Fernando Fabiani: "Sentirse mal es un derecho que nos están robando"
Entrevista
Fernando Fabiani (Sevilla, 1975) es una especie de hombre del renacimiento en pleno siglo XXI. Es médico de familia, ha trabajado durante 20 años en Urgencias, colabora en varios medios de comunicación, entre ellos la Cadena Ser, hace divulgación en redes sociales y dirige la compañía de teatro Los Síndrome y los últimos espectáculos de Manu Sánchez. Ha publicado Vengo sin cita (Aguilar, 2016), Vengo de urgencias (Aguilar, 2018) y ¿Te puedo hablar claro? (Aguilar, 2020). Ahora llega a las librerías con La salud enferma (Aguilar, 2023).
–¿Existe la salud plena?
–No. Por eso creo que la concepción de la salud absoluta está enferma en sí misma, como concepto. Al mismo tiempo, esa salud que está enferma tiene la capacidad de enfermarnos, porque nos hace sentir incompletos.
–En principio, cuidarse está bien...
–Cuidarse es maravilloso, pero tenemos que hacerlo bien. Cuidarse no está en ir mucho a la consulta y tomar muchos suplementos vitamínicos. Está más en ir mucho al parque y al mercado. Ahí es donde está la salud. Cuando la queremos buscar en otro sitio, nos alejamos de la salud.
–¿Denuncia la obsesión por la salud?
–Sí, porque creo que hay que disfrutar de la salud, no perseguirla de manera obsesiva. Perseguir la salud de manera obsesiva es la vía más rápida para perderla.
–¿Es bueno tomar quinoa tres veces en semana?
–Si te gusta, es maravilloso, porque es por placer y disfrutas de ello. Y quizá sea sano, sobre todo si para tomar quinoa dejas de tomar cruasanes. Hay veces que la virtud está en lo que dejas de tomar y no tanto en lo que tomas en sí mismo.
–¿Tengo derecho a sentirme mal?
–Por supuesto. Creo que es uno de los derechos principales que tenemos y que la sociedad en la que vivimos nos está robando.
–Eso digo yo.
–Cuando estás mal es porque a veces toca estar mal y no hay que empeñarse en lo contrario.
–Si Google fuese nuestro médico de cabecera, ¿qué es lo mejor que nos puede pasar?
–Que se vaya la conexión de internet [risas].
–¿Y lo peor?
–Que tenga esa capacidad de que entre todos los resultados posibles hay uno que nos preocupe, porque inmediatamente nuestra atención se fija en ese.
–¿Internet ha multiplicado la obsesión por la salud?
–Nos ha dado respuestas a preguntas que no siempre nos son tranquilizadoras. El acceso a la información es bueno, pero cuando no sabemos filtrarlo adecuadamente nos pueda preocupar más que tranquilizar.
–¿Qué papel juegan las redes sociales?
–Juegan un papel complicado. Primero por la comparación constante, que hace que te sientas aún peor. Si te sientes mal y en las redes sociales todo el mundo aparenta estar bien, te sientes doblemente mal. Y después, no nos engañemos, hay influencers que nos pueden ayudar porque hacen su trabajo muy bien y hay otros que al final nos están vendiendo su producto, con lo que nos alejan de estar mejor.
–Un filtro en una red social puede ser muy peligroso.
–Los filtros están generando en muchos adolescentes un problema serio de autoimagen corporal. De hecho, se está viendo en consultas de psicólogos y se está empezando a ver en consultas de cirugía plástica personas que quieren parecerse a ellas con filtro.
–Es grave.
–Es muy grave porque nos distancia de nuestra imagen corporal. Es un problema que tiene nuestra sociedad con la imagen, lo estético, lo visual. Si esta herramienta nos hace sentirnos más obsesionados con parecer algo que no somos, nos complica mucho y afecta a nuestra autoestima.
–¿Qué diferencia hay entre el síndrome de la hipervigilancia y ser hipocondriaco?
–Es una cuestión de grados. Todos estamos vigilantes y teniendo en cuenta que tenemos síntomas frecuentes, no está mal saber que los tenemos. Lo que no podemos es prestarles demasiada atención. Ese exceso de atención hay que reservarlo para los síntomas importantes, graves y que se prolongan en el tiempo.
–En esta sociedad en la que ahora se mide todo, ¿dónde queda sentirse bien aunque el nivel de colesterol esté un poquito alto?
–Si lo medimos todo, en algo no vamos a dar la talla. Luego... cuidado con querer medirlo todo. Y luego hay que recordar que un asterisco en un análisis no siempre señala una enfermedad. De hecho, estadísticamente hablando, hay un 5% de probabilidades de que estando sano veas aparecer el temido asterisco en cada uno de los valores medidos.
–¿Son peligrosas las tazas de desayuno con mensaje?
–Las filosofías que encierran son peligrosas. Una taza de desayuno lo aguanta todo: desde decirte que el lunes va a ser maravilloso, que puede no serlo, hasta decirte que siempre que quieres, puedes. Y eso es perverso porque te hace sentir culpable.
–Encima la culpa es tuya.
–Efectivamente, tienes que estar bien y feliz. Y si no lo estás, es por tu culpa. Es perverso.
–¿La enfermedad vende?
–El miedo a la enfermedad vende. Y lo que nos vende, además, no es la solución al problema, con lo cual tenemos un doble problema.
–¿Y qué nos vende?
–Detrás del miedo a la enfermedad, intentan que compres un producto farmacéutico o alimentario, un servicio, un seguro médico, un chequeo, pagar por un análisis... Al final, condicionan tu comportamiento.
–Uff, está la cosa calentita con las privatizaciones.
–Soy un convencido de la sanidad pública. Hay que recordar que hay cosas que se han demostrado que son útiles y otras que no, por muy bien que nos las adornen o por muchos lazos que les pongan.
–¿Tiene mucha lista de espera en su consulta?
–Más de la que me gustaría. Lo importante es estar accesible para las personas que lo necesiten a pesar de la lista de espera.
–¿Hay cierto abuso por parte del paciente?
–El paciente es fruto de la sociedad en la que vivimos. Cuando se busca la salud absoluta, te preocupa el mínimo síntoma.
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