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"Natural es una palabra vacía"

Miguel Ángel Lurueña. Doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos

Miguel Ángel Lurueña. / M. G.

Miguel Ángel Lurueña es doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos. Trabajó como docente en la Universidad de Salamanca y como consultor independiente para empresas alimentarias. Ahora se dedica principalmente a la divulgación científica. Autor desde 2011 del blog Gominolas de petróleo y del libro Que no te líen con la comida (Editorial Destino, 2021), es pionero y referente en español en la divulgación sobre alimentos y colabora en diferentes medios de comunicación, además de profesor de varios cursos universitarios y de posgrado.

-¿Comemos bien? ¿Qué significa comer bien?

-Empezamos bien, jejeje. A veces es más complicado de lo que pensamos. Normalmente hablamos de comer bien cuando nos referimos a comer de forma saludable, que es evitar o incluir en nuestra dieta los menos alimentos insanos posibles. En España, la mayoría de la gente no come bien. Pensamos que sí por aquello de la dieta mediterránea pero basta con ver las estadísticas sobre la incidencia de sobrepeso y obesidad.

-¿Cómo "nos lían" con la comida?

-De muchas formas. Es relativamente fácil hacerlo porque a veces carecemos de conocimientos para darnos cuenta. Una de las formas más habituales es la publicidad, con el uso de mensajes engañosos. Pero también llenando nuestro ambiente de alimentos insanos, que nos gustan porque están muy ricos y son baratos. Lo difícil sería hacerlo de otra forma. Eso no quiere decir que haya que gastarse un dinero extraordinario para alimentarse de manera saludable.

-¿Existe desinformación acerca de los alimentos?

-Sí, mucha. Además, estamos muy despistados. Leemos publicaciones o nos cuentan personas cercanas que hay alimentos o sustancias peligrosas y nos genera desconfianza. También ocurre lo contrario: pensamos que hay alimentos milagrosos para adelgazar o curar enfermedades.

-¿Cómo hemos de leer las etiquetas de los alimentos?

-Lo primero es, antes de perdernos en las etiquetas, tener en cuenta de qué alimento estamos hablando. Muchas veces se nos olvida que es un paquete de galletas. Tras eso, las partes importantes de la etiqueta son tres y que suelen estar en un recuadro ni llamativo ni muy visible en el envase: la primera, la denominación de venta, qué tipo de alimento es. La segunda es la lista de ingredientes, enumerados en orden según su importancia en el producto. Y el tercero es la información nutricional. Ésta es la que solemos mirar casi en exclusiva: nos centramos en la cantidad de grasa o azúcar, pero eso sirve de poco si no sabemos de dónde viene. Las almendras tienen mucha grasa pero no es lo mismo que si ésta procediera, por ejemplo, del aceite de palma.

-¿Ha cambiado en los últimos años nuestra relación con la nutrición?

-Sí. Internet y sobre todo las redes sociales han popularizado la nutrición y eso, por una parte, está muy bien porque fomenta la alimentación saludable. Pero también tiene una parte negativa, y es que nos lleguemos a obsesionar con la nutrición. Lo importante es mantener una relación sana con la comida, una dieta donde si queremos tienen cabida alimentos no saludables pero siendo conscientes de que por comerlos un día puntual no pasa nada. Pero esto no es lo que solemos hacer.

-¿Natural es igual a sano?

-No. Natural es una palabra vacía, que la publicidad ha explotado hasta la saciedad y cada uno la interpreta como desea. Algunas marcas dan a entender que natural significa sin aditivos, otras saludable o seguro, y en realidad no significa nada.

"Estamos en un momento de la historia en el que comemos más seguro que nunca"

-¿Existe fobia al aditivo?

-Un poco sí. Existe un poco de temor a los aditivos porque los vemos como sustancias extrañas. En los aditivos hay muchos tipos de sustancias de origen diferente. No podemos decir "los aditivos son peligrosos" y meterlos todos en el mismo saco. Por ejemplo, entre esos códigos E podemos encontrar extractos de romero que se utilizan como antioxidantes, un pigmento que se extrae del jugo de remolacha... Todos se evalúan para que sean seguros. Los aditivos no determinan las características del producto desde el punto de vista de la seguridad alimentaria ni de la salud.

-Cada cierto tiempo salta a la luz la retirada de algún producto. ¿Funcionan los controles sanitarios?

-Funcionan, y lo vemos a diario, pero no son infalibles. De vez en cuando se produce algún brote de salmonelosis o alguna alerta alimentaria porque evitarlo al 100% es imposible, pero afortunadamente estamos en un momento de la historia en el que comemos más seguro que nunca. También es la responsabilidad de los productores.

-Tus comienzos en las redes sociales fueron desmintiendo bulos. ¿Cuáles son los más recurrentes?

-Hay muchos. Antes eran mucho más duraderos en el tiempo. Con las redes sociales el problema se ha multiplicado pero no llegan a hacerse tan destacables. Al final lo que cala es que hay algo extraño en los alimentos y generan desconfianza. Aún así, perduran muchos de los clásicos, relacionados con los aditivos, con la forma en la que se producen los alimentos, y el miedo a los pesticidas y a los antibióticos.

-¿Existen los 'superalimentos'?

-Lo de superalimento no es una definición real. Podríamos decir que es un alimento que reúne muchos nutrientes en proporción con su peso. Aquí tienen cabida muchos que se van sumando a la lista, sobre todo con las modas. Nos transmiten la idea de que para llevar una alimentación saludable o tratar ciertas patologías tenemos que incluir en nuestra dieta esos alimentos. No hay ningún fundamento para ello.

-¿Hay algún producto que no entre jamás en tu cocina?

-Sí, hay unos cuantos, jejeje. Personalmente trato de hacer una dieta saludable; de vez en cuando como alimentos que no son saludables pero de forma despreocupada. Las bebidas energéticas, por ejemplo, no entran en casa.

-Comer mal es más barato. ¿Algún consejo para hacer la compra en plena escalada de precios?

-Esto es complicado. Se trata de llevar una dieta saludable de forma digna, que a veces es complicado porque falla el precio de los alimentos, pero también los sueldos, el precio de la vivienda... Lo recomendable o ideal es lo de siempre: adquirir alimentos frescos, principalmente de origen vegetal, de temporada y de cercanía, que además de ser lo más saludable y mejor para el medio ambiente.

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