"España ha cambiado como nuestro teatro, de lo naíf a lo oscuro"
ricardo iniesta . Director de la compañía teatral Atalaya
-¿Qué razones le han llevado a recuperar Así que pasen cinco años de Lorca tres décadas después del primer montaje?
-Principalmente, una propuesta de Ernesto Caballero, el director del Centro Dramático Nacional. Nos dijo que quería hacer una coproducción con Atalaya y nos pusimos a buscar obras. Él nos sugirió a Buero Vallejo y a Jardiel Poncela, pero, con todos los respetos, su teatro no es precisamente el que más me interesa. En una conversación salió El Público, que montamos en Atalaya en 2001 y que ya había hecho Lluís Pasqual para el CDN, y entonces Caballero puso sobre la mesa Así que pasen cinco años. Le respondí que ya la habíamos hecho en el 86, pero él vio este antecedente como un motivo más para volver a montarla. Al principio me chocó, pero luego comprobé que a esta obra, tan cabalística, le pasa como a la buena poesía: siempre vuelves a ella como si fuese la primera vez.
-¿Volver a una obra montada en los inicios de la compañía sirve para hacer balance, o no es una práctica recomendable?
-Bueno, imagínate si hemos podido hacer balance. Aquel primer montaje nuestro era muy naíf, muy ingenuo. Por entonces hacíamos teatro de calle, muy malo, sin saber muy bien de qué iba aquello. Alguien me dijo entonces que lo que hacíamos se parecía a Meyerhold, y yo ni siquiera sabía quién era ese señor. Pero Así que pasen cinco años fue nuestro gran salto. Sí, precisamente el nuevo montaje me ha permitido reflexionar mucho sobre el camino andado en estos treinta años. Es un aprendizaje muy saludable.
-¿Tiene algo de lo que arrepentirse?
-Hoy haría algunas cosas de otra forma. Eso seguro. Justo ahora estamos preparando un homenaje a mi hermano Carlos por el décimo aniversario de su muerte y, revisando el otro día junto a los actores las grabaciones de algunas de las tragedias griegas que hicimos con él, como Medea y Elektra, me llevé las manos a la cabeza. Me sorprendió que dijeran los textos así. Ahora no se lo permitiría ni loco.
-¿Transcurre el tiempo de forma distinta dentro y fuera del teatro?
-Seguramente, pero si acepté la propuesta de Ernesto Caballero de volver a hacer Así que pasen cinco años fue, en parte, porque a España le ha pasado como a nuestro teatro. En 1986 era un país ingenuo y naíf. Hoy es oscuro y peligroso.
-¿Y qué les pasó en Atalaya para que adoptaran un tono tan siniestro?
-Lo que nos pasó fue nuestro montaje de El Público en 2001. Aquello cambió para siempre mi forma de ver el teatro. Se hizo inevitablemente más tenebrosa. Sentí la necesidad de hacer el teatro bajo la arena. Es curioso, pero Ernesto Caballero, que también la ha montado, me dijo justo lo mismo. Y seguro que Álex Rigola lo comparte. Hacer El Público cambia para siempre tu visión de las cosas.
-¿Ha vuelto a cambiar su forma de ver su oficio con Así que pasen cinco años?
-No, honestamente no. Tal vez se ha reforzado la sensación de absurdo que deja el paso del tiempo. Cuando preparábamos los ensayos volví a leer Cien años de soledad y reparé en que la novela habla precisamente de esto, con personajes que emprenden un viaje de vuelta al vacío del pasado. Cuando hicimos el primer montaje yo todavía no tenía treinta años y el mismo día que se estrenó el segundo cumplí los sesenta. Y darse cuenta de que el tiempo pasa no es siempre un trago amable.
-De eso trata la obra.
-Claro. Más allá de su fatal presagio, con Lorca fusilado justo cinco años después de concluir su escritura, Así que pasen cinco años tiene como verdadero protagonista al tiempo. De ahí su segundo título, La leyenda del tiempo. Mi hijo, Raúl Sirio Iniesta, que nació cuando hacíamos el primer montaje, es ahora el actor protagonista del segundo. La actriz Carmen Gallardo, que en el primero interpretó al niño muerto, ahora hace de la madre del niño muerto. Cuando piensas en estas cosas no puedes evitar un escalofrío.
-¿Asume pues la obsesión de Lorca por el tiempo?
-Claro. Fíjate, después de hacer el primer montaje supe que la conferencia que pronunció Einstein sobre el tiempo en la Residencia de Estudiantes en 1927 tuvo una influencia decisiva en él. Freud también tuvo mucho que ver en Así que pasen cinco años. Lorca contaba entre sus íntimos amigos a un discípulo de Freud. Y hubo un tercer judío que influyó en él, por más que algunos prefieran negarlo.
-¿Quién?
-Marx.
-Vaya, creí que iba a decir Jesucristo.
-No, a Jesucristo mejor lo dejamos aparte por ahora.
-¿De verdad no ve a Atalaya haciendo un teatro más luminoso? ¿Una comedia de Shakespeare, por ejemplo? ¿Como gustéis?
-No. Teniendo El rey Lear, ¿cómo voy a hacer Como gustéis? El rey Lear es el Big Bang, la mejor obra de Shakespeare y de todo el teatro. Su humanismo es mucho más real que el de Hamlet y el de la tragedia griega. ¿Como gustéis? No sé. A lo mejor la monto cuando tenga 80 años y me falten fuerzas para darme de tortas.
El teatro en la trinchera, a modo de resistencia
Curtido en el teatro de calle, la militancia clandestina antifranquista y la escuela del Berliner Ensemble, Ricardo Iniesta (Úbeda, 1956) fundó en 1983 en Sevilla la compañía Atalaya, referente clave de la escena española, reconocida con el Premio Nacional de Teatro en 2008. Su último montaje, Así que pasen cinco años, revisión lorquiana que Atalaya ya visitó en 1986, llegará al Festival de Teatro de Málaga el próximo día 24. Estos días, el también fundador del TNT en Sevilla trabaja en los ensayos de El rey Lear, que estrenará en el próximo Festival de Almagro.
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