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"Mantener abiertos los parques y jardines es una medida básica"

Alberto Soler | Psicólogo

Alberto Soler.
Verónica Gayá

23 de octubre 2020 - 08:40

Alberto Soler (Valencia, 1982) es psicólogo clínico, creador del canal de YouTube Píldoras de Psicología y autor de varios libros, entre los que se encuentra el recientemente publicado Niños sin etiquetas. Soler dedica gran parte de su tiempo a divulgar contenidos sobre educación y crianza, de cómo la pandemia está afectando a niños y adolescentes, y qué podemos hacer de cara a los próximos meses. No deja de remarcar el ejemplo que nos están dando los niños de responsabilidad y civismo, y la importancia que tiene que sepamos compensarles con medidas y políticas sociales que no les perjudiquen.

-Parece que la vuelta al cole está siendo mucho más tranquila de lo que se pudo prever y que no está habiendo muchos problemas de adaptación.

-Está siendo ejemplar, creo que hasta los adultos podemos aprender de ellos. Los profes están haciendo un esfuerzo importante por acoger a los alumnos en estas condiciones. A pesar de todo, hay niños que les ha costado adaptarse, aunque no hay que exagerar, y tampoco podemos estar echando siempre la culpa a la pandemia.

Los niños nos están dando una lección increíble de cómo se están amoldando a las normas. No he visto niños que tengan ese extraño síndrome de llevar la nariz por fuera de la mascarilla. Están demostrando mucha más madurez y responsabilidad de lo que muchas personas esperaban.

Docentes y alumnos nos han dado una gran lección, pero me entristece la falta de previsión generalizada que hemos tenido durante todo este tiempo. Que desde el mes de marzo sabíamos que íbamos a tener unos problemas muy importantes de conciliación y a día a hoy no lo hemos resuelto.

-¿Con los adolescentes está siendo más complicado que con los niños?

-De los adolescentes esperamos más, que sean más responsables. Pero es verdad que se les ha pedido que inhiban una cosa de las más importantes para ellos: las relaciones sociales.

Además es importante admitir que uno de los signos de la adolescencia es rebelarse contra las normas, contra las imposiciones; por eso, no es de extrañar que cuando hablamos de una adolescencia bien instaurada se puedan ver conductas que no sean las más responsables ni las más solidarias. Es muy importante que la comunicación con la familia sea efectiva y que ellos demuestren su individualidad de la manera correcta, por ejemplo, para demostrar su individualidad quizás de en vez de optar por no ponerse la mascarilla, habría que animarles a elegir qué tipo de mascarilla ponerse.

Debemos además tener en cuenta que no ha habido un modelo adecuado de comunicación con los adolescentes a nivel institucional, con alguna excepción, pero por lo general ni si quiera lo ha habido. He visto poco esfuerzo en comunicar a la adolescencia y, en general, a la juventud.

-Nos pueden quedar meses por delante sin salidas al campo, sin todas las opciones deportivas disponibles, incluso con parques cerrados... ¿Le preocupa?

-Me preocupa mucho, sobre todo si les damos de cenar pizza. Debemos aprender lo bueno y lo malo que se hizo durante la gestión del anterior confinamiento. Los niños y adultos necesitan moverse y se ha demostrado que los parques y espacios abiertos son seguros, necesarios para el bienestar físico y emocional. Tenemos mucha más información ahora y, por tanto, deberíamos articular medidas y políticas que fueran lo menos punitivas para los ciudadanos, pero que maximizaran el control de la pandemia. Mantener abiertos los parques y jardines es una medida que considero básica.

-En el colegio, ahora a los niños se les pide que no se toquen, se les sienta separados, no pueden hacer nada en grupo ¿.Podemos estar enfrentándonos a un problema de soledad?

-El mayor problema de soledad ya lo hemos pasado, lo han tenido los niños en el confinamiento; para muchos, especialmente para los hijos únicos, toda la etapa del confinamiento, ha sido muy solitaria.

Una situación agravada para las familias disfuncionales, o familias en riesgo de exclusión, en las que para esos niños la escuela es el único ambiente sano que tienen en su día a días y, por tanto, haber perdido ese vínculo durante tantos meses ha sido un drama para ellos. Por tanto, aunque ahora haya medidas sanitarias que nos están privando de cosas, nada más solitario que el confinamiento.

-¿Debemos tener cuidado en no transmitirles miedo a los niños?

-Tener miedo es normal, lo que debemos evitar es el miedo patológico, el que nos puede llevar a una situación de parálisis. Hay que convertir el miedo en una conducta prudente y responsable. El miedo adulto y el infantil son diferentes. Los niños hasta que no cumplen cierta edad no son completamente autónomos para "decidir" qué es lo que les genera miedo y lo que no. Ellos ven a sus padres como unos referentes emocionales.

Con los niños muy pequeñitos se ve rápido cuando acuden a la consulta del médico, una vez que se tumban en la camilla, ellos miran a sus padres y al pediatra para analizar, y en cierto modo preguntándoles, si esa situación es segura. Si ven a sus padres con cara de tensión, van a llorar.

-¿Tienes algún consejo para los docentes?

-Es que procuro no darles consejos, sería como dárselos a un mecánico sin tener idea de mecánica. Lo que hago es darles las gracias por el trabajo y el esfuerzo que están haciendo en una situación tan complicada como la que estamos viviendo. Tenemos que mostrar mucha gratitud porque además son un grupo muy expuesto a los rebrotes y se están dejando la piel en poder amortiguar la frialdad de las medidas que debemos tomar frente al Covid.

-¿Nos hará diferentes o mejores esta pandemia? ¿Nos acostumbraremos a no tocarnos, no abrazarnos...?

-Esto va a ser toda una experiencia vital. Pero no creo que nos cambie. Hace un siglo escaso, ya pasamos por otra pandemia, cuyas medidas fueron muy parecidas a las que se han tomado: distancia interpersonal, aislamiento..., y no tuvo un impacto sostenido en la población. De hecho, la forma que tenemos hoy en día sigue siendo muy mediterránea, basada en el contacto. Esas costumbres tan arraigadas nos costaría mucho más cambiarlas.

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