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Eloísa del Pino: "Los científicos tenemos que ser menos modestos"

Eloísa del Pino | Presidenta del CSIC

La presidenta del CSIC, Eloísa del Pino, en el Instituto de la Grasa de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Eloísa del Pino (Burgo de Osma, Soria, 1969) cumple dos años al frente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) pero mantiene la actividad del primer día: ayer en Bolonia, hoy en Sevilla, mañana en... Doctora en Ciencia Política y licenciada en Derecho y en Ciencias Políticas, es la primera persona que dirige el CSIC con formación en ciencias sociales. Ha investigado sobre la Administración y la gestión pública, la reforma de las políticas sociales y el Estado de Bienestar y ha trabajado, entre otras tareas, evaluando el gasto público en la AiREF y la Aeval y es experta en materia burocrática. La revolución que está armando en la institución científica, entre las ocho punteras del mundo, se acerca más a la de una eficiencia flexible que a la de la rígida ortodoxia.

–Una de las tareas del CSIC divulgar la ciencia. ¿En qué materias hay más urgencia?

–En un contexto de cambios en los medios de comunicación, hay más espacio para la desinformación y el negacionismo que socavan la legitimidad de la ciencia y las democracias. Es importante divulgar todo, pero hay cuestiones que van al eje de los problemas cotidianos de la gente, como la biomedicina y las ciencias sociales; también es esencial el cambio climático. Los políticos que lo niegan no se ven en la obligación de poner en marcha políticas que a veces son impopulares aunque sean beneficiosas a la larga.

–¿No titubeó demasiado la ciencia y la política durante la pandemia?

–Analicé la respuesta de los gobiernos de 15 países europeos en las residencias de mayores y es espectacular comprobar que los titubeos de los gobiernos fueron muy similares, que las políticas adoptadas fueron muy similares y que cometimos errores muy parecidos. Italia y España fueron los dos países europeos que sufrieron la pandemia en primer lugar pero los que vinieron después reaccionaron igual. Hubiera esperado que los países nórdicos, con una tradición de protección social, hubieran respondido mejor... Pero no fue así.

–Apenas hay Premios Nobel en España a la ciencia. ¿Es algo anecdótico?

–Son pocos, sí. Habría que estudiar el porqué. Creo de todos modos que hay tres o cuatro españoles, no solamente del CSIC, en la carrera del Nobel para los próximos años.

–¿Por qué países como Sudáfrica, Hungría o Polonia tienen más galardones?

–La inversión científica en España ha sido muy modesta y, sobre todo, lo que nos suele preocupar a los científicos, ha sido inconstante. La ley tiene previsto un aumento de la inversión hasta ponernos a la altura de los países de nuestro entorno. Será esencial para poder colocar a un Premio Nobel. Luego hay otro factor, tenemos que ser menos modestos. En el CSIC estamos trabajando en una estrategia para reconocer a nuestros investigadores y animarlos a que se presenten a reconocimientos internacionales y, algo esencial, hacer un esfuerzo en diplomacia científica. Y no sólo los gobiernos sino también las fundaciones.

–En general se dice que el nivel de la ciencia en España es óptimo en relación al gasto per cápita. ¿No parece un mensaje de automotivación?

–Creo que tenemos que creérnoslo más. Con un poco más de esfuerzo y con cierta planificación, evaluando los programas y eliminando los que no funcionan, sin miedo a innovar en los programas internos, podremos conseguir lo mejor. Un programa central este año es la evaluación interna más una evaluación internacional externa, viendo qué les falta a los centros para ser excelentes. Y son ellos los que se analizan a sí mismos para mejorar.

–¿Tiende la sanidad a la obsolescencia?

–El Sistema Nacional de Salud (SNS) se configura como es ahora 1986. La población era entonces muy joven y la sanidad se orienta a enfermos agudos. Ahora somos una población envejecida, para lo bueno y para lo malo, y ha sido gracias al SNS, al que tenemos que reorientar sobre todo para enfermedades crónicas. Hay que fortalecer mucho más la Atención Primaria, porque es extraordinariamente eficiente, mejora la salud de la población y es mucho más barata que tener un sistema basado en la atención especializada, como en EEUU. Y hay que ordenar algo que encarece mucho el gasto sanitario, que es la introducción de tecnologías y nuevos medicamentos.

–Ahora que estamos en el Instituto de la Grasa de Sevilla, ¿le sobra o le falta grasa al CSIC?

–No, no, está muy bien. Hemos pasado de 11.000 a 15.000 investigadores en pocos años. El Gobierno de España ha canalizado mucha parte de los fondos europeos a la ciencia y estamos viendo los resultados en el CSIC, donde tenemos más personal, hemos incorporado otros centros y estamos captando más dinero para la investigación.

–Se lo decía por lo que aparenta su currículo. ¿Es una mujer de negro en el CSIC?

–En absoluto. La idea es la contraria, fortalecer la estructura. El CSIC llevaba 15 años a la espera de un contrato de gestión que hemos logrado en 2023. Es un contrato en que nos comprometemos con 28 objetivos medidos con indicadores. A cambio del cumplimiento de los objetivos, y estamos en una tasa de cumplimiento del 95%, el Gobierno nos da financiación y ofertas de empleo público. Fue la gran noticia del año pasado. El contrato de gestión contiene un plan para modernizar la institución en términos de gestión y sobre todo en términos científicos.

–Los investigadores lamentan los papeles que hay que rellenar para comprar un bolígrafo.

–Todavía estamos esperando a que se ponga en marcha la justificación simplificada del gasto. Entrará en vigor en breve. Los nuevos proyectos ya la incluyen. La ministra de Ciencia anunció en el Senado un equipo de trabajo para reducir y simplificar los procesos administrativos en el que participará el CSIC. Hemos puesto en marcha un plan llamado Simplifica 1, que ha reducido cinco procedimientos administrativos, y la semana próxima empezaremos con el Simplifica 2, que reducirá otros cinco a lo largo de 2024. Es verdad que algunos procesos que habría que simplificar no dependen del CSIC sino de las normas nacionales. Hay que reducir la burocracia científica aunque sin perder de vista que empleamos un dinero público del que tenemos que responder con responsabilidad y cuidado.

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