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"Un hotelero es como un embajador"

Carlo Suffredini | Director del Hotel Alfonso XIII

Carlo Suffredini. / José Ángel García

Nacido en Roma, Carlo Suffredini (1965) siente devoción por la campiña toscana, donde se crió con sus abuelos. El director del Alfonso XIII tiene querencia por el campo, pues vive en Osuna junto a su mujer y sus dos hijas y hace 80 kilómetros diarios en coche. En septiembre cumple 16 años al frente de uno de los lugares más emblemáticos de Andalucía. Empezó en Italia en la cadena Sheraton y en España trabajó en el Puente Romano y La Quinta marbellíes y en el Palace de Madrid.

–Siempre en segundo plano. Quizás sea uno de los secretos para ser el director del hotel Alfonso XIII que lleva más en el cargo.

–Quizás, lo importante es estar en un segundo plano; primero, para observar, poder interactuar y conocer mejor la vida y la sociedad locales; por otro, la continuidad de un hotelero depende de que nunca se ponga de un lado de uno o de otro, nunca de parte de nadie.

–Como un diplomático.

–Exacto. Al final un hotelero es como un embajador, muy similar.

–¿Será una maravilla venir a trabajar aquí a diario?

–Cuando llegué aquí por primera vez en 1995 sufrí el síndrome de Stendhal, me enamoré de su belleza porque es un lugar único en el mundo. Es fantástico, como si fuera mi bebé.

–¿Es posible que un cinco estrellas esté completo?

–Un hotel con buen rendimiento debe oscilar al lleno o al casi lleno. Lo ideal sería estar casi lleno por si al cliente no le gusta la habitación, poderla cambiar. Un overbooking no es el estilo de un cinco estrellas.

–Aquí no se nota la crisis.

–Digamos que no se aprecia la crisis porque nuestro tipo de cliente siempre va a estar ahí. No suele tener crisis, sino altibajos dependiendo de la situación geopolítica más que nada.

–Últimamente se ven muchos huéspedes del Alfonso XIII en chanclas...

–Así es. Los clientes antiguos venían de etiqueta, pero eso ha cambiado. Ahora te puedes encontrar uno muy rico y poderoso en chanclas, en pantalón corto...

–Muy tatuado.

–Por supuesto. Debemos ir acostumbrándonos a esta realidad diferente.

–España arrasa a todos los países en la calidad media de sus hoteles. ¿Por qué no nos copian en algo que somos referencia?

–Deben copiar la forma de atender a los clientes, cómos nos dirigimos a ellos, como servimos. Ahí España lo hace muy bien y los demás no saben. Parte se debe a que aquí ponemos al mal tiempo buena cara.

–Y las habitaciones son mejores en España.

–Es verdad, deberían copiarnos. En el tema de hoteles España tiene que ponerse la medalla.

–Ha hospedado a muchos famosos, ¿a quién le encantaría recibir que no haya estado?

–Hemos hospedado a Richard Gere, a Harrison Ford y a Tom Cruise, pero no a George Clooney, que completaría la baraja de galanes de una era de Hollywood.

–Sharon Stone hizo una promoción del hotel que ni un anuncio en la Superbowl...

–Del hotel y de Sevilla. Es un encanto de señora. Es de las personas que aprecia mucho el lugar, la historia, el ambiente. Le di una suite con unas vistas espectaculares, abrió la cortina y dijo: “Madre mía, qué es eso”. Le conté sobre el Alcázar, la Giralda, la Catedral, la Torre del Oro... Ella empezó a grabar y se nota que tiene inquietudes y es amante de las cosas bellas de Sevilla.

–No dirá el pecador, discreción obliga, pero sí la petición más extravagante de un cliente.

–Cambiar toda la grifería de una suite. Llegó un señor, que no le diré quién es, con su grifería y la cambiamos durante su estancia. Después pusimos la original.

–Alfonso Escámez empezó con 13 años de botones y fue presidente del Banco Central. ¿Para saber mandar hay que aprender a obedecer o empezar desde abajo para llegar alto?

–Lo mejor es empezar de abajo y aprender bien las funciones de cada empleado, del botones, el limpiaplatos, el cocinero, el ayudante de camarero. Después pasas a recepcionista y luego ya empiezas a aprender administración, comercial, departamentos del control de gasto... Es fundamental.

–Usted pasó esas etapas.

–Todas. Mi padre venía de la holetería y conocí este mundo de primera mano. Me ayudó porque cuando llegas arriba es más fácil entender a los demás. Al final se trata de facilitar la labor y atender mejor a nuestros clientes;si no, ya puedes haber estudiado en mil universidades que eso no se aprende. Se aprende en el sitio.

"Cuando vi por primera vez el Alfonso XIII sufrí el síndrome de Stendhal, es un lugar único en el mundo"

–Aun viviendo del sector, estará de acuerdo en que hay que regular el turismo ante tal masificación de las ciudades andaluzas.

–Sin duda. Ha habido momentos de gran euforia con un movimiento masivo que generó dificultades a otro tipo de cliente de categoría alta que quiere un servicio más personalizado. Hay que regular, pero todo se puede hacer. Andalucía ofrece muchas oportunidades.

–¿A quién habría que torturar más para que rompiera su silencio: a un cura, a un abogado, a un periodista o a un director de hotel?

–El director de hotel debe ser así, es su profesión. No podemos mirar siempre recto, a veces lo hacemos a la izquierda y otras a la derecha. Y soportar cosas que una persona normal no aguantaría porque hay que tener una paciencia infinita.

–¿Le resulta más cargante la sevillanía de adopción o la romanità de nacimiento?

–Ni una ni la otra.

–No se corte: ¿con quién va en los Italia-España?

–Con Italia. Siempre. Azzurro total. Qué pena que nos perdamos el Mundial.

–Mi madre estaba enamorada de James Brolin en la serie Hotel. ¿Gana puntos un director apuesto?

–No tiene por qué.

–Y el de Pretty woman es el único que ayuda a Julia Roberts. La vocación de servicio por encima de todo sea quien sea el cliente, ¿no?

–Exacto, ahí se ve claramente un director de hotel que es hotelero.

–Cuando sale de nazareno en Los Estudiantes, ¿viene cambiado de casa o se aprovecha del cargo para vestirse en el hotel?

–Me suelo vestir aquí. Aprovecho el cargo porque mi casa está a 80 kilómetros y la cofradía está al lado.

–La portada de la Feria tiene reminiscencias de la fachada del Alfonso XIII. Tendrá que llegarse a diario, ¿no?

–Iré a diario para comprobar que está todo bien y que las bombillas están encendidas... Es la presentación de la imagen del hotel, hombre.

–Por último, ¿me hace precio si me caso aquí?

–Yo le voy a tratar muy bien. Eso se lo garantizo.

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