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La nueva rotonda de Nervión no convence

“En Andalucía hay cierto conformismo político”

Manuel Ruiz Romero | Historiador

Manuel Ruiz Romero. / Manuel Aranda
Arantxa Cala

03 de septiembre 2018 - 00:02

Nació en Sevilla (1959) y estudió Magisterio. De aficionado a la Historia, terminó sacándose el doctorado con una tesis sobre el Estatuto de Autonomía de Andalucía. Tiene la Diplomatura de Estudios Avanzados y la carrera de Ciencias Políticas. Afincado en Jerez desde hace 20 años, trabaja en el Archivo del Ayuntamiento y está muy involucrado en todo lo referente a la Memoria Histórica. Inquieto intelectualmente, le apasiona investigar la otra Historia de España, “la de la gente humilde que no sale en los libros de texto”.

–Usted es un experto en andalucismo, ¿cómo lo ve hoy?

–Hay una propuesta de reflexión, de diagnóstico de la realidad y de autoestima que es la que nos empezó a marcar el andalucismo histórico. La comunidad autónoma se enfrenta a una realidad y es que Andalucía existe. No existió durante el franquismo en base a arbitrarias divisiones que hizo Franco, pero la llegada de las preautonomías y el nacimiento de la Junta significa el reconocimiento de una unidad administrativa y política que se llamaba Junta de Andalucía. Ahora, la realidad no dista mucho de la que fue la comunidad durante le Transición. La crisis se ha utilizado para expandir una ideología neocentralista de forma que las comunidades autónomas sobrarían en beneficio de un sistema parlamentario único en Madrid. Sería un atraso.

–¿Qué diría Blas Infante?

–Me da pudor interpretar su voluntad, pero sí animo a su lectura y relectura a los ojos del siglo XXI. El planteamiento republicano federal, intercultural, de autoestima, orgullo, puesta en valor de la identidad de los andaluces en el contexto de la España de la Europa en la que estamos son valores que tiene Blas Infante y que los andaluces debemos redescubrir.

–¿Se sienten los andaluces orgullosos de serlo?

–Hemos perdido mucho ímpetu autonómico durante la Transición. Se nos ha desactivado esa conciencia autonomista a favor de una conciencia por un lado centralista y, por otro lado, de pueblo colonizado, más pendiente de lo que pasa con ETA y Cataluña que consigo mismo. Eso es algo que echo de menos de la Transición.

–¿Las nuevas generaciones tienen ese ímpetu?

–En los mayores de 40 hay sectores que tenemos la educación de Franco muy presente todavía. El nacionalcatolicismo nos hace pasar de puntillas por la Memoria Histórica y lo que hace es darle la espalda a la democracia, una democracia que busca justicia y perdón. Hay casi un 40% de la población andaluza que no vivió el 4 de diciembre de 1977 (manifestaciones en favor de la autonomía de Andalucía) y siempre ha vivido bajo un régimen socialista. Llevamos casi tanto tiempo gobernados por el PSOE como por Franco.

–¿Ve Andalucía en otras manos: PP, Ciudadanos...?

–Es un ejercicio de higiene democrática el cambio político en Andalucía. La diferencia entre un régimen caciquil con respecto a una frescura democrática es la capacidad de cambio que tiene un pueblo. Hay cierto conformismo y es paradójico que estemos a la cola de los indicadores socioeconómicos y sigamos votando al mismo partido. Parece que preferimos lo malo conocido que lo bueno por conocer. El peligro que tenemos es que haya un nuevo planteamiento de reforma constitucional y Andalucía pase por no plantearse su potencial y lo que consiguió en la Transición. Si la hay, que no suponga una involución en el Estado de las Autonomías.

–Una de sus muchas líneas de investigación es la labor de los medios de comunicación durante la Transición.

–La reflexión democrática comienza antes en los medios que en las clase política o que en las instituciones. Hay un pensamiento democrático que muchos medios empiezan a imbuir para que esa Transición inevitable sea pacífica. Son fenómenos únicos a nivel de Estado.

–¿Por qué le interesa tanto Andalucía? Es casi una vocación.

–Andalucía es una militancia que tiene que pasar de la intuición a la documentación. No somos más andaluces por mover la verde y blanca, sino que tiene que haber una posición de conocer y criticar las doctrinas oficiales. Quizás porque mi cultura es la andaluza y porque mis maestros, como el sacerdote Enrique Iniesta, me empujaron un poco por esta línea hasta hacer una tesis doctoral sobre la Transición andaluza y las instituciones de autogobierno. Y voy haciendo currículum porque ya soy muy viejo (ríe) y porque no paro de investigar.

–¿Y qué investiga ahora?

–Estoy en tres cosas: la figura de Ramón de Cala, del que he localizado unos fondos en el Archivo de Las Cortes; he presentado al Premio Ateneo de Sevilla una biografía política de Miguel Primo de Rivera y Urquijo y estoy estudiando el tardofranquismo y la Transición en Jerez.

–¿Qué le sugiere el tema catalán?

–Pedro Sánchez ha abierto una línea de diálogo, que no significa que esté todo resuelto, pero con la que al menos no se llega a la crispación política, que ahora está en la calle, algo preocupante. El futuro pasa por algo que reclamaba Blas Infante en los tiempos de la República: República y Federalismo. La izquierda lo plantea ahora como la panacea.

–¿Se imagina una Andalucía independiente?

–No. No creo en la independencia política. Quizás dentro de 100 años la gente se lo pueda plantear, pero hoy los andaluces no son independentistas. Andalucía debería reclamar derechos políticos y ciudadanos conseguidos. Tenemos formalmente unas instituciones, pero a nivel práctico la autonomía es simplemente una marca política o un logo, que es peor.

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