OBITUARIO
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"Apenas se invierte en la conservación del patrimonio botánico"

Fran Cisneros | Paisajista

Se ha convertido en un referente a la hora de crear nuevos espacios

Ha trabajado para importantes firmas, como Dior

Sus veranos en Jaén fueron fundamentales para dedicarse a esta labor

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El paisajista Fran Cisneros. / D. S.

Fran Cisneros es un andaluz del Renacimiento que ha encontrado en el campo andaluz su particular Capilla Sixtina. Desde un desierto a la decoración de una boda. Nada escapa a la mirada y la intención de este jiennense al que sus veranos en Chilluévar le suponían retiros de libertad que le abrieron las puertas de su futuro laboral.

Todo estaba allí y lo tenía por delante. En aquellos paisajes que hoy convierte en protagonistas de sus creaciones.

Algunos de sus trabajos más importantes los ha desarrollado en entornos tan monumentales como la Plaza de España de Sevilla, que revestió de claveles y rosas rojas para la presentación de la última colección de Dior.

-¿Cómo llegó a la conclusión de que quería ser paisajista?

-Ha sido todo un proceso evolutivo. Mi carrera como ambientólogo me ha permitido tener una visión muy amplia de la naturaleza y de los flujos de la misma. Poder restaurar un paisaje o diseñar un jardín, tiene que ser un reflejo no sólo de la naturaleza circundante, también del reflejo sociocultural, económico y político de aquellos que lo habitan. Un paisaje está cargado de percepciones, de sensaciones y éstas crean en nosotros una serie de emociones. Esto es lo que más me interesa y el motivo por el que encontré en el paisajismo mi vocación.

-¿Sus veranos en Jaén pesaron mucho para dedicarse a este oficio?

-Mi infancia y parte de mi adolescencia transcurrieron en distintos internados. Colegios con normas estrictas que chocaban con la mente despierta y libre de un niño de 11 años. Las pocas semanas de las que disfrutaba de las vacaciones en Chilluévar, rodeado de sus gentes, de amigos del campo, los recuerdo con gran intensidad. El frescor de la huerta al atardecer, el bañarte en cualquier alberca y el olor a higuera son sensaciones que percibía y que con el paso del tiempo las convierto en las protagonistas de mis trabajos. Por eso en la niñez es tan importante aprender a observar. Y saber mirar para poder transmitir.

-Este trabajo abarca desde un espacio íntimo a uno tan grande como un desierto. ¿Cómo fue aquella experiencia en Pekín?

-Fue uno de mis primeros trabajos y todo un reto del que aprendí y disfruté con la misma intensidad con el que afronto los nuevos proyectos. Se trataba de evitar el avance del desierto del Gobi en alguna de las áreas más sensibles donde existían núcleos poblacionales. Para ello, se realizó un estudio ambiental a gran escala, que abarcaba aspectos socioculturales y económicos de la región. El fin era lograr un equilibrio para cubrir las necesidades humanas y la conservación ambiental. Las plantas seleccionadas eran especies propias del entorno circunmediterráneo: Lentisco, acebuche, encina, algarrobo... Fueron algunas de las especies seleccionadas por su gran resistencia a las condiciones extremas. Se trató de un trabajo desarrollado por un equipo multidisciplinar de profesionales de distintos países.

"El reto más difícil es mantenerme fiel a mis principios de cómo concibo el espacio"

-¿Cuál ha sido el reto más difícil en todo este tiempo?

-Ser fiel a mí mismo. Con cada proyecto comienza un nuevo reto y con éste, te olvidas de la dificultad del anterior. Pero hay algo que siempre es constante en mi carrera, mantenerme fiel a mis principios de cómo concibo el espacio: una visión libre que proyecta la valoración del patrimonio natural y cultural en una contemporaneidad que no busca la conformidad.

-¿El paisajista que para usted más ha influido en Andalucía? ¿Forestier, por casualidad?

-El impacto de Forestier en los jardines urbanos de Andalucía es enorme y uno de sus jardines más conocidos es el Parque de María Luisa en Sevilla. Pero el paisaje de Andalucía ha sido fruto de la conservación de las grandes fincas tanto cinegéticas como de labor y del trabajo de agricultores, ganaderos y campesinos que a lo largo de los siglos han ido dibujando el paisaje, creando un patrimonio cultural de enorme valor, digno de ser conservado. Ésos son los auténticos paisajistas que más influyen en mi mirada.

-Cuando a usted le encargan diseñar un jardín, ¿tiene en cuenta hasta el tipo de libros que lee el propietario?

-Cualquier información es importante. No concibo este trabajo sin conocer a las personas que van a ocupar el espacio. Necesito saber cómo viven, lo que les gusta, cómo interactúan entre ellas y, sobre todo, cómo me transmiten lo que quieren. El jardín es el reflejo de la personalidad de quien lo habita, no el diseño encorsetado del paisajista.

-Hablando de diseño, ¿no le produce cierta fatiga ese nuevo urbanismo duro, sin zonas verdes, tan de moda en algunas ciudades andaluzas?

-Me produce tristeza. Estamos en un momento donde palabras como medio ambiente, sostenibilidad o huella de carbono son utilizadas con demasiada frecuencia, pero todavía con poca repercusión. Son un valor seguro. Pero realmente apenas se invierte en la conservación de nuestro patrimonio botánico. Las plazas con arboleda son auténticos oasis que se convierten en ecosistemas mucho más sostenibles. Sin embargo, las zonas donde no hay árboles se convierten en auténticos desiertos carentes de vida.

"No concibo mi trabajo sin conocer a las personas que van a habitar el espacio. Necesito saber de ellas"

-Lo de trabajar con Dior para su último desfile en Sevilla me imagino que habrá sido un sueño cumplido. ¿Le marcaron alguna línea o pudo trabajar con total libertad en el diseño?

-Trabajar para una firma como Dior ha sido un reconocimiento importante por el trabajo que he podido realizar en diferentes escenarios a lo largo de estos años. Sin lugar a dudas, supone la realización de un sueño. Bajo la consigna de desarrollar una puesta en escena basada en el color rojo, me he inspirado en el paisaje del bajo Guadalquivir, un horizonte en movimiento donde las colinas son las protagonistas. Montículos de claveles y rosas, todos en los más apasionados tonos rojos, han conformado un paisaje cambiante a lo largo de la pasarela, como un torrente de vida que atrapa y coloniza el espacio.

-¿Lo más extraño que le han pedido en la decoración de una boda?

-Nada puede ser extraño en una escenografía, todo tiene que estar justificado y contextualizado por la narrativa que se pone en escena.

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