“La IA no es buena ni mala, es una herramienta”
Jordi Torres. Catedrático e investigador del Barcelona Supercomputing Center (BSC)
Catedrático de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), Jordi Torres cuenta con una larga trayectoria en docencia e investigación. En 2005, se unió al Barcelona Supercomputing Center (BSC) como parte del equipo fundador y responsable de investigación en el Departamento de Ciencias de la Computación. Colabora habitualmente en medios de comunicación para hablar del impacto social de la HPC y la IA. Recientemente ha publicado La inteligencia artificial explicada a los humanos (Plataforma Editorial), dirigido a un lector sin conocimientos técnicos previos sobre el funcionamiento y el impacto de la IA.
-¿Qué es la Inteligencia Artificial (IA)?
-Para un público general, la IA es la evolución de la informática que todos hasta ahora hemos conocido, digamos la última fase de esta digitalización que estamos viviendo en los últimos 70 años. Ahora se ha popularizado, pero es algo que se viene cociendo en los laboratorios desde hace tiempo, ha sido gradual.
-¿Qué podría llegar a hacer? ¿Por qué ahora se habla más de ella?
-La IA es la misma informática de siempre pero hemos llegado a un momento en que las máquinas permiten hacer unos cálculos que antes no podían. En este momento tenemos muchos datos de internet, que se han recopilado durante muchos años; tenemos algoritmos matemáticos muy buenos; y máquinas, supercomputadores, que permiten ejecutar millones de operaciones por segundo. La unión de las tres cosas es lo que permite hacer la IA. Nos puede llevar a sitios difíciles de saber ahora pero, a mi entender, no a lo que se explica en la ciencia ficción. Que quizás podamos avanzar más, seguro. Pero harían falta unos cuantos Einstein que hicieran unos inventos disruptivos para que todo cambiara. Es muy poco probable. Con la tecnología actual es imposible ir mucho más allá de lo que se está haciendo. Dicho esto, lo que ahora permite la IA es impresionante. En el campo, por ejemplo, de la medicina es positivo, hay avances de gran magnitud que permiten analizar unas imágenes que complementan a los médicos para hacer diagnósticos. En negativo, está en manos de todos hacer manipulación de imágenes con un simple ordenador. La IA no es ni buena ni mala, es una herramienta; lo que la hace buena o mala es en las manos de quién está y cómo la utiliza. Es una tecnología que ha hecho prosperar a la humanidad. Si no la hubiésemos utilizado, estaríamos en las cavernas.
-¿Podría llegar a pensar?
-Hay mucho desconocimiento de lo que es la IA. La IA en su estado actual está a años luz de los que nos enseña el cine. La IA no tiene conciencia, evidentemente, no tiene sentido común, una cosa tan simple como el concepto de causa-efecto, encuentra correlación entre cosas pero no la causalidad. Esto es fundamental para poder razonar, y no está ni estará con la tecnología actual. Es técnicamente imposible. Hace falta algo más que ahora desconocemos.
-¿Dónde está su límite?
-Con la tecnología actual, se puede llegar un poco más allá de donde estamos. Seguro que saldrá otro ChatGPT que afinará más y mejor. Puede haber un invento que lo cambie todo, pero la evolución natural de la tecnología, no.
-¿Está desplazando al ser humano o podría hacerlo? Por ejemplo, poniendo en peligro puestos de trabajo.
-Esto no es un tema menor. Está reemplazando al humano como una parte del proceso de automatización y digitalización en el que estamos inmersos: hay trabajos que han cambiado, pero han aparecido nuevos. Ahora, el estado actual da algunas pistas de trabajos que hasta ahora no se sospechaba que podrían sentirse afectados por la tecnología. Pero no es un puesto de trabajo, son algunas tareas, como lo han sido por la informática. Que nos tenemos que adaptar, claro que sí, porque es una nueva herramienta que nos puede aportar muchas ventajas. Si nos quita horas de trabajo, sí; que nos quite puestos de trabajo es otro tema. El objetivo final es conseguir una IA que, junto con el humano, haga mucho más que los dos por sí solos, se complementen.
-¿Debe preocuparnos el impacto que pueda llegar a tener en nuestras vidas?
-Preocuparnos no sé si es la palabra, debemos ocuparnos: deberíamos saber un poco más cómo nos afecta y cómo queremos que evolucione. Podríamos decidir que el reconocimiento facial es muy bueno y correcto, por ejemplo, en un aeropuerto, pero podemos pensar que en algunos países se use para controlar que las mujeres van con velo es un mal uso. Depende para qué queramos la tecnología. A todos nos va a afectar de alguna manera a nuestra vida profesional o personal. Es una herramienta potente.
-Ha habido casos de fotos de menores desnudas con IA. ¿Está preparada nuestra legislación?
-No. Como siempre pasa, las leyes van por detrás de los avances tecnológicos. Europa está trabajando en una ley, ya bastante avanzada, cuyo borrador ya está en la Comisión Europea. Por suerte ya ha aparecido la IA generativa, con el ChatGpt y el Dall-e, y la van a tener en cuenta. Ahora mismo es un problema, pero no de la IA, sino de las personas que lo usan. Ya había imágenes falsas que se hacían con herramientas más rudimentarias. Sí es cierto que ahora tiene acceso mucha más gente, es más fácil, y apremia tener esto más regulado. Pero al final es un tema de concienciación, cultura y valores.
-¿No podemos tener certezas?
-Esto es un problema. La legislación europea está intentando que, cuando sean unas imágenes generadas por IA, esté etiquetado y haya manera de saberlo.
-¿Hay vuelta atrás?
-No. A lo largo de la historia los avances tecnológicos se han ido incorporando y, al principio, siempre ha costado. Éste viene tan rápido que nos parece más difícil de superar, pero todo se ha ido incorporando. Es una mejora, ahora no se nos ocurriría ahora vivir sin ordenadores ni calculadoras. No es IA sola, es el resto de temas que hay alrededor, las redes sociales, es un conglomerado que lo está cambiando todo, y la IA es una parte. Si se mira como una parte de este proceso de digitalización en el que llevamos años inmersos, es como una revolución industrial en su momento, que lo cambió todo.
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