"Pienso en marcar ahora a Mbappé y me tiemblan las piernas"
Zuhaitz Gurrutxaga, ex jugador profesional que destacó en la Real Sociedad, relata sus experiencias en el libro 'Subcampeón', escrito junto con el periodista Ander Izagirre
Sufría un problema de salud mental que le impidió triunfar en el fútbol de élite, e incluso llegó a desear que su equipo no ganara la Liga en la temporada 2002-03
Salud mental: la pandemia poscovid
-Imagínese que jugara en la Real Sociedad actual y le tocara marcar a Mbappé en los Octavos de la Champions...
-Uff... Sólo de pensarlo me tiemblan las piernas. Siempre digo que fue difícil gestionar aquella presión con veinte años, pero es que creo que incluso ahora, con cuarenta y tantos, no sé si habría hacerlo. Por eso siempre he dicho que para triunfar en el fútbol hay que ser también muy fuerte de mente.
-Quizás hoy lo hubiera tenido más fácil, ¿no? Se habla ya por fin mucho de salud mental en el deporte.
-Seguramente sí, más fácil. Pero se ha empezado a hablar de salud mental en el fútbol en los últimos dos o tres años. No digo que mejorara mi rendimiento futbolístico, no sé si habría estado más años en Primera o menos, pero seguro que yo habría sufrido mucho menos. Mi gran problema fue que lo tuve que esconder porque no sabía qué me pasaba y no se hablaba de estas cosas. Esto quita muchísimas energías, más las que ya te quita el propio problema. Ahora he visto el caso de Camarasa, del Oviedo, que hace poco salió en rueda de prensa diciendo que estuvo de baja por un asunto de salud mental, y lo hizo con el apoyo del club. Esto era impensable antes.
-La clave está en el diagnóstico, ¿no?
-Ese es el tema. El día que supe lo que tenía empecé a ir mejor, pero, claro, hasta llegar ahí pasó mucho tiempo. Demasiado.
-Le tocaron entrenadores rudos como Clemente, o guasones como Toshack, que poco hablarían de psicólogos por entonces.
-Fue Benito Floro el primero que introdujo la figura del psicólogo en el Real Madrid y, si no recuerdo mal, la gente no se lo tomaba demasiado en serio. Ya no es Clemente ni Toshack sino que cualquier entrenador de aquella época no prestaba atención a estas cosas. Creo que, aunque fuera por puro egoísmo para mejorar su rendimiento, los clubes deberían estar atentos a la condición mental de sus jugadores, igual que a las condiciones física, técnica o táctica. Cuanto mejor esté mentalmente un futbolista, mejor va a rendir
-¿Se ve de entrenador?
-No. Es verdad que no sigo mucho el fútbol ahora, pero es que durante muchos años llegué a odiarlo. Ahora he hecho las paces con él, pero incluso en los últimos años de profesional, ver fútbol de elite en la tele me hacía recordar mi supuesto fracaso, que ahora no me lo tomo como tal pero entonces sí. No triunfé en Primera División y tuve que bajar escalones hasta Segunda B y ver aquello era verme en un espejo y entender mi fracaso. Durante años prohibí que se viera fútbol en mi casa. Por suerte, todo cambió cuando me subí a un escenario a hacer un monólogo sobre mis vivencias como futbolista, y haciendo comedia sobre mis fallos y mis decepciones. Me empecé a reír e hice las paces con el fútbol. Lo veo por la tele, no me implico emocionalmente demasiado, quiero que gane la Real... pero no soy un gran futbolero y desde luego no me veo de entrenador. No sé si algún día puedo echar una mano a los chavales contándoles mis experiencias.
-Como motivador tuvo una experiencia que cuenta en el libro, que salió regular...
-Joder... Me llamó Bielsa para hacerles un monólogo de humor motivacional a la plantilla del Athletic Club de Bilbao, la tarde anterior a un partido. Y después perdieron 0-4. Desde entonces ningún equipo me ha vuelto a llamar para una charla motivacional.
-Siendo de la Real tampoco salió tan mal entonces, ¿no?
-A veces hay mucha más rivalidad entre las aficiones que entre los jugadores. Pero sí que es verdad que fue el partido que más he querido que el Athletic ganara. Porque si ganaba igual salía en prensa, yo estaba empezando mi carrera como monologuista y me vendría bien publicitariamente. Nunca he querido tanto que ganara el Athletic. Desgraciadamente perdieron. Pero tengo que decir que ha sido uno de los mejores públicos que he tenido en mi vida, pues veía a jugadores que sentían lo mismo que yo y que no podían contar, como yo no contaba antes. Cosas como tener miedo y esconderse del balón, o detrás de un rival para que no te la pasen, o fingir una lesión por miedo a hacer el ridículo. Yo lo he hecho.
