"Entre Kafka e Ingrid Bergman no hay color"
óscar Lobato. periodista y novelista
-Nace en Madrid y se va al mar. Al revés que Alberti.
-Soy el mayor pero no debía serlo. Mi madre estaba embarazada y perdió a dos niñas gemelas. Mi familia vivía en Tánger y le recomendaron que con ese precedente en Madrid había más cuidados clínicos. Por eso nací en Madrid, a mucha honra. Pero volví.
-¿A su tierra prometida?
-Mi abuelo materno después de la Guerra Civil, como estaba en el bando de los perdedores, de los republicanos aunque él no lo era, tuvo que buscarse la vida. Y llegó a Tánger.
-Tierra de buenos periodistas: Eduardo Haro Tecglen, Antonio Colón...
-Hay un error de ambientación en la película Casablanca. Lo que recrea es la ciudad de Tánger donde todo el mundo era espía y en los ratos libres hacía otra cosa. Conservo el recuerdo del respeto sepulcral en los cafetines cuando veían pasar la comitiva de un entierro musulmán, hebreo o cristiano.
-Un territorio que frecuenta la primera novela de María Dueñas...
-Que escribe maravillosamente. La leí cuando terminaba mi tercera novela y hacía por el Mediterráneo el recorrido de mis personajes. Sólo le pongo un pero, y es que María Dueñas no ha cogido en su vida una pistola. Es imposible llevar doce pistolas como lleva Sara Quiroga. Pero el mérito de El tiempo entre costuras o Palmeras en la Nieve, de Luz Gabás, es que escriben historias en sitios donde la gente no tenía la percepción de que pudieran existir. Son novelas que hacían falta.
-Periodista en tantas maniobras de la OTAN, sabe lo que pesa una pistola y hasta un tanque...
-Vivía en una provincia que tenía dos bases militares extranjeras, Rota y Gibraltar, y 35.000 personas entre militares, familiares o gente de la industria.
-¿Intuía que el "bases fuera" sería bases dentro?
-Yo me lo temía. Todos compartíamos ese rechazo pero las cuestiones de geoestrategia no tienen nada que ver con las buenas intenciones. Mi mujer dice que hace treinta años, cuando éramos novios, yo ya escribía que podía pasar lo que está pasando con los refugiados. Toda aquella locura de guerras superpuestas, de corporaciones transnacionales que dictaban la política de los países tenía que producir ese efecto dominó que en España nos resulta muy familiar. Llegó a haber trescientos mil españoles en campos de refugiados de Francia por la Guerra Civil, que eran en realidad campos de concentración.
-¿La muerte del niño sirio es un punto y aparte?
-La diferencia es que el cadáver de ese crío parece que ha aparecido en el Parlamento Europeo, el 10 de Downing Street y el Bundestag. No sé cuántos años llevo viendo cadáveres que deja el mar en las playas de las costas de Cádiz.
-¿Estamos ante una Tercera Guerra Mundial encubierta o no declarada?
-Hace mucho tiempo que las guerras abandonaron las órdenes de batalla. Ya no se funciona con batallones o divisiones. Había un modelo de guerra asimétrica, pero desde que los soviéticos fueron derrotados en Afganistán y los americanos en Vietnam, cambiaron las reglas del juego. Ahora estamos asistiendo a la teleguerra, a los drones con el eufemismo de los daños colaterales.
-¿La literatura es una prolongación del periodismo?
-Es una línea recta que no existe en poesía, ensayo o teatro. La palabra novela en italiano antiguo era colección de noticias. Pío Baroja, en El laberinto de las sirenas, aplica sus conocimientos de la crónica de sucesos. Pérez-Reverte es el ejemplo más cercano.
-¿Son oficios afines?
-Mis novelas tienen que estar ambientadas en el tiempo actual y enganchar al lector. Eso ha sido así desde La Odisea. Enamorar, seducir, hechizar al lector pero acudiendo a mi época de periodista de investigación. Una novela es ficción, pero en las mías cada vez hay un mayor porcentaje de verdad.
-¿Qué le dio a Pérez-Reverte para que lo citara en La piel del tambor?
-Le di mi más sincera amistad y me metió en dos. Arturo siempre dice que los amigos están para putearlos. Me mete a mí y mucho más al Fito (Rafael de Cózar) o Eslava Galán.
-¿Cómo lo conoció?
-Pérez-Reverte estaba haciendo para TVE una serie sobre narcotráfico. Decía que cuando no tenía guerras, se bajaba al sur. Leyó algo que yo publiqué, pero a diferencia de la mayoría de los periodistas de la tele, no me llamó el productor o la secretaria. Una noche me llamó él mismo y empezamos a charlar.
-¿Qué centenario le atrae más, el de Ingrid Bergman o el de La Metamorfosis de Kafka?
-No hay color. No esperaría el centenario de Monica Bellucci para ver todas sus películas. Lo ideal es ver Casablanca por la tarde.
-¿Y leer a Kafka por la noche?
-La única novela que a mí me ha desvelado fue Los asesinatos de la calle Morgue de Edgar Allan Poe.
-¿Qué Cádiz es más literario, el de Teófila o el de Kichi?
-Los dos, no sé si de ficción o de terror. La historia de Cádiz da personajes curiosos. El actual alcalde puso un retrato de Fermín Salvochea encima de su despacho y al día siguiente recibió el cordón de la hermandad del Nazareno, cosa que a Salvochea le daría dolor de tripas, porque sólo iba a la iglesia hasta la puerta para acompañar a su madre a misa. Aunque el día de su entierro llovió a mares y lo tuvieron que meter después de muerto en el oratorio de la capilla de un antiguo palacio que en Cádiz conocen como la casa de las Cadenas.
-¿Existe el realismo de Mágico González?
-La ciudad de Cádiz da personajes que no nacieron en ella. Su alcalde nació en Rotterdam. Pero Mágico González siendo salvadoreño parecía del barrio de la Viña. Ya lo decía el Beni de Cádiz: el arte no tiene fronteras.
-¿Hay ya cuarta novela?
-Acabándola estoy. Me queda un capítulo. Recuerdo una frase que me dijo Arturo Pérez-Reverte antes de que yo empezara a escribir novelas. Decía que este oficio es una carrera de fondo; si no estás dispuesto a aguantar, no empieces a correr. Yo doy fe. No sé cómo hacen novelas otros; en mi caso es una cosa aburridísima y nada apasionada. Todos el día sudando de transpiración, no de inspiración para dar con la tecla de los personajes. No tiene nada que ver con esa imagen del novelista que dan el cine y la televisión.
-¿Qué asunto trata?
-En Alfaguara, donde he publicado mis tres novelas, me dieron una directriz: los periodistas tenemos tendencia a hacer novelas sobre temas que por extrañas razones se convierten en temas de actualidad. Escribo novela negra policiaca aunque ninguno de mis personajes es policía ni guardia civil ni nada que se le parezca. La tercera fue de aventuras al estilo Stevenson y la próxima será más de Julio Verne.
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