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Juanlu Montoya: “El ‘pellizquito’ de arte es herencia”

El cantante Juanlu Montoya. / José Ángel García

Juanlu Montoya (Utrera, Sevilla, 1985) lleva el arte en su ADN. Nieto de uno de los cantaores más importantes de todos los tiempos, el utrerano Enrique Montoya, y sobrino de artistas, no considera que sus raíces le hayan facilitado un camino profesional por el que transita “con mucho trabajo poquito a poquito” y sin desfallecer. Su humildad no le deja creerse lo que está viviendo, pero confía en su música, que separa del flamenco, aunque su cante sea “del sur” y “aflamencado”. Juanlu Montoya tiene claro su estilo y asegura que con su “sello” lo que persigue es que sus ritmos “vayan con los tiempos” y así lo hace en su trabajo Sonriendo al reloj.

–¿Ser nieto de Enrique Montoya lleva como segundo apellido el flamenco?

–Pues sí, hemos escuchado tanto que de ahí nos viene a el gusanillo por la música. Siempre nos ha gustado escuchar buena música, y al final eso te contagia y te hace madurar y crecer en esto.

–Entonces, ¿se nace o se hace?

–Las dos cosas. Para mí ese pellizquito de arte es una herencia, y después trabajando... y más en mi caso, que ha sido muy trabajado todo.

–¿Impone enfrentarse a un escenario?

–Según como te coja el cuerpo. Hay veces que sí, pero cada vez menos. Sobre todo con conciertos muy seguidos. Llegas a mecanizarlo.

–¿Familia obliga?

–En absoluto. Yo cuento mi historia, mi abuelo contó la suya y mis tíos cuentan la de ellos. Cada uno ha tenido un protagonismo en la música distinto y en épocas distintas.

–Entonces, ¿tener las raíces familiares que tiene es más un balón de oxígeno que un lastre?

–Sí, totalmente. He tenido la suerte de vivirlo desde muy pequeño, de haber seguido tanto y ver tanto a mi abuelo, pero ya está.

–¿Son los mayores críticos?

–En un concierto sí, pero en reuniones no solemos hablar de música ni de mi trabajo. Sí tengo más conversaciones con mis hermanos, con mi familia más directa.

–Tras más de una década en la música, ¿alguna vez se planteó un futuro diferente?

–Empecé cantando en bares, discotecas, en la feria y ahí arrancó mi carrera. Después llegaron los discos que más han conectado con el público. Esto es construir poco a poco.

–¿Es muy difícil pegar el gran salto?

–No ha sido un salto grande. Me siento muy orgulloso porque he ido pasito a pasito, todo muy trabajado y todo muy organizado. No he tenido ni campañas de márketing ni nadie que apostara por mí, solo yo aposté por mi música y ahora aquí me veo trabajando de lo que me gusta.

–Aúna todos los roles (compositor, cantante, productor), ¿en qué papel se siente más cómodo?

–En realidad en los tres. Los tres me gustan y los hago desde que empecé. No tuve más remedio que escribirme las canciones y producírmelas, y así sigo. Y ya estoy tan acostumbrado que me cuesta delegar.

–¿Se ha visto obligado a ser hombre-orquesta?

–Sí claro. Para un chico que empieza nuevo y que le gusta cantar es muy difícil que un autor te dé canciones, y luego pagarse una producción musical. Yo estudié temas de grabación, de estudio, y aprendiendo y practicando pude mejorar.

–¿Cuándo fue su momento de inflexión? ¿Cuándo supo que podía tirar para adelante?

–Pues no lo ha habido. Es que ni lo he visto. Sigo escaloncito a escaloncito, aunque es verdad que después de Cupido en 2019 decidí tomármelo en serio al conectar tanto con el público. Ahí me ilusioné más, pero todavía no me creo nada de lo que me está pasando.

–¿Hacia quién dirige su música?

–Todas las edades, tengo un sector muy amplio. Es un público al que le gusta el flamenco y el pop, es muy diverso.

–Unos relacionan su música con el flamenco, otros hablan de popaflamencado, ¿quién es en realidad Juanlu Montoya?

–El pop es la producción musical y lo aflamencado es lo que pongo yo con mi voz, que suena a Andalucía. Fuera de Andalucía hablan de mí como flamenco, pero no es así. Es una fusión aflamencada.

–¿Cómo le afecta el sector más purista?

–La música aflamencada, cuando se hace desde el respeto y bien hecha, no tiene por qué excusarse de nada. Hay artistas que se llaman flamencos y ahí es donde está el problema. Venden su producto como flamenco, pero no tienen nada de eso. El flamenco es lo que es, y la música que yo hago no tiene nada que ver.

"La música aflamencada, si se hace desde el respeto y bien hecha, no tiene por qué excusarse de nada”

–¿Qué papel ocupan las redes en su carrera?

–Importantísimo. Sobre todo en la cuarentena. Mucha de la música que se escuchó en ese momento fue mía. La pandemia fue cuando muchos me descubrieron, conocían mi música pero no sabían que era mía, no me ponía cara.

–¿Pero eso es un problema de distribución?

–Totalmente. A lo mejor por no hacer promoción.

–¿Entrar en los medios es muy complicado?

–Que suenes en radio, según mi experiencia, es por muchas cosas. Es que hagas campaña o que caigas en gracia, si no, no te ponen. Yo he conseguido abrirme un hueco afortunadamente en la mayoría de medios, pero no todos apoyan.

–¿Es de los que piensan que al final todo queda en su lugar?

–Sí, por supuesto. La fórmula es seguir trabajando.

–¿El flamenco está desubicado dentro de la música actual o es un corredor de fondo?

–Lo aflamencado se escucha, pero el flamenco más puro si está más reducido, aunque la Ley del Flamenco va a hacer mucho bien.

–¿Cómo se ha tomado la gente del flamenco la ley?

–Se recibe con alegría. Es importante que se le dé su sitio a un género tan fundamental y del que viven tantas familias.

–Si su abuelo levantara la cabeza, ¿qué diría de las letras que hay hoy?

–Estamos en un momento de vergüenza. Las canciones punteras, las que nuestros hijos reproducen, no son lo que deberían ser.

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