“La realidad hipermoderna supera a la ficción”
Fernando Viveros l Escritor
Este autor mexicano ha publicado una segunda novela distópica, 'Y seguiremos siendo nosotros', sobre la manipulación genéticas. Alerta del exceso tecnológico en el que incurrimos, como peligro social
Fernando Viveros (México DF, 1960) es uno de los escritores hispanoamericanos más pujantes.
Diplomático en EEUU, este doctor en Derecho fue maestro rural en África y en India. A su vocación de escritor (y percusionista) se le une su pasión viajera, y por eso se define también como “caminante y grumete”. Con el Grupo Planeta publicó la novela distópica Candidez, su primera aportación sobre el comportamiento humano en la vida hipermoderna;.
En el pasado año presentó su siguiente novela distópica Y seguiremos siendo nosotros, en Caligrama Editorial de Penguin Random House, que ha estado presente en las principales ferias literarias del mundo hispano. Este año espera estar en la de Madrid y la de Barcelona, si el contexto lo permite.
-Su nueva novela se llama Y seguiremos siendo nosotros. Habla de la familia hipermoderna ¿qué es la hipermodernidad?
-Es la etapa multidistópica en la que vivimos prisioneros de amenazas y reacciones. Por una parte, la vida hipermoderna nos obliga a la inevitable convivencia, generalizada y de manera simultánea, con una suma de amenazas externas como son la irrupción del desarrollo vertiginoso e imparable de las nuevas tecnologías, la disminución de libertad por los algoritmos en internet y redes sociales, el calentamiento global, la amenaza de guerra nuclear, las pandemias, la inseguridad, el desempleo, la carencia. Y por el otro lado, padecemos y percibimos nuestras reacciones psicológicas y sociológicas como personas y como sociedad. La incertidumbre, depresión y ansiedad crónicas nos confinan en un hiperindividualismo e hiperconsumo narcisista. Nada hay más importante que el yo, el otro y el nosotros desaparecen para permitir nuestra existencia. Buscamos la satisfacción inmediata que nos lleve al placer, por eso hiperconsumimos y pasamos quince horas al día frente a algún tipo de pantalla, flotando entre redes sociales que nos refuerzan nuestras necesidades narcisistas. El pasado ya fue y la expectativa de futuro se desvanece. Sólo vale el yo y el ahora. Todo esto está en la vida hipermoderna que nos tocó vivir.
-¿Aventura un momento en este siglo que alcanzáramos la frialdad de los tiempos hipermodernos?
-Las puntas son cada vez más cortas entre el delgado hilo del presente con el del futuro. La realidad hipermoderna supera a cualquier ficción. Cito a Will Self en el sentido de que el futuro nunca nos había parecido tan anticuado. En mi novela “Y seguiremos siendo nosotros” expongo un mundo que se nos puede salir de las manos si no conservamos la conciencia y la libertad de que nuestra capacidad y sensibilidad humanas debe estar por encima de los excesos en los que incurrimos con las nuevas tecnologías.
-¿La pandemia ha venido a paralizar el desarrollo incesante? ¿es un paso atrás de lo global?
-La pandemia ha traído consigo una nueva cepa de hipermodernidad. Aquella en la que se ha logrado frenar el tren bala del vértigo de la vida hipermoderna, nos ha empujado hacia la desaceleración y nos tiene encerrados en la recámara de la pausa donde existe el silencio, música del reencuentro: con nosotros mismos y con la necesidad de lo colectivo. El reencuentro individual ha surgido porque en el silencio de la pausa hemos podido, cada quien a su manera, reflexionar, con un dejo de melancolía, sobre los temas fundamentales que nos hacen humanos y que se han hablado y escrito por los clásicos desde hace milenios: nuestra fragilidad como especie, la incertidumbre sobre el futuro, el apego a la vida y el miedo a la muerte. Al vernos limitadas nuestras libertades de movilidad y de expresión afectiva, las valoramos con nostalgia. Nos sorprendemos con nuestro impulso, a manera de sobrevivencia, hacia el respeto, la gentileza, la alegría y el sentido del humor para sobrellevar la desventura. Son estos temas, que brotan de lo profundo, los que nos acercan y propician la empatía y el entendimiento común como seres humanos. Por otra parte, nos damos cuenta que la magnitud de las amenazas externas nos rebasan, en tamaño y en capacidad, a todos por igual, sin distingo de edad, sexo, raza, posición económica, estatus social, político o religioso, y ante esto confirmamos nuestra fragilidad como especie. Así está surgiendo el reencuentro con la necesidad de lo colectivo, antítesis del hiperindividualismo y sumatoria de los reencuentros personales, para dejar claro que el cobijo de la cooperación mutua es el único escudo y espada que tenemos para enfrentar la multidistopía global que nos intimida.
