"La utopía de la Navidad es una idea muy subversiva"
Alberto del Campo, antropólogo
Profesor de Antropología Social en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla, Alberto del Campo (Sevilla, 1971) ha empleado quince años de investigación en darle sentido a su Historia de la Navidad. El nacimiento del goce festivo en el Cristianismo (El Paseo): una propuesta en la que desarrolla que la Navidad fue un campo de lucha entre el sector más estricto de la jerarquía eclesiástica y una parte de la Iglesia que consideró las fiestas navideñas como una oportunidad para mantener vivos entre el pueblo los más variados sentidos del júbilo pascual y de la alegría como derecho y válvula de escape.
-Su Historia de la Navidad propone algo distinto: la defensa de lo festivo y transgresor como culto. Siempre se ha vendido que la manifestación válida era el culto puro, pío, aséptico.
-Siempre se ha mantenido que lo profano y lo sagrado estaban más separados de lo que en realidad estaban, cuando se han mezclado mucho, y la propia Iglesia ha utilizado lo profano cuando le faltaban datos, por ejemplo, con los Apócrifos; o incorporando costumbres para ganar fieles. Pero la lectura tradicional ha asociado los elementos jocosos con lo irreligioso, con lo pagano. En cierto modo, era normal, porque tenía un culto que sobreponer, y esa tendencia terminó siendo la hegemónica. Pero, en muchos casos, incluso se le daba un fundamento teológico a la transgresión.
-Otra forma de sincretismo.
-No puedes transmitir unas creencias al pueblo si el pueblo no las hace suyas... Así que lo importante no eran tanto los dogmas cómo las prácticas con las que atraer a la gente. Y ahí está, por ejemplo, el grado de espectacularidad.
-La puesta en escena.
-Los teatros y autos pascuales y navideños se inventan para competir con los juglares e histriones y transmitir la doctrina. Pero, más allá del sentido último, podías y tenías que darle vidilla porque si no, el público se te iba. Por ejemplo, los pastores, que representaban al pueblo, tenían diálogos más jocosos; Herodes era un villano de la peor calaña, etc.
-Tenían incluso, explica, distintos dramas sobre la figura de San Nicolás.
-Nuestro Papá Noel es una interpretación del santo, pasada por el protestantismo y la cultura anglosajona, que no ha tomado lo que tenía de transgresión la figura de San Nicolás. Los excesos de la Navidad estaban muy mal vistos para el protestantismo, que llegó a prohibirla en Inglaterra: costumbres paganas, pérdida de tiempo, de productividad... A San Nicolás se lo apropia el escalón más bajo de la Iglesia: diáconos, subdiáconos, niños del coro, aquellos que aún no están ordenados pero de los que hay miles. Y, desde San Nicolás hasta el Día de los Inocentes, ellos mandan. Hay teólogos, como fray Hernando de Talavera, que apoyan la costumbre y la definen como "cristológica": Cristo vino al mundo para defender a los pobres, a los últimos, a los niños. Así se celebra que los últimos serán los primeros, y se les da protagonismo.
-Y, ¿por qué la figura de los obispillos, por qué niños?
-En la fe cristiana, la divinidad nace hecha niño. La Edad Media era una época adultocéntrica: los niños, como sigue siendo en muchos lugares, apenas eran más que mano de obra. Era una forma de colmarles del protagonismo y la libertad de autoridad que no tenían el resto del año.
-P
ero esa figura del falso rey, del rey del desorden, es muy antigua.
-Conservamos un resquicio en la costumbre del haba y el Roscón de Reyes. Pero la idea de la Navidad como periodo festivo de válvula de escape estaba tan enraizada que la Iglesia no sólo ha sido consciente, sino que ha teorizado sobre eso. Sobre 1400, la Facultad de Teología de París, la máxima autoridad en la materia, se pronunció sobre las fiestas de locos navideñas, en las que los clérigos se disfrazaban... Y bueno, la contestación fue que les parecía algo escandaloso pero que era una costumbre antiquísima y que, al fin y al cabo, "el ser humano es como un barril viejo que, si no lo abres de tanto en tanto, estalla". De hecho, contra estas licencias se pronuncian muchos concilios y sínodos pero, al final, se terminan pidiendo cuestiones como que no quemen cosas en las iglesias, que no metan burros...
-Otras cosas pervivieron mejor desde las antiguas saturnalias romanas: las plantas perennes, las monedas, el intercambio de regalos (strenae)...
-Hay documentación respecto a todo eso en el siglo VII. Hubo suspicacias con los banquetes pero, al final, todo se integró en la ortodoxia porque era imposible luchar contra el deseo atávico de llamar a la abundancia en el año nuevo. Hay que tener en cuenta, también, que cuanto más miedo tiene la gente más inversión del orden ha requerido. En las saturnales se trataba, además, de recordar un reino utópico, el de Saturno, sin esclavos ni señores... La venida de Cristo es un poco lo mismo: el anhelo de un mundo armónico, más generoso, mejor, que al fin y al cabo es lo que intentamos estos días. Eso sí se ha mantenido, la utopía de la Navidad. Es una idea muy profunda, no es banal. En el mundo utópico, los que están abajo también tiene poder.
-¿Y por eso se impuso lo piacular?
-Y por la Ilustración, y por Trento. Hay que dominar y administrar la salvación, y eso no casa con mensajes de subversión. Al poder no le interesa que haya un momento de transgresión. Luego está el tema de la Navidad de Dickens: familiar, dentro de un orden. Pero en algunas fiestas populares aún se experimenta así: un momento para señalar al poderoso si no es justo. Los tontos de los Verdiales, los locos de Fuente Carreteros... individuos que invierten el orden y hacen que, por un momento, no temas al poder.
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