Itziar de Lecuona: “Sin educación científica nos lo creemos todo”
Itziar de Lecuona dirige el observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona, una entidad que, en colaboración con la Unesco, se encarga de los aspectos sociales y legales de la biotecnología y la biomedicina, pero también de las consecuencias de vivir en un mundo interconectado. Ahí entra la brecha digital y las consecuencias sociales de la pandemia, que analizó recientemente en Sevilla en una jornada organizada por el Defensor del Pueblo Andaluz sobre la brecha digital.
–Ha sido consultora en el proceso de creación de los certificados de vacunación, ¿es discriminatorio en un contexto de falta de dosis?
–El certificado digital puede ser discriminatorio. Las medidas que se tomen en la pandemia deben ser proporcionales a los fines que se persiguen, respetuosas con los derechos y, sobre todo, temporales. Esta medida no se ajusta a estas cuestiones. No hay evidencia científica de que las personas vacunadas no puedan contagiar, pero entiendo la tensión que se genera entre reactivar el turismo, la economía, la vida social y la protección de los derechos. Trabajando en la digitalización te das cuenta de que muchas de las medidas que se toman nunca son temporales, luego permanecen. No es el qué, sino el cómo. La solución, a corto plazo, parece resultona, pero tiene profundas implicaciones. Según cómo enfoquemos este asunto podemos entrar en cofinamientos digitales sin fecha de caducidad. Que seamos cautivos y perdamos libertad.
–¿Se refiere a la creación de guetos?
–No exactamente. Al final crees que estás tomando decisiones libres, y en el fondo estás controlado. Hacerse una PCR o vacunarse son asuntos personales.
–¿Es hipócrita hablar de viajar con un certificado vacunal cuando la mayoría de la población mundial, que no vive en países desarrollados, no tiene acceso a los fármacos?
–La prioridad debe ser el acceso universal a las vacunas. Nuestra libertad depende del que tenemos al lado, pero al otro lado del charco. Es una cuestión de justicia de primer orden.
–¿Y qué hacemos con las patentes? Hay quien defiende que no todo el mundo puede hacer una vacuna de ARN mensajero.
–Ningún momento como este es mejor para justificar que no tiene que haber patentes. El conocimiento generado después de este esfuerzo internacional tiene que ponerse a disposición de las personas. Aquí entran los acuerdos alcanzados para comprar las vacunas. No se ha permitido el acceso hasta que se filtró tachado, pero el desarrollo de vacunas depende de la iniciativa pública y privada. Es nuestro, compartido. No puede ser titularidad exclusiva de la industria.
–¿La industria farmacéutica siempre es la mala de la película?
–Creo que no. A la industria no le puedes pedir que haga de Estado, pero el Estado no puede estar al servicio de la industria farmacéutica. Hay una responsabilidad social compartida. Si quiero ser libre y tomar decisiones, me tengo que formar, tengo que tomar cartas en el asunto. Pero el acceso y la distribución no ha sido como tenía que haber sido. Estamos al servicio de las reglas del mercado y eso no puede ser.
–A veces los medios formamos parte de esa cadena de confusión de la información científica.
–El periodista tiene una responsabilidad ética. Debe conocer el tema, entenderlo y transmitirlo de forma objetiva y adecuada. Hay que generar confianza y seguridad y para ello, además, la Administración tiene que comunicar bien el mensaje.
–¿Hay que publicar información que pueda provocar miedo a la vacunación?
–La información se tiene que dar, pero no podemos contribuir a generar desconfianza a partir de algo que no tiene solidez. Eso es muy peligroso. Hay que partir de la evidencia científica. El Gobierno nos consultó sobre la idoneidad de hacer la vacunación obligatoria o voluntaria. Tiene que ser voluntaria. Obligando no ganas nada. Hemos visto en España cómo la gente se vacuna voluntariamente. Es mucho mejor estar vacunado que no estarlo. El beneficio para la sociedad de la vacunación es infinitamente superior a los riesgos y siempre hay riesgos que asumir.
–¿Cómo se enfrentaría a un antivacunas o a un negacionista?
–El antivacunas está en una zona de confort. Puede estar contra las vacunas porque tiene una inmunidad de rebaño a su alrededor. Desde el punto de vista científico no se sostienen sus argumentos. La bioética que yo defiendo tiene que ser inclusiva y propiciar un debate social. Pero tiene que haber cierta educación científica porque, si no, nos lo creemos todo.
–Aunque tiene formación en Derecho, trabaja con personas de ciencia. No siempre se ven mujeres en ese ámbito.
–El techo de cristal existe y queda mucho trabajo por hacer. Hay pocas mujeres en puestos directivos y pocas rectoras de universidad.
–Hace unas semanas leímos que en China un grupo de científicos habían creado quimeras con células de monos y humanos. ¿Hacia dónde va a bioética?
–La bioética también incluye cuestiones políticas. A nivel global, China, Europa y EEUU compiten. Esas cuestiones no pueden tratarse como si hubiera una universalidad de principios, aunque hay algunos. China, por ejemplo, no representa nuestra filosofía, ni los valores, ni los principios y derechos que nosotros promovemos. Lo que se puede hacer allí, aquí no se puede. La ciencia se autorregula para establecer límites y que siempre prevalezca el principio de supremacía del ser humano.
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