-¿Hacia dónde camina la familia según lo que propone su novela?
-La novela plantea como tema central la fragmentación social, familiar e individual. Propone como alternativa el reencuentro individual y el reencuentro con la necesidad de lo colectivo. La programación genética y la inserción de la tecnología en el cuerpo humano abre un abismo entre las capacidades de los grupos demográficos que aborda la familia hipermoderna, metáfora de la humanidad, que protagoniza la novela. Por ello, al ser sus miembros física, mental y emocionalmente distintos, unos mejorados y los otros no, los principales conflictos que surgen son la falta de identidad, de pertenencia a un grupo, a una familia. La falta de empatía es mucho mayor y disminuye la comunicación y, por ende, la solidaridad. La otredad se desvanece. Se incrementa el rechazo y discriminación hacia el diferente. La fragmentación de la sociedad, de las familias, entre mejorados y naturales, hace que se potencie la incertidumbre y se pierda el sentido de vida personal y colectiva con el riesgo de que estos vacíos personales y sociales los llene el totalitarismo o la misantropía con discursos de opresión y odio. Por lo tanto, considero esencial utilizar nuestra libertad para poner la mirada, en estos tiempos, en los temas que son los que verdaderamente tienen importancia para la unión familiar y social como son el respeto, la empatía, la solidaridad, el sentido del humor y la cooperación para transformar las debilidades presentes en fortalezas futuras.
-¿Seleccionar el tipo de hijos que tenemos no es casi enlazarnos con los años 30 del pasado siglo?
-La libertad del hijo que nace es esencial. La diferencia es que en los años treinta del siglo pasado no se disponían de las tecnologías para la programación genética e inserción tecnológica que tenemos en la vida hipermoderna. Precisamente cuestiono en mi novela la posibilidad de vulnerar la libertad del hijo recién nacido ante la decisión previa y unilateral por parte de los padres sobre sus especificaciones genéticas. Fuera de la prevención de enfermedades crónico-degenerativas, se podría dar el caso de inconformidades y conflictos entre padres e hijos.
-¿Qué temores presenta su novela? ¿son ficticios o temen que sean realidad?
-La fragmentación social es la antesala del totalitarismo. Esto no es ficción. Es una posibilidad real que propicia ansiedad en la sociedad. A mayor polarización entre ricos y pobres, mujeres y hombres, mejorados y naturales, convencionales y discapacitados, entre miembros de razas, religiones o partidos políticos diferentes, se propiciarán las condiciones para la intervención violenta de dictadores, misántropos o terroristas.
-¿Le gustaría lanzar un mensaje de esperanza? Lo necesitamos...
-Habitemos la incertidumbre mirándola a los ojos. Confrontémosla para hacer de ella una ventana más que una cerradura. Sembremos algo diferente. La realidad que vivimos agarra parejo. A muy mediano plazo, o nos salvamos todos o no se salva nadie. No podemos actuar como si no nos afectara lo que estamos viviendo. Tenemos que estar en sintonía con lo que está pasando. Solamente vamos a poder reconstruir a partir de esta incertidumbre que todos estamos sintiendo. Si logramos pensar, hablar, actuar a partir de la experiencia, estaremos abriendo futuro, la ansiada bifurcación en la historia. Todo lo anterior para llegar al tema central de la novela que es que a pesar de la fragmentación interna, familiar y social que provoca las luces y las sombras del ser humano y a pesar de todas las amenazas externas, conservamos, por el momento, la libertad para imaginar y construir juntos, sin recetas, un futuro con esperanza hacia donde ir y así, poder decir Y seguiremos siendo nosotros, como dice el título de la novela.
-¿Estamos en riesgo de deshumanizarnos como humanidad?
