“Chicuelo es el verdadero inventor del toreo moderno”

Ricardo Cadenas | Pintor

Ricardo Cadenas.
Ricardo Cadenas. / Juan Carlos Vázquez

Ricardo Cadenas (Sevilla, 1960) es uno de los pintores fundamentales para comprender el arte contemporáneo andaluz. Además, es un gran aficionado a los toros y patrono de la Fundación de Estudios Taurinos. Ha sido el autor del dibujo que ilustra la portada del libro Chicuelo. El arte de inventar, editado por dicha institución con la colaboración de la Maestranza y la Universidad de Sevilla. El volumen colectivo, coordinado por Diego Carrasco, pone en su lugar a un diestro sevillano fundamental para comprender la evolución de la Fiesta.

–¿Por qué Chicuelo no ha tenido tanta fama como Belmonte, Joselito o Manolete, pese a haber sido uno de los grandes de la historia?

–Hay muchos factores que influyen en que Chicuelo no haya tenido la dimensión que merecía. Como apuntan muchos ensayistas, el momento álgido de su carrera viene justo después del boom popular y taurino del dúo Joselito-Belmonte . Eso produjo una gran resaca y Chicuelo se vio un tanto ensombrecido. Después vino la Guerra Civil, que fractura la dinámica habitual de las corridas de toros. Chicuelo tuvo que pasar muchos momentos sin torear durante el conflicto y la posguerra. Y luego hay un tercer factor que yo apunto: su carácter.

–Explíquese.

–Chicuelo era una persona muy retraída. Hay un matiz del carácter sevillano que no tiene nada que ver con la alegría ni con el jolgorio, sino que es muy inglés, muy reservado. El propio maestro Pepe Luis Vázquez, al que tuve la suerte de conocer personalmente, era así. Yo lo llamo carácter angloandaluz. Pero insisto, esto es una teoría personal.

–¿Y por qué hoy reivindicamos a Chicuelo?

–Chicuelo es el verdadero inventor del toreo moderno. Es decir, el primer maestro que empieza a ligar los pases, sobre todo en el toreo al natural. Esa famosa faena al toro de Graciliano, en 1928, en Madrid, revoluciona el mundo del toreo, básicamente porque hace una cosa que no era habitual. Si Joselito toreaba andándole al toro y Belmonte acorta las distancias con el animal, Chicuelo añade ligar los pases. Eso produce una emoción en el público que es la que actualmente sigue preponderando. Además, acompaña esta revolución con una plasticidad, una estética y un aire sevillano especial.

–¿Existe la escuela sevillana?

–No hay una escuela con unos cánones definidos, pero lo cierto es que hay un aire especial en los toreros sevillanos después de Chicuelo. Esto tiene que ver con la improvisación, la gracia... Estoy hablando de toreros como Pepe Luis Vázquez padre e hijo, Manolo González, El Andaluz... Y hoy en día el ejemplo sería Aguado. Es una escuela definida por el clasicismo y la pureza, pero con la sal de la capacidad de improvisación y apostura.

–¿Y Morante?

–Yo soy un gran admirador de Morante, pero no está dentro de esto que estamos hablando. Morante tiene una tauromaquia más completa, un toreo más universal que sevillano. Tampoco lo está Curro Romero. Quizás porque eran de pueblos. Juan Ortega también es otra cosa.

–Antes habló de esa gran faena que revolucionó el toreo en 1928. Cuentan que Corrochano, el gran crítico taurino del momento, ni la olió. No se dio cuenta de nada de lo que había pasado.

–Corrochano era más del toreo castellano, por eso fue después muy partidario de Domingo Ortega. Quizás esa gracia sevillana de Chicuelo no la valoró tanto.

–Uno de los grandes hallazgos de Chicuelo fue un lance hoy muy popular, la chicuelina.

–Tradicionalmente se ha dicho que la chicuelina es una suerte que Chicuelo recrea a partir de un torero cómico, Llapisera, pero no fue así. La verdadera invención ocurrió en una corrida en Valencia. Un toro estuvo a punto de coger a Chicuelo, pero él se libró con mucha gracia echando el capote a un lado y luego envolviéndose en el mismo. Un banderillero de su cuadrilla, el Rerre, fue el que le hizo ver que había inventado un lance. Hasta se lo dibujó en una servilleta.

–Chicuelo bebió de Belmonte y Joselito.

–Chicuelo recoge la gracia y la improvisación de Rafael el Gallo, el clasicismo y la capacidad lidiadora de Joselito, y la pureza y el pararse delante del toro de Belmonte. Se convierte en el crisol de esos tres elementos. Sin proponérselo, inventa el toreo moderno ligando los muletazos.

–Pero el que le dio la alternativa fue Belmonte.

–Sin embargo, Chicuelo es un torero más clásico que Belmonte.

–¿Y quién fue su principal heredero?

–En notoriedad pública, Manolete, pero en modo de torear, Pepe Luis Vázquez. Hoy en día podríamos considerar a José Tomás como heredero de Manolete, y Pablo Aguado como sucesor de Chicuelo.

–Como pintor usted ha navegado siempre en la más estricta modernidad. ¿Y cómo aficionado taurino?

–Efectivamente, no soy un pintor taurino y siempre me he sentido cómodo en cuestiones más experimentales y más a descubrir. Sin embargo, mi afición por los toros, que es una herencia paterna, es clásica. Soy un tanto reticente ante determinadas innovaciones que, sin embargo, en otras artes sí me parecen más adecuadas.

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