"No merece la pena preguntarse para qué sirve el periodismo, el ejemplo más elocuente es Palestina"

Karlos Zurutuza

El periodista vasco publica 'Una trinchera en Marte' en el que relata sus años de trabajo en Baluchistán, una región remota y desconocida que ocupa parte de tres países: Pakistán, Irán y Afganistán

"Irán es el gran misterio de Oriente Medio. Nunca sabremos si la muerte del presidente fue un accidente o una purga interna"

Pakistán responde con un ataque contra bases insurgentes en Irán

Karlos Zurutuza. / Libros Del Ko

-Existe una larga tradición de periodistas vascos viajeros y expertos en Oriente Medio, ¿pero cómo acaba un donostiarra haciendo un libro sobre un lugar tan remoto como Baluchistán?

-Siempre me han llamado la atención esos focos sin cubrir. He trabajado más de veinte años como reportero, muchos de ellos en Oriente Medio, pero nunca he cubierto el conflicto Palestina a pesar de mis simpatías por el pueblo palestino, más aún en estos días. Pero no he visto necesidad de hacerlo porque había mucha gente cubriéndolo. Había muchos otros focos que sabía que estaban pero no había información. Hoy en día tenemos internet pero hace veinte años encontrar algo de Baluchistán o Kurdistán era muy difícil. Se trata de contar las historias que a mí me gustaría leer. Y Baluchistán a mí me parecía muy exótico y me llamaba mucho la atención que nunca se hablara de ello, a pesar del sitio en el que está y las riquezas que tiene.

-Su libro se hace una gran pregunta y parece girar en torno a ella, ¿para qué sirve el periodismo? ¿le ha encontrado sentido a su trabajo?

-No, porque no merece la pena hacerse esas preguntas. El ejemplo más elocuente es el de Palestina. Cuánto habremos leído sobre los palestinos y fíjese lo que está pasando. Evidentemente esperar resultados es algo muy pretencioso, pero que ni siquiera sirva para contener esa impunidad con la que se está machacando ahora a un pueblo como el palestino... Tengo la sensación de que mi trabajo al final es un entretenimiento para gafapastas.

-Asistimos al genocidio palestino, pero usted relata una serie de asesinatos, desapariciones, secuestros y torturas durante muchos años a los baluches por parte de los servicios secretos pakistaníes que apenas llega, ¿por qué?

-Lo primero es que el impacto que tiene sobre los medios es cero. Por eso se titula el libro Una trinchera en Marte. Más allá de lo puramente anecdótico, hay un momento en el que digo que llegan más noticias de Marte que de Baluchistán. Y luego es que el acceso de los periodistas es restringidísimo, es una de las zonas más herméticas en las que he trabajado. Es muy difícil trabajar, no sólo por el acceso sino por los problemas que puede tener la gente que necesitas para trabajar. Nosotros necesitamos traductores y fixers, y tú te vas pero ellos se quedan. Son demasiados factores a tener en cuenta y muchas veces toda esa montaña de riesgos, personales o para la gente cercana, hace que no se cubra. Baluchistán queda totalmente descartado de la escaleta.

-¿Y merece la pena jugarse la vida o la libertad, trabajar sin acreditación para que encima luego llegue el mismísimo New York Times y le robe un reportaje con erratas incluidas?

-¿Qué puedo contar de cómo se ha precarizado el sector? Eso daría para unos cuantos libros más. Para mí ya se reduce a contar historias, sin preguntarme siquiera ni quién las lee. Creo que hay gente que merece que su historia se conozca. Y hace ya mucho tiempo que no espero ningún resultado más allá de recoger esa historia y contarla. Hay veces en las que hay que ser muy pragmático y muy realista, saber dónde estás y conformarte con tu trabajo. Si te da para vivir, pues es suficiente.

-A usted incluso lo tocó la CIA...

-Sí, sí... Todos los que hemos estado sobre el terreno tenemos historias de éstas. Hay quien las cuenta y quien no, pero la figura del periodista es la tapadera ideal para este tipo de gente. Cuántas veces coincides con alguien que te dice que es periodista, metes su nombre en Google y no aparece por ninguna parte. Enseguida te das cuenta de que la tapadera no la tiene bien montada. Y en zonas en las que hay un acceso tan restringido... eso más que nada nos da una idea de lo perdidos que andaban los yankis, que contactaron con alguien como yo, que puedo saber algo de derechos humanos pero de ahí a manejar inteligencia e incluso querer compartirla con la CIA... Es ciencia ficción, vamos.

-¿La muerte del presidente iraní puede cambiar algo?

-Creo que el régimen teocrático de los ayatolás es monolítico y nunca llegaremos a saber exactamente si fue un accidente o si fue una purga interna. Pero en ese régimen, a rey muerto, rey puesto. Ahí hay un líder supremo que es Jamenei y el resto son poco más que figurantes. En cualquier caso, Irán es el gran misterio de Oriente Medio. Sabemos muy poco de ese país.

-¿Le sorprendió el asesinato de unas turistas españolas en Afganistán?

-No me sorprendió nada, qué va. El turismo de guerra se cobra bien. He conocido a turistas de guerra y a guías.

-¿Cómo ve el futuro en la zona? ¿Habrá algún día un estado o algo de autonomía para Baluchistán?

-Uff... A mí me recuerda mucho a los kurdos. Que esta gente pudiera disfrutar de unos ciertos niveles de libertad pasaría por desmontar toda la geopolítica en la región y por el caos, por un auténtico baño de sangre. Nadie se atrevería, ni los rusos ni los chinos ni los yankis. Hemos visto lo que pasa en Irak. Irán es Irak multiplicado por diez. Y Pakistán es una potencia nuclear que tiene vínculos con China. Desgraciadamente me parece una entelequia.

-¿Son los chinos los nuevos imperialistas en Oriente Medio?

-Es una zona por la que han pasado todos, desde Alejandro Magno en su día a los persas, los mongoles, los británicos, los rusos y ahora ese imperio económico que es China, que está haciendo con el puerto de Gwadar lo que quisieron hacer los rusos en su día, que es llegar al Índico. La Unión Soviética era un país enorme pero muy mal comunicado con el mar y esa era una de las grandes metas. Aquello no ocurrió, pero los chinos están ahí. Y los baluches también, claro, porque es su tierra.

Dos décadas tras historias por las que nadie apuesta

Dice en la biografía de la solapa de Una trinchera en Marte (Libros del KO, 2024) que a Karlos Zurutuza le habría gustado embarcarse en Nantucket, pero sus pies le llevaban siempre hacia el este. Los kurdos, los baluches, el colectivo LGTBI iraquí, los mandeos en Irán o los mingrelios atrapados en la gran zanja del Cáucaso son algunos de los temas que ha tratado en las dos décadas que lleva contando "historias por las que nadie apuesta", pero que contra todo pronóstico ha conseguido publicar en medios de comunicación tan importantes como The Guardian, The Independent, Al Jazeera o Politico. Antes de este libro de historias de Baluchistán ha escrito Tierra adentro. Vida y muerte en la ruta libia hacia Europa (Libros del KO, 2018), y junto a David Meseguer, Respirando fuego. En las entrañas de la lucha kurda por la supervivencia (Península, 2019).

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