Alegato contra la mediocridad
Domingo de Pentecostés en la romería del Rocío 2019
El coro de la Hermandad de Sevilla canta en el pontifical el himno del centenario de la coronación de la Blanca Paloma, obra de Rafa Serna
Domingo de Pentecostés. Sucesión de simpecados sobre las tarimas. Moqueta amarilla. Casullas rojas y albas blancas. Estampa propia de una jornada que forma parte ya del imaginario colectivo de los andaluces. Comienza la misa que congrega a todas las hermandades en el real de la aldea, donde hace cien años se coronó a la Virgen del Rocío.
Suenan los primeros acordes musicales. El coro de la Hermandad de Sevilla interpreta el himno que conmemora el centenario de aquel acontecimiento, el que cambió la historia de esta romería. Los sones pellizcan el alma. Y el recuerdo. A la memoria viene el nombre de Rafa Serna, director durante años del coro y autor de esta obra cuya letra ya se conocen al dedillo los romeros.
Llegan los componentes de la junta de gobierno de la Matriz de Almonte. Su presidente, Juan Ignacio Reales, asiste a uno de los últimos actos oficiales ocupando ese cargo. Ha desempeñado tal responsabilidad durante ocho años, en los que ha vivido dos jubileos, dos salidas extraordinarias de la Virgen y una venida a Almonte. El viernes posterior a la romería hay elecciones.
No es la única despedida. El obispo de Huelva, José Vilaplana, que preside la ceremonia religiosa, cumple la edad establecida para su jubilación. Ha de presentar su renuncia a la sede onubense, por lo que también podría ser su último año ocupando este cