"La libertad de expresión incluye saber de qué se habla"
Juan Cruz | Periodista y escritor
No sorprende oírle a Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948) preguntarse a sí mismo sobre lo real y sobre el modo de aprehenderlo. "¿Y uno qué sabe?", resume lapidariamente acerca del estado del mundo y la inflación de información, desinformación y opinión. A diferencia de la tendencia en el gremio, Cruz prefiere ahora, con los años, volver a la calle, despojándose del laurel de la columna de opinión. La obra ensayística y literaria le sirve para satisfacer su natural tendencia a la observación reposada. Ha publicado en Alfaguara Primeras personas, un compendio de semblanzas en el que repasa las personas que ha conocido en su vida profesional: Caballero Bonald, María Zambrano, Muñoz Molina, Saramago, García Márquez, Vargas Llosa, Günter Grass...
-Como español insular, ¿percibe diferencia entre la Andalucía atlántica y la mediterránea?
-La mediterránea es más seria. En la Andalucía central, en Granada y Jaén, parece que cabalga Unamuno. En Cádiz es como si estuviera cabalgando Lorca, que era más divertido que Alberti.
-Su último libro es un compendio de semblanzas en el que Caballero Bonald es figura capital.
-Lo conocí hace muchos años en Canarias. Es una visita obligada a mi propia memoria. La lectura de Examen de ingenios me resultó muy nutritiva, como si me comiera a la vez un montón de platos cocinados por él. En el libro hago una revisita a las personas que he conocido a lo largo del tiempo, como hace él, pero sin su talento ni su mala leche.
-Sus retratos son difuminados, como son los recuerdos. Para escribir uno sobre sus memorias, ¿es necesario recurrir a la invención para rellenar los vacíos?
-Tener que mentir sería desolador. Yo sólo cuento lo que recuerdo y no son conversaciones sino tonos, modos de estar, de saludar, de despreciar, de abrazar... Todas las relaciones humanas guardan metáforas distintas. No he escrito un libro de fotos, son más bien dibujos como los que los niños hacen de las personas.
-Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para poder pensar. ¿Dejó usted de ser redactor de mesa para lo mismo?
-Pues ahora me gustaría hacer más crónicas y entrevistas. Me interesa el latido de la gente. Me apetecería centrarme en Cataluña, por ejemplo, o por qué ha llegado la ultraderecha. Y eso hay que hacerlo preguntándole a quien sabe. Porque, ¿uno qué sabe?
-¿Me está diciendo que prefiere dejar de lado su faceta como opinador?
-Los periodistas hablamos demasiado y tenemos que preguntar más. Yo hoy le preguntaría a un experto sobre la libertad de expresión. Si nos lo preguntáramos, nos callaríamos. La libertad de expresión incluye saber de qué se habla. Eso de opinar porque sí, como si opinar fuera un derecho... El derecho es a la educación. Y, si uno sabe, opina.
-Google ayuda a que todo el mundo lo sepa todo sobre todo.
-Google ha usurpado la importancia del Periodismo. Ha llevado a la gente a pensar que con tres palabras puedes ya hacerte una idea. Para llegar a una idea, uno no sólo tiene que arrancarse los ojos, tiene que arrancarse los prejuicios.
-Todo sucede muy deprisa. ¿Sin detenimiento es posible llegar a una idea?
-Es impresionante la cantidad de esperanza que han dado a la humanidad los rápidos avances médicos y tecnológicos, pero tengo reparos con las nuevas tecnologías. Dan acceso muy velozmente a informaciones que son mentira. Prefiero el periodismo lento.
-Lo ha mencionado antes: ¿cree que el fenómeno Vox llega para quedarse?
-Ni idea, la verdad.
-Pocos previeron su irrupción.
-Los periodistas y los políticos, la sociedad en general, tenemos la tentación de decir que lo que acaba de ocurrir no era lo que tenía que ocurrir. ¿Y por qué sabemos que no tenía que ocurrir?
-¿Cuántos sociólogos habrán estudiando las causas del fulgurante ascenso?
-El ascenso de Vox es el ascenso de la ultraderecha y habrá un montón de razones. Está en Francia, en Italia y en Suecia. En Inglaterra y Estados Unidos. La ultraderecha es un gen que está en la sociedad. En la Alemania de Goethe y de Mann también ha reaparecido el gen. Y en la Austria de Mozart.
-... Y en Andalucía.
-En la Andalucía de Lorca, asesinado por la ultraderecha, está el gen. Como dijo Errejón, no creo que sean los 400.000. Tener un país de derechas es tan fácil como tenerlo de izquierdas. Basta con que los argumentos circulen sin contrapesos.
-¿Qué mensajes han circulado aquí?
-Había un partido más de izquierda que el que gobernaba que se dedicó a decir que el partido que gobernaba era de derechas. Ante eso, la gente ha dicho: "Pues si éstos son ya de derechas, qué más da". Y ahora tenemos derecha hasta por las orejas.
-¿Peligrará el café para todos en la prevista reforma constitucional?
-Aunque pueda ser cuestionado, será difícil erradicar ese logro democrático. Si a los andaluces les dicen que no van a tener ciertos derechos, la gente se lo va a pensar mucho.
-Es un barcelonista confeso y apasionado.
-El fútbol forma parte del fanatismo que todo ser humano lleva dentro. Yo aconsejo a la gente tener un club de fútbol y unas ideas. Con el fútbol puedo desarrollar el fanatismo; con las ideas, atender las de los demás.
-A alguno podría parecerle paradójico que España haya ganado títulos con el legado del Barça.
-Ni hay 400.000 ultraderechistas en Andalucía ni 400.000 independentistas en Cataluña. O al menos hay otros 400.000 o más que no lo son. Me da pena lo que está pasando. Si fuera en otro lugar, me daría vergüenza. Pero a Barcelona la considero mi tierra. Todo lo que ha pasado allí, en el mundo editorial, literario y futbolístico, me ha hecho persona. Estoy afectado.
-¿Ha sentido inquietud?
-Ahora tengo miedo. Decir eso es una frontera terrible. Es como decir que tienes miedo en un hospital.
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