"Andalucía será uno de los lugares donde se note más el cambio climático"
Miguel Ferrer Baena, coordinador del CSIC en Andalucía
Miguel Ferrer Baena no pierde el tiempo. Científico y profesor de prestigio, ex director de la Estación Biológica de Doñana, presidente de la Fundación Migres... y además, toca en la banda de blues Credit Cruch.
-¿Es Andalucía zona de riesgo climático?
-El cambio climático está afectando a todo el mundo, pero Andalucía es uno de los lugares donde se notará especialmente. Estamos entre el Mediterráneo y el Atlántico y algunas predicciones son especialmente perjudiciales para nosotros. No estamos hablando sólo de la subida de las temperaturas medias, lo que, por otra parte, ya está ocurriendo, sino de un aumento de los eventos extremos: vamos a tener los inviernos más fríos, pero también los más cálidos, que nunca hayamos conocido. Es muy previsible también que tengamos un aumento de los vientos del Estrecho a largo plazo.
-No me diga que, en el futuro, habrá más levante...
-El cambio climático supondrá un aumento del viento de levante... También del poniente.
-Sé que suena algo morboso y apocalíptico, pero ¿Cádiz quedará sumergida bajo el mar?
-No sería la primera vez en la tierra que tenemos cambios importantes en los niveles costeros. El nivel del mar está subiendo y seguirá subiendo. Cádiz acabará bajo las aguas del mar y el polo norte se va a descongelar en menos tiempo de lo que nos gustaría.
-Esperemos que esto suceda dentro de mucho...
-El cambio está ocurriendo ya y se puede detectar en periodos que son, incluso, inferiores a la vida media de una persona. Por ejemplo, todas las personas con más de 30 años recuerdan cuando las cigüeñas eran migratorias, algo que ya no ocurre. El clima siempre ha cambiado a lo largo de la historia de la tierra, el problema es que ahora lo está haciendo muy deprisa y eso ocurre por procesos derivados de la actividad humana.
-Algunos llaman al lince animal funcionario y afirman que está sobreprotegido.
-El lince tiene un aspecto simbólico. No hemos sido los biólogos los que hemos inventado las banderas y los himnos... los símbolos son capaces de sintetizar en una imagen ideas muy potentes y complejas. No se trata de conservar el lince, sino de sintetizar un mensaje: tenemos que cambiar nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza porque en ello está nuestra futura supervivencia como especie.
-Es decir, que lo de menos es el animal en sí.
-Estamos sufriendo una transformación histórica en la manera de pensar nuestra relación con la naturaleza. A finales del siglo XIX se forjó la idea de la conservación de la naturaleza y la aparición de los parques naturales. La idea de entonces es que estos espacios son un paraíso que hay que proteger de la acción humana. De esa idea, que excluía al hombre, estamos pasando a otra más creíble: nuestro objetivo no es preservar la naturaleza virgen, sino pensar cómo vamos a gestionar el planeta para seguir vivos. No se trata ya de salvar el lince o la ballena, sino de preservar un medio ambiente en el que se pueda vivir.
-¿Cómo encaja Doñana en esta filosofía?
-Doñana, con todos sus problemas, se puede gestionar razonablemente. No está mucho peor ni mucho mejor que antes. El problema de Doñana es que es un experimento fallido no por la conservación del parque, sino por su relación con el entorno. El tirón internacional de Doñana se debería haber aprovechado para impulsar sistemas sostenibles en agricultura, turismo, etcétera. El enfoque no tendría que haber sido el parque, sino la comarca. Por ejemplo, en vez de comprar sistemas de riego eficientes a los israelíes, los podríamos haber desarrollado nosotros en Doñana. Todavía estamos a tiempo.
-Quizás el problema está en la misma génesis del parque nacional.
-El problema es el de su definición original. En los años 60 dedicamos mucho dinero público a crear un parque nacional, pero también a la agricultura en las marismas, a un polo químico en Huelva y al desarrollo turístico en Matalascañas. Es decir, unas inversiones públicas que pueden definirse como esquizofrénicas. En el mismo lugar intentamos desarrollar actividades que, en mi opinión, son incompatibles. Contra todo pronóstico fue Doñana la que se llevó el gato al agua.
-Lo acaban de nombrar coordinador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Andalucía. Algunos dicen que en nuestra comunidad autónoma se investiga mucho, pero mal.
-Andalucía y España generan mucha y buena investigación. Nuestro déficit está en la innovación y en la capacidad de crear patentes. Eso tiene su explicación histórica porque, tradicionalmente, el sistema de I+D ha estado aislado del tejido industrial La nueva situación nos va a obligar a estar más cerca y a concebir la ciencia como un motor de generación de empleo de alta cualificación. Hay que saltar del mundo académico a la sociedad, convertir el conocimiento en oportunidades económicas.
-¿Cómo afectará la crisis a la investigación?
-La crisis nos va a obligar a buscar fuentes alternativas de financiación, lo que tendrá consecuencias positivas. La falta de dinero público nos obligará a captar fondos en el extranjero, lo que, asimismo, nos impulsará a crear equipos internacionales, algo más que recomendable desde el punto de vista de la actividad científica. Por otra parte, nos empujará a buscar financiación en el sector privado, lo que también es muy interesante.
-¿En qué campos son más competitivos nuestros investigadores?
-Son muy potentes los grupos de investigación relacionados con las industrias agroalimentarias, lo cual tiene, además, un importante impacto en desarrollo local. También destacamos históricamente en biomedicina y biología molecular, así como en estudios ambientales. Esto es importante, porque España y Andalucía es uno de los lugares del mundo donde tenemos ordenadores y águilas. Es decir, tenemos desarrollo tecnológico y cierta conservación del medio ambiente, algo que pasa en Etados Unidos, Canadá o Australia, pero no en muchos países europeos.
¿Y en qué campos somos menos competitivos?
-La lista sería demasiado larga.
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