-Confiesa que no quería que ganase la Liga la Real Sociedad de la temporada 2002-03, en la que usted jugaba, ¿Cómo ha sentado esto en San Sebastián?
-Era lo que más apuro me daba contar en el libro, pero había que hacerlo, contar la verdad. Si no, no merecía la pena escribir este libro ni el mismo tendría ningún interés. Y esto pasó y es muy humano. Yo estaba tan mal, con ansiedad, depresión y un trastorno obsesivo compulsivo muy severo, pasándolo muy mal, y sentía que cada vez que mi equipo, la Real, ganaba, que lo hacía casi siempre, se agrandaba la distancia entre la felicidad de toda la provincia y mi tristeza. Cada vez que perdía, que era muy pocas veces, me sentía menos solo. Yo tenía 22 ó 23 años. La idea de que la Real ganara la Liga, y toda esa felicidad que podía provocar era casi insoportable, cuando yo sólo quería meterme en una habitación y llorar. Tuve esos sentimientos de los que me he avergonzado durante mucho tiempo y que, por suerte, nadie me ha recriminado. Cualquiera que tenga un mínimo de empatía y que lea este libro no se debe enfadar.
-Su única experiencia por el Sur fue en el Algeciras, ¿cómo recuerda aquello?
-Fue complicado, pero por mi estado de salud mental. El equipo estaba en puestos de descenso, no pudimos salvarnos... Pero sólo puedo tener agradecimientos por cómo me recibieron. Era la primera vez que salía de casa. Escapé de Donosti porque dejé de sentir ilusión por jugar al fútbol e intenté recuperarle. Estaba muy lejos, empezando en terapia... fueron seis meses complicados.
-Dice usted que el marcaje que le hizo a Hasselbaink en su debut no fue nada comparado con el que se hace a sí mismo.
-Así es. El marcaje que me he hecho yo a mí mismo es el más férreo de todos. Y ahí estoy, mucho mejor, pero tengo que ir soltando un poco más hasta que me libere del todo. Este libro me ha ayudado mucho.
-¿Hasta qué punto ha sido fundamental el humor? Lo digo porque me está usted contando un drama, pero su libro es divertidísimo.
-Dicen que la comedia es drama más tiempo. Lo que hay que procurar es que ese tiempo sea lo más corto posible. Yo he tardado demasiado tiempo en convertir esto en comedia, pero es algo totalmente sanador y liberador. Queríamos hablar de cosas serias, incluso graves, pero de manera divertida. Y creo que acabas con una sonrisa y alguna carcajada.
-¿El mejor jugador al que se ha enfrentado?
-Raúl. El primer año que yo juego en la Real con Clemente mi trabajo era perseguir y secar al mejor delantero rival. Me tocó marcar a Hasselbaink, Salva Ballesta, Milosevic, Tamudo, Joseba Etxebarria... y casi siempre salí ganador en esas disputas. Hubo un día que no, y fue contra Raúl en el Bernabéu. No era el más rápido, ni el que mejor iba de cabeza, ni el que mejor le daba al balón, pero siempre llegaba antes que yo. Siempre estaba en el lugar en el que tenía que estar y yo no llegaba a cubrirlo por más rápido o fuerte que fuera yo. Pude mantener a raya a todos los demás, pero a él no. Es el día en el que por primera vez simulé una lesión para pedir el cambio, porque no era capaz de marcarlo y me puse nervioso.
-¿Y el mejor de su equipo?
-Había muy buenos jugadores en la Real de aquella temporada 2002-03. Estaban Nihat, Kovacevic, pero destacaría a Xabi Alonso. Es un año menor que yo, jugamos juntos en el B. Yo subí al primer equipo antes que él y a él lo mandaron cedido al Eibar. En la Real B era un buen jugador, pero en esos seis meses pasó a ser uno de los mejores centrocampistas de Europa. No he visto semejante cambio en tan poco tiempo.
Memorias de un campeón de Europa
Zuhaitz Gurrutxaga nació en Elgoibar en 1980. Tras ganar la Eurocopa sub-16 con Casillas y Xavi Hernández, debutó en Primera División a los 19 años en la Real Sociedad, el club en cuya cantera se formó. En su primer partido cuajó una gran actuación marcando a Jimmy Floyd Hasselbaink, un delantero tanque holandés que jugaba en el Atlético de Madrid. Gurrutxaga terminó expulsado pero se convirtió en un fijo en su equipo. Poco después empezarían los problemas de ansiedad, depresión y un trastorno obsesivo compulsivo que le impidieron triunfar en el fútbol de élite. Jugó también en el Algeciras, Rayo Vallecano, Real Unión, Lemona, Zamora y Beasaín. Pasó a hacer televisión y monólogos que tuvieron gran éxito en el País Vasco. Toda su experiencia vital la ha contado, junto al periodista vasco Ander Izagirre, en el libro Sucampeón, editado por Libros del K.O.
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