"Mágico González estaría jugando hoy en el Manchester City o el París Saint Germain"

Miguel Pardeza, ex futbolista y escritor

El ex jugador del Real Madrid y Zaragoza acaba de publicar un libro de artículos sobre fútbol, cargado de ironía y humor, pero también de cierta nostalgia y melancolía

"Es lógico caerle mal a las aficiones contrarias, pero en el caso de Vinicius se han mezclado otras variantes más feas, con ramalazos de racismo y xenofobia"

Vida a lo Panenka

Miguel Pardeza, con su libro 'A pie cambiado' (El Paseo, 2023).
Miguel Pardeza, con su libro 'A pie cambiado' (El Paseo, 2023). / Juan Carlos Muñoz

-Su libro se titula 'A pie cambiado, cuaderno de un futbolista desencantado'. Pero en sus textos no se percibe tanto desencanto, ¿no cree?

-Es una especie de guiño irónico. Desencanto está más puesto desde el distanciamiento. El autor de esos textos es alguien que fue y que ya no es. Tiene cierto sentido de herejía. No es que abomine de mi antigua profesión, pero trata de ser una mirada desde cierta distancia, a veces con ironía y humor, e intentar hacer una visión divertida y literaria de los temas que abordo.

-Abre el libro un texto precioso sobre los utilleros.

-Siempre se habla mucho del goleador de turno, del héroe, del presidente, pero de los utilleros nunca se habla nada.

-Pero usted habla hasta de los malajes...

-Claro, hay un poco de literatura metida. En ese texto en concreto se trataba de poner en el foco a un personaje que pasa inadvertido. A nadie le importa quién es el utillero de un equipo, salvo a los muy forofos, pero termina siendo alguien muy importante. Yo he tenido la suerte de encontrarme con alguno muy divertido y les hice esta especie de tributo.

-Dice usted que hay futbolistas que caen bien y otros que caen mal. Usted era de los primeros, ¿cómo se consigue eso?

-Eso no se consigue. Es una suerte. Hay gente que cae en gracia desde el primer minuto y gente que no, como todo en la vida.

-Pero es raro que un tipo que se hartaba de marcar goles cayera bien a las aficiones rivales, ¿no?

-Es verdad que en general a mí siempre me profesaron simpatía y cariño. En ese sentido no me he quejado jamás. Pero como contrapunto de esa figura que han admirado de forma incondicional, se presenta otro tipo de villano que haga lo que haga parece que está destinado a llevarse los gritos y la animadversión de la gente. Eso forma parte de esta especie de irreflexividad de la que se compone un deporte basado casi exclusivamente en la emoción, en la emotividad y en la pasión.

-¿No le pasa a Vinicius algo de eso?

-No lo creo. Es lógico caerle mal a las aficiones contrarias. Lo que es muy raro es caerle bien a todo el mundo, lo normal es caerle bien a tus aficionados y no tan bien a los de los equipos contrarios. En el tema de Vinicius se han mezclado otras variantes que son más feas, muchas veces con ramalazos de racismo y xenofobia que hay que denunciar siempre. Yo creo que es un jugador que le gusta necesariamente al gran degustador de fútbol, más allá de que su puesta en escena pueda no ser entendida a veces. Pero todo lo que tenga que ver con discriminación siempre tiene que ser denunciado y condenado.

-Se aprecia en sus textos cierta nostalgia, ¿prima ahora el físico por encima del talento en el fútbol?

-Creo que el fútbol ha mejorado muchísimo en líneas generales. No sólo el fútbol, sino el deporte en general, al margen de la nostalgia que se pueda tener. Pero el nivel es superior ahora al de hace veinte o treinta años. En esa mejora se ha perdido seguramente mucho del talento individual. El nivel medio puede que sea más alto, pero cuesta ver más talento individual.

-¿Ya no hay jugadores como Maradona que ganaba él solo un torneo?

-Cada vez es más difícil eso. Hay jugadores que son determinantes y que cambian el signo de los partidos, como el propio Vinicius, Halland o Messi. Pero estamos hablando de primeras figuras. Antes había jugadores de un segundo nivel que también eran decisivos. Posiblemente en ese proceso de estandarización se ha ido perdiendo el talento espontáneo que antes era muy fácil de ver en cualquier equipo, incluso en los más modestos. El Zaragoza tenía grandes jugadores, pero lo mismo podía decirse del Cádiz o del Betis. Sería inimaginable que Mágico González jugara ahora en el Cádiz. Estaría en el City o en el París Saint-Germain.

-¿Cómo se llevan el fútbol y la literatura?

-Durante mucho tiempo ha habido un manifiesto divorcio. Siempre ha habido intelectuales aficionados al fútbol, pero costaban más que lo declarasen públicamente. El fútbol ha sido siempre un deporte mirado de reojo por las élites intelectuales, que consideraban que era un instrumento al servicio de los poderes establecidos o que a través de él se manipulaba a las masas. Pero eso cambia a partir de los años ochenta, cuando muchos intelectuales salieron del armario, por decirlo así, y confesaron abiertamente que iban a los estadios. Y empezaron a escribir sobre ello. Recuerdo los clásicos debates de Vázquez Montalbán y Javier Marías, y tantos otros.

-¿Y cómo se veía a un futbolista que leía libros?

-Yo siempre he sido muy reservado. Siempre he intentado mantener mis dos grandes pasiones un poco al margen la una de la otra. Me he ganado la vida profesionalmente con el fútbol, pero luego intentaba alimentar mi pasión por la literatura. En algún momento se encontraron. Este libro no es más que una especie de reencuentro entre ambas. Si bien es cierto que los temas son futbolísticos, siempre intenté encararlos desde una óptica un poco más literaria.

-Y cinéfila, pues habla usted de su afición a las películas de gánsters y lo enlaza con aquel caso de los micros ocultos en la sala de juntas del Barcelona, que anda precisamente ahora inmerso en el asunto de los pagos al vicepresidente de los árbitros...

-Bueno, en general el mundo del fútbol es bastante limpio, más de lo que se puede imaginar. Lo cual no quita que en algún momento haya actitudes poco honorables. Pero ni más ni menos que en cualquier otra esfera de la vida. Aquí lo que sí hay es un foco mediático tremendo que hace cualquier asunto cobre una importancia extraordinaria.

-¿Nunca le tentó ser entrenador?

-No, no. Lo de ser entrenador es una vocación muy personal. Primero porque hay que sacarse un título. Y segundo porque me parece un trabajo de locos, en el que hay que derrochar una pasión y una dedicación de la que yo no me sentía capaz. El entrenador es un personaje muy solitario, que tiene que tomar montones de decisiones a diario.

-Dedica un artículo a la superstición, ¿sabe usted que la afición del Betis le pedía a Pellegrini que dirigiera los partidos en chándal?

-Sí, es normal. Hay un componente azaroso que no se puede entrenar. Por muy bien que uno trabaje y haga las cosas, no digo que la última palabra la tenga la suerte, pero sí que es un factor que va a intervenir en algún momento y que puede decidir el éxito del fracaso. Ese margen ingobernable que se escapa a la planificación y a la preparación se presta mucho a las supersticiones. La parte que uno no controla de su trabajo trata de supeditarlo a la superstición, que no es más que un ritual en busca de la suerte.

-¿Qué anda leyendo ahora?

-Muchísimas cosas a la vez. Estoy leyendo a Emilio Carrere, poeta bohemio de la primera mitad del siglo XX, pues estoy escribiendo textos sobre él. También a Torrente Ballester, sigo leyendo muchas de las cosas que me faltaban de William Faulkner...

-¿Ve mucho fútbol?

-No tanto como se podría suponer. Ya no tengo paciencia para según qué partidos. Si juega el Madrid o el Zaragoza sí los veo. Son los equipos de mi vida. O algún partido de Champions importante. Pero muchas veces veo partidos que me pongo de fondo mientras estoy leyendo y echo una ojeada de vez en cuando.

-Ahora que habla del Zaragoza, ¿cómo lleva el drama?

-Es un equipo que llevo en el corazón, he jugado muchísimas temporadas allí. Gané dos Copas del Rey y una Recopa de Europa. Me dio la oportunidad de ser internacional y de ir al Mundial de Italia, ¿cómo no voy a tenerle cariño? Vivo su realidad actual con bastante pesadumbre. Es un equipo que debería estar en Primera División y por diferentes circunstancias está viviendo una agonía que no se ajusta a su realidad.

-Le confieso que el gol no marcado por mi equipo que más ha gritado es aquel de Nayim en la Recopa.

-El Zaragoza siempre ha contado con mucha simpatía. Ha sido muy respetuoso con el buen juego, ha tenido buenas plantillas, buenos jugadores. Y hubo una época concreta que fue extraordinaria. Lo puedo decir con orgullo. Pero no sólo mi generación, sino otras anteriores, como la de los Magníficos o los Zaraguayos.

-Remata el libro un artículo sobre la adolescencia perdida, ¿puede servir de aviso a los chicos que se quieran dedicar al deporte profesional?

-Desde que me fui con 14 años de la Palma del Condado a Madrid, la vida se convirtió en una lucha despiadada. Son años que te pierdes la inocencia de la adolescencia, en los que uno debería estar fijándose en otras cosas y yo me fijaba en cuidarme, en buscar la manera de conseguir mis objetivos, priorizándolo por encima de mis propias ilusiones. Eso está bien, pero conlleva una pequeña dosis de sacrificio personal. Esas cosas que dejas de vivir ya no las vivirás. Es un texto un poco melancólico, de reconocimiento de la importancia de tener una vocación en la vida, pero una advertencia sobre los peligros que conlleva. Mi primer libro, Torneo, trataba de contar eso, de los peligros de los sueños y las ambiciones. Una especie de contrapunto que te puede convertir en una persona neurótica y desfasada.

De la Quinta del Buitre a González Ruano

Miguel Pardeza Pichardo nació en La Palma del Condado en 1965. Se marchó de su pueblo con 14 años para jugar en el Real Madrid, en el que formó parte de la Quinta del Buitre. Después jugaría la mayor parte de su carrera en el Real Zaragoza, donde ganó dos Copas del Rey y una Recopa. Fue mundialista en Italia 90. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza. Estudioso de la obra de César González Ruano, editó la obra periodística de éste en dos volúmenes publicados en 2002 y 2003. También escribió Necrológicas, en 2005, y dos novelas, Torneo y Angelópolis. Ahora saca A pie cambiado, cuaderno de un futbolista desencantado, de la mano de la editorial sevillana El Paseo.

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