-Me parece que lo humano no dejará nunca de sorprendernos. En el curso de la historia, en situaciones mucho más duras que las que estamos viviendo, han habido respuestas humanas que con su intuición, inteligencia, palabras y acciones han logrado hacer una grieta en el techo de la realidad asfixiante para permitirnos poder respirar a través de ella y recibir una gotera de luz y esperanza. Creo que es una decisión vital de cada uno, elegir hacia dónde mirar. Tenemos frente a nosotros dos mundos en la antesala de la evolución de la especie humana tal como la conocemos: uno, el de la tecnología imparable con personas mejoradas con programación genética y tecnología dentro de los cuerpos y el otro, el del respeto y lealtad a la naturaleza, de personas que nacen y se mantienen naturales con la cándida esperanza de conservar las características y libertad de nuestra esencia humana. Para evitar la deshumanización yo mencionaría algunos de los retos que tenemos los humanos en la hipermodernidad como son el apreciar la vida con sus contrastes, las virtudes y defectos, alegrías y tristezas, satisfacciones y adversidades, genialidades y limitaciones; mantener nuestra permanente voluntad de creación, decisión y acción; ejercer nuestra libertad de acceso o salida del contacto con nuevas tecnologías y de inserción de tecnología en nuestros cuerpos; desarrollar nuestro autoconocimiento y nuestra conciencia de la influencia y posibilidad de manipulación de los algoritmos; el propiciar relaciones genuinas y sensoriales por encima de las relaciones digitales de uso y desecho; enseñar esta libertad a las nuevas generaciones y propiciar la imaginación y el asombro permanente a través de la lectura compartida; fortalecer nuestra capacidad de reinvención profesional-laboral ante el vértigo del cambio y, finalmente, trabajar permanentemente en nuestra capacidad emocional de resiliencia.
-¿Cómo contempla la situación actual de Estados Unidos? ¿Cómo perjudica, o beneficia, esta crisis en México?
-Es un vivo ejemplo de la fragmentación social que hemos comentado. La polarización provoca autoritarismo, violencia, odio, distanciamiento. Los mexicanos que viven en Estados Unidos padecen esta fragmentación y la sufren en carne propia de manera cotidiana. El lado positivo es que ha quedado demostrado en los procesos históricos de la humanidad, una vez más, que los esquemas totalitarios se derrumban tarde o temprano como un montón de piedras apiladas, sopladas por el viento, condenadas al olvido.
-¿Qué puede seguir aportando México al mundo?
México es un conjunto de hombres y mujeres de carne y hueso que padecen los vaivenes de la vida hipermoderna como les sucede a las personas de cualquier país del mundo. Los mexicanos y mexicanas tenemos una historia, una cultura, y una actitud para enfrentar la adversidad, en medio de los innegables contrastes internos, con empatía y solidaridad. Es una perseverancia que nos une e identifica a pesar de los obstáculos cotidianos. Es así como hemos sobrevivido. Esa es nuestra aportación.
-¿Y España?
Pienso que es una situación semejante pero con un agregado. Que muchas personas en los países de Latinoamérica tienen una historia común con España que los identifica y hace que respeten su historia, con sus virtudes, defectos y oportunidades.
-¿Los hispanos, latinos, tenemos una concepción bien diferente de la vida de la que deberían aprender los anglosajones?
-Las diferencias culturales, raciales, lingüísticas o políticas no deberían de ser motivo de fragmentación y polarización. Somos diferentes pero en esencia somos lo mismo. Somos parte de la raza humana que habita el planeta Tierra y compartimos problemas globales que nos afectan a todos y en cuya solución debemos participar de una manera colectiva y solidaria. Estoy convencido que la tendencia debería ser buscar la coincidencia de semejanzas más que en promover el distanciamiento por las diferencias.
-¿La pujanza de la cultura latina puede hacer cambiar los planes futuros del planeta? ¿Se imagina a un presidente de EEUU latino a mediados de este siglo?
-En mi novela Candidez lo anticipo. Uno de los personajes protagónicos es Jackie Peres, la presidenta de un país semejante a Estados Unidos, una mujer hija de inmigrantes mexicanos. Estoy convencido que la riqueza cultural, espiritual, intelectual y creativa de los pueblos iberoamericanos tiene mucho que aportar en el presente y futuro de nuestro planeta. Tenemos que fomentar en nuestros países la reducción del consumo de nuestras energías en disputas internas estériles y promover la visión de un futuro común de cooperación para la solución de los problemas globales que son los que, finalmente, determinarán la vida de las futuras generaciones. Sólo así seguiremos siendo nosotros.
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