“En un mundo de pantallas, la diferencia está en los lectores”
Miguel Ángel Oeste | Escritor
Escritor, guionista, crítico y realizador cinematográfico, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1974) es autor de las novelas Bobby Logan (2011) y Far Leys (2014), además de libros de cine como Las miradas de Buñuel e Hipótesis de realidad. El cine de Fernando León de Aranoa. A instancias de su hija Carlota, acaba de publicar su primer libro infantil, Carlota quiere leer (Anaya), con ilustraciones de Olga de Castro. Mientras convierte esta historia en una trilogía con otras dos entregas, en los próximos meses publicará su nueva novela, Arena, en la editorial Tusquets.
-¿Es más difícil escribir literatura infantil cuando has publicado antes novelas para adultos?
-Tal vez. En mi caso, para escribir Carlota quiere leer me puse en manos de una experta que me recomendó un centenar de libros para niños y otros tantos libros ilustrados. Los leí todos, claro. Cuando un autor escribe novelas para adultos, desarrolla ciertos recursos que, en mi caso, a la hora de abordar la escritura de un libro para niños, debían quedar depurados. Quería dirigirme a lectores de entre cinco y siete años, por lo que tenía que hacerme con las herramientas precisas. De ahí la lectura de todos esos libros. Fue lo más parecido a un trabajo de archivo previo a la escritura.
-¿Se quedarán esas herramientas para siempre, también cuando vuelva a escribir para adultos?
-Me gustaría mucho que fuera así. La adquisición de esos nuevos recursos no fue fácil. En realidad, Carlota quiere leer me llevó varios años. Nunca antes había escrito tantas versiones de un texto. Lo que pasa es que puse todo mi empeño en que ese trabajo no se notara en el resultado. Mi intención es que los lectores lleguen a Carlota con la emoción del descubrimiento del primer libro, de ese hallazgo puro e inmediato. Con el paso del tiempo el placer de la lectura se hace más intelectual, pero cuando eres niño ese placer es espontáneo. Y yo quiero favorecerlo así.
-¿También entre posibles lectores adultos?
-Es curioso, pero por lo general se asume con naturalidad que el público adulto disfrute con las películas para niños de Pixar o Hayao Miyazaki. Sin embargo, hay cierto tabú a la hora de que un lector adulto escoja libros para niños. Carlota quiere leer parte de un acontecimiento fundamental en mi caso: en medio de una infancia muy difícil, los libros me salvaron la vida. Así que mi historia trata sobre el poder de los libros. Me preocupa que los niños estén hoy día permanentemente expuestos a las pantallas mientras la lectura se convierte en una opción cada vez más residual, porque, precisamente, nada llega a ser tan reconfortante como un buen libro. Estoy convencido de que, en un mundo de pantallas, la diferencia está en la gente que lee. Así que claro que me gustaría que los adultos leyeran también mi libro y expresaran qué opinan de todo esto.
-¿Le parece oportuno entonces reivindicar la literatura infantil, también, como parte del canon?
-A la literatura infantil le sucede como a la de género: se encuentra sometida a prejuicios demasiado antiguos, por lo que sus valores literarios, que pueden darse como en cualquier otra literatura, carecen de reconocimiento y pasan desapercibidos. Sólo puedo decir que, para mí, la literatura es una expresión del pensamiento. Que, cuando escribo, mi pensamiento cobra forma. Y da lo mismo si lo que escribo va dirigido para niños o para adultos. Es indiferente.
-¿Hay en usted una escisión entre el novelista y el autor de libros infantiles?
-No sabría qué decirte. Los procesos son completamente distintos en mi caso. Para empezar, escribí Bobby Logan y Far Leys a ordenador. En cambio, escribí Carlota quiere leer a mano, aunque tuvo una composición oral en un principio, cuando decidí contarla, simplemente, como un cuento. De todas formas, te confesaré que soy un escritor bastante inseguro. Necesito partir de una base en la que me sienta protegido, por decirlo así, y a partir de ahí voy escribiendo. En el caso de Carlota quiere leer, esa base era muy parecida a un juego.
-Como escritor, ¿tiene alguna certeza respecto a la crisis editorial surgida a cuenta de la pandemia?
-No, no hay certezas. No sabemos qué va a pasar en lo relativo a plazos, consecuencias y casi cualquier cosa. Sólo tenemos incertidumbres. Sí creo, eso sí, que si la cultura y la educación no fuesen en España asuntos marginales, habitualmente dejados de lado, esta crisis nos habría pillado con más recursos para hacerle frente de manera más sólida. Pero el problema es que siempre hay cuestiones más importantes que la cultura. No creo, la verdad, que la gente acuda en masa a las librerías cuando acabe la cuarentena. Va a haber que empezar de nuevo en muchos sentidos. Y es muy duro saber que el trabajo al que tanto has dedicado se queda en el limbo. No sé si habrá forma de solucionarlo.
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