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“Israel necesita demostrar que es un socio fiable en la región”

Adrià Fortet. Doctor en Historia

Adirà Fortet. / M. G.

Adrià Fortet (Terrassa, 1994) es doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona, en la que ha sido investigador y docente desde 2017. Sus trabajos se han centrado en las relaciones internacionales y el conflicto de Oriente Próximo, con una tesis doctoral que analiza la evolución de los planteamientos territoriales de la derecha israelí en las últimas décadas. Es coautor de la nueva edición de Israel, la tierra más disputada (Península), del fallecido profesor Joan B. Culla.

-El conflicto entre israelíes y palestinos, ¿es el menos comprendido a pesar de ser el más conocido?

-No sé si el menos comprendido, pero hay mucha simplificación. Está muy presente en el día a día, pero en general hay tendencia a ver sólo la última parte del conflicto y se pierde de vista la perspectiva.

-¿El ataque del 7 de octubre marcará una nueva etapa?

-Previsiblemente sí, aunque el conflicto en sí dura ya un siglo y es difícil ver en el corto plazo una solución, pero el ataque cambió la relación de fuerzas y se está viendo una lucha entre los poderes en Oriente Próximo.

-¿Cree que la ofensiva israelí culminará con el fin de Hamas y su expulsión del Gobierno en Gaza?

-Éste es el elemento clave de esta guerra y lo que la está haciendo tan larga y despiadada. Israel estaba a punto de cerrar un acuerdo con los estados árabes suníes, particularmente con Arabia Saudí, para normalizar relaciones y aliarse frente a lo que perciben como una amenaza común: Irán. Entonces, Hamas lanza un ataque que demuestra que Israel es vulnerable. Israel necesita terminar con Hamas para demostrar que está en condiciones de ejercer su papel en esa alianza regional. Por esa razón, Irán, Hamas y el resto de grupos vinculados a este eje de resistencia pretenden demostrar que, aunque se inflija mucha destrucción, la Franja va a seguir en manos de Hamas y que Israel no es un socio fiable para los saudíes.

-¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Netanyahu?

-Él va a hacer todo lo que sea necesario para terminar con Hamas: pretende controlar la Franja y transferirla a una autoridad árabe con la aceptación de la comunidad internacional y de EEUU, pero sin Hamas.

-¿Ha evitado la guerra una sexta repetición electoral?

-La izquierda israelí y ciertos sectores contrarios a la coalición ya querían antes la dimisión de Netanyahu, una figura muy polarizadora. Los comicios no están previstos hasta 2026 pero, previsiblemente, cuando termine la guerra, trasladarán una mayor presión a las calles, lo que puede llevar a algunos diputados a dejar la coalición y disolver el Parlamento. La otra opción sería que el Gobierno cayese por la presión de los ultraortodoxos que no quieren ser reclutados en el Ejército, pero esto es más difícil porque no van a tener un Gobierno mejor para sus intereses.

-La violencia también se está extendiendo por Cisjordania. ¿Cómo influye la expansión de las colonias?

-La presencia de judía en Cisjordania es un elemento que genera crispación y hostilidad. Sin embargo, tras este deterioro está el de la propia autoridad de la Autoridad Palestina de Al Fatah, el partido del presidente Mahmud Abas. El islamismo político tiene más fuerza en la calle palestina que el nacionalismo laico que representa Al Fatah. Hay pocas dudas de que, sin la colaboración israelí, Cisjordania caería en manos de Hamas. Lo que hemos visto en estos dos últimos años es una proliferación de grupos armados locales, con Hamas detrás, que se han hecho con el control de zonas de Cisjordania. La Autoridad Palestina se ha visto desbordada, lo que llevó a Israel a actuar en ciudades palestinas para neutralizar la amenaza.

"En un conflicto tan visceral y mortífero, la solución de los dos estados es la única mínimamente justa”

-¿La implicación de Irán en el conflicto llevará irremediablemente a la expansión del conflicto?

-Este conflicto tiene un foco muy localizado en Gaza, pero es más general. Aunque es un conflicto entre Hamas e Israel, también lo es entre Israel e Irán, entre sus aliados regionales y, en última instancia, entre un Israel sostenido por EEUU y un Irán con una alianza firme con Rusia y China. Y tiene otros frentes, como hemos visto con el ataque al consulado de Damasco o los hutíes en Yemen. Pero el más peligroso es el del norte, entre Israel y el sur del Líbano, donde Hezbolá dispone de 150.000 misiles que apuntan a Israel. Hay ataques mutuos, pero ninguna de las partes responde con toda su fuerza. De hacerlo, habría un nivel de destrucción y mortalidad que dejaría pequeño el horror de Gaza.

-¿Cómo afectará a la normalización de relaciones de Israel con países del mundo árabe e islámico?

-Dependerá de cómo termine el conflicto. Si Hamas sigue en el poder en Gaza, va a enviar una señal a los estados suníes de que Israel no es un socio fiable y va a inclinarlos a buscar una alianza con Irán a través de China. Esto llevaría un cambio geopolítico muy significativo y contrario a los intereses de EEUU. Si, por contra, Hamas no continúa, veríamos en un plazo relativamente corto una normalización a la que se sumarían Arabia Saudí y otros países que haría realidad la visión de Netanyahu de esquivar la cuestión palestina y llegar a una entente que integrase a Israel en la región.

-¿La posible vuelta de Trump tras las elecciones en EEUU podría modificar el curso de este conflicto?

-Este episodio queda demasiado lejos como para que vaya a incidir en esta guerra. Hay una presión internacional fuerte para terminarla. La guerra, en el fondo, no tiene mucho más que el debate sobre si Israel entra militarmente en la ciudad de Rafah o no. Si se toma la decisión de entrar, hablaríamos de cuatro semanas para llegar a una victoria militar israelí. Si finalmente no entra, no va a tener mucho sentido que la guerra continúe a este nivel.

-¿Cree en la solución de dos Estados?

-La solución de los dos estados es la única que proporciona una base de Justicia. Hay dos poblaciones que reivindican esta tierra como suya con razones históricas, culturales, religiosas... En un conflicto tan visceral y mortífero, sólo hay dos soluciones. Una es que una de las partes logre una victoria absoluta y eche a la otra, lo que en el mejor de los casos es una limpieza étnica o, incluso, un genocidio. La otra es partir el territorio. A pesar de sus dificultades, la solución de los dos estados es la única mínimamente justa.

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