La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
Niña Pastori, cantante
–¿De quién son las alas bajo las que se cobija en este nuevo trabajo?
–La gente que me quiere, me cuida y me hace volar. Realmente, si ellos no están ahí nada sería posible. Tengo la suerte de contar con un público fiel y eso es lo que me hace estar.
–Si fuese la responsable de marketing de este proyecto, ¿cómo vendería su disco de cara al público?
–Creo que soy malísima para eso, se me da fatal. No sé venderme y por eso he usado el arma de la verdad y de la espontaneidad, creo que eso engancha y gusta. Siempre he sido muy prudente en ese sentido. Mi madre me pregunta por cómo me ha ido un concierto y yo sólo le digo que bien. Ella se vuelve loca: “¿Bien? Si me ha llamado tu hermano y me ha dicho que ha estado súper bonito”. Me sabe muy feo hablar de mí y ponerme por las nubes. La naturalidad es mi carta de presentación.
–Su marido produce sus trabajos. Aunque suene soez, ¿donde tengas la olla...?
–(Risas). Chaboli es mi productor desde el año 2002 y trabajamos juntos prácticamente desde que nos conocemos. Es un hombre muy respetuoso y tiene muy claro lo que es mi carrera y que está ahí para ayudarme. En ese sentido he tenido suerte porque hay parejas que compiten entre ellos. Nosotros, además, sabemos separar lo profesional de lo personal. Que él venga de mundo de artistas y sepa lo que conlleva hace que yo tenga plena libertad y no tenga que estar dando explicaciones, que es algo que agota mucho a los artistas. Tú no sólo cantas, también estás de entrevistas y promociones y casi no tienes tiempo de hablar con la familia y eso es pa entenderlo.
–Es la única artista que cuando canta flamenco no parece que esté sufriendo.
–El flamenco es un poco así. Es una música de dentro, muy profunda, y por eso se canta así. Yo disfruto mucho con lo que hago. Depende de lo que cante estoy más p’adentro o más pa’fuera. Tampoco mi flamenco es ortodoxo, es más abierto a otras músicas y melodías. No es lo mismo cantar por seguirillas que cantar La habitación. Son melodías que están dentro de mi género pero que las puede cantar Manuel Carrasco, por ejemplo, que no tiene nada que ver.
–Con independencia del palo que cante, ¿siempre es feliz cuando lo hace o, como en todos los trabajos, hay días y días?
–Felices somos a ratos. Pero eso no quita que estés a gusto en tu profesión. Siento tanto amor por lo que hago, disfruto tanto cantando y me lo paso tan bien que cuando salgo al escenario y siento el calor de mi gente se me olvida. También me lo tomo en función del momento. Si ese día es de alegría, se me va a notar, y si es un día regular me lo voy a tomar para desahogarme y para expresar lo que tengo dentro. Utilizo mi profesión, en vez de ella a mí.
–Si Camarón no la hubiera visto cantar con 12 años, ¿cree que otro gallo hubiese cantado?
–Nunca se sabe. Ojalá pudiésemos ver cómo nos iría de no haber pasado algo en nuestra vida. Lo que pasa, conviene, creo mucho en esa frase. Tampoco te va bien o mal por un acontecimiento en concreto, se tienen que dar muchos.
–En mi casa sólo se pronuncia el nombre real de mi hermano cuando mi madre le va a reñir. ¿Usted es siempre niña o se convierte en María cuando le regañan?
–Mi madre cuando me regañaba me decía Mariquita. “¡Mariquita, Mariquita, que no paras!”, me decía cuando era pequeña. En mi casa siempre soy María.
–No se pueden comparar. Cantar el Ave María fue algo muy espiritual. El día, las vivencias, todo lo que allí ocurrió fue algo muy grande. En el caso del himno es que ni me lo planteé. Lo había cantado de pequeña en el colegio y ya está. Cuando me dijeron que este año iba a ser galardonada me hizo mucha ilusión y ya cuando me dijeron que cantara... Ni me lo pensé. Luego ya me puse a darle vueltas sobre cómo lo iba a hacer porque tengo una forma de cantar y muchas veces no todo sale bien. Pero en este caso quedó muy bonito y la gente se emocionó mucho. Para mí es un orgullo.
–No sé qué dirá la RAE sobre lo que es magia, pero para mí es usted en el Vicente Calderón cantando Cai con Alejandro Sanz. ¿Para usted?
–Me da mucha alegría que me digas eso porque es verdad que fue un momento mágico. Antes de salir hubo problemas con las cámaras y el sonido y me puso un poco nerviosa. En ese momento no estaba en el candelero musical y el resto de artistas (Pablo Alborán, Pablo López, Antonio Orozco...) que fueron a cantar sí, eso me descolocaba. También iban todos con banda y nosotros cantábamos sólo con el piano y encima íbamos a cantar Cai que, aunque sea un tema de Alejandro, es de mi repertorio y eso me daba un reparo... Pero me llevé una sorpresa muy grande porque justo antes de salir reparé en que los de la primera fila ya me habían visto y se habían puesto a chillar. Ahí me dije, la gente tiene ganas de este momento. También es verdad que Alejandro Sanz y yo tenemos mucha conexión y eso la gente lo sabe. Cuando dos artistas son amigos y se quieren de verdad es la carta que juegas, al menos en mi caso. Lo sentí muy bonito y cuando me bajé todo el mundo me dijo que había sido el momento.
–Siempre que sale en televisión con otros artistas en ambiente distendido entran ganas de pasar una Nochebuena con vosotros. Desmonte el mito para quitarnos los dientes largo.
–(Risas). En familia disfrutamos mucho y más si nos juntamos con más artistas. Son días para eso; para comer mucho, beber mucho, cantar mucho, todo mucho. Nosotros, además, somos de los que antes de sentarse a comer ya estamos cantando y animando. Estamos deseando terminar de comer para volver a ponernos a cantar y bailar.
-Manolo Escobar encontró su carro, ¿a usted le echó una mano su prima para la visita de su novio?
-Yo creo que sí (risas).
Niña Pastori (San Fernando, Cádiz, 1978) es de esas personas que no hablan por no molestar, pero que cuando lo hacen se enteran hasta en Pekín. Constante y fiel a su estilo y raíces, la artista no suele echarse piropos, se limita a cantar y eso es más que suficiente. Ahora publica Bajo tus alas, un trabajo con el que surca los cielos acompañada de Manuel Carrasco, Vanesa Martín o Pablo Alborán.
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