con 14 años, “eso es algo que no se supera en la vida”, exagera (el niño andaluz todavía está ahí) el showman y escritor que acaba de volver a su ciudad para dar una conferencia en la Escuela de Cine de la UCA y dirigir el segundo videoclip de Toreros con Chanclas, el proyecto musical que, aparte de Toreros Muertos, tiene con Pepe Begines. Además, tras Pepita, su primera obra de ficción, y El mundo de la tarántula, sus memores, Carbonell acaba de publicar su segunda novela, El nombre de los tontos está escrito en todas partes, y lleva adelante dos giras teatrales con Mercado de amores y Bla bla coche.
–Dice que esta mañana ha ido, ¿a andar a correr?
–A andar. Un poquito antes del estado de alarma me di cuenta que se iba a cerrar Madrid y me escapé a una casita en la sierra que no sabía muy bien para qué me la había comprado... Me acostumbré a caminar y ahora no bajo de 15 kilómetros al día. Y he llegado a la siguiente teoría: andar es lo contrario a perder el tiempo. Caminar te libera de lo superfluo. Yo empiezo a caminar y tengo la cabeza como una grillera, y según vuelvo, vengo mansificado, esclarecido y con la sensatez recuperada.
–Pues escribiendo ‘El nombre de los tontos está escrito en todas partes’, en pleno confinamiento, tendría la cabeza como un bombo...
–Bueno, no salía de casa pero tenía hecho un circuito dentro del jardincito y daba vueltas como las fieras en el zoo. De hecho, ahí fui pensando que era el momento de escribir esta novela sobre un hombre en la cárcel.
–Nada es causal
–Sí, no es coincidencia ,pero también es cierto que es un libro que lleva en mi cabeza 30 años pidiéndome que lo escribiera. Hace 30 años me pasó por la cabeza hacer lo que le pasa al protagonista, lo que lo lleva al corredor de la muerte, pero yo no estoy tan loco como el narrador y no escucho voces. Pero supe que ahí tenía un libro. Eso sí, necesité 30 años para entender de qué va el mundo del espectáculo, o una parte de él, y poderlo escribirlo.
–¿Tan sórdido es?
–No más que cualquier otro, pero es cierto que es el único que está obligado a poner buena cara. Así que había una parte oculta que está bien sacar a la luz. Alguna gente lo hizo en vida y a una de ellas, en concreto, le dedico la faja externa del libro...
–A Fernando Fernán Gómez
–Sí, en ese lugar se suele poner a alguien glosando al autor y me parecía cachondo poner esa frase airada que me dedicó el gran Fernando y que, además, resume un poco el libro.
–“Es usted muy gracioso, es usted muy ingenioso, dígaselo a su mamá y que le dé dos besos, pero a mí déjeme en paz”. Desde luego no es de las respuestas más duras que recibió en CQC...
–En realidad fue muy educado, a una persona a la que le tocas las narices, lo mínimo a donde lo puedes mandar es con su mamá, a otra gente la mandó más lejos... De hecho, fuera de cámara, nos saludamos y él me dijo “si yo llego a saber que usted era cómico lo hubiera tratado de otra manera”. No sé si mejor o peor...
–¿Le gustaba jugar ese papel de ‘tocanarices’?
–En realidad a mí lo que me gustaba era sacar una carcajada de los entrevistados pero aquel día yo iba buscando cabrear a don Fernando. Pero no, realmente, no me gustaba tocar las narices, de hecho, me preocupaba mucho ser injusto, equivocarme, tratar como un cantamañanas a un señor digno. Me asustaba ser injusto. No sé... recuerdo que con Antonio Burgos fui un poco cruel, después comprobé que no gozaba de la simpatía de muchas personas de mi entorno y tranquilicé mi conciencia. Aun así, cualquier cosa que ese hombre me quiera dedicar, la aceptaré con deportividad.
–¿Se coloca uno en un lugar diferente para escribir ficción que para escribir sus memorias?
–Tenía que haber sido un proceso distinto, pero no. Mi trayectoria cinematográfica y teatral me ha hecho darme cuenta que cada vez que creo un personaje acabo siendo yo, entonces, a la hora de escribir a un tipo que está en la cárcel y que ha vivido el éxito brutal como ese hombre no necesitaba crear una voz especial. Si algo me he permitido es que el que narra este libro es un poquito más pedante que yo.
–Vamos, que usted hace un Stanislavski al revés
–Pues exactamente... Por cierto, el método Stanislavski tiene un fallo, y es que los artistas buscan una meta, en cambio yo he decidido sorprenderme con lo que el pasa al tío, de hecho, empecé a escribir sin saber muchas de las cosas que le pasan. Como decía Mihura, “si yo supiera lo que le va a pasar a los personajes no escribiría las obras de teatro”. (No soy redicho, qué va)
–Al fin y al cabo, como en la vida, sin saber qué hay por delante
–Mira, había una cosa que yo tenía clara cuando empecé a escribir, que tenía que ser un libro personal, que tuviera mucha verdad y al final te das cuenta que en una biografía falsa se te cuelan experiencias a punta pala, más que en una biografía personal que, quieras que no, ocultas las experiencias más íntimas. El juego de la ficción creo que es un invento de los escritores para poder expresar sus ideas.
–Se formó cierto revuelo por su entrevista con Fran Rivera...
–No se dijo nada que no se hubiera contado ya en El mundo de la tarántula lo que pasa es que se necesitan titulares trampa que generen dinero en publicidad... La oferta de que Fran Rivera me entrevistara me llegó hace como unos 7 meses y estaba con mil proyectos pero cuando saqué el videoclip grabado en el pueblo donde nació su padre pues dije pues mira ahora pega que venga Fran a casa y hablamos del vídeo, y que después el titular fuera Me he metido de todo pues... Qué le vamos a hacer, lo que sé es que no es culpa ni de Fran ni de Susana Griso, ni mía. La sociedad es la culpable. En otro momento me hubiera cabreado, ahora le busco la cosa de que espero que sea útil para alguien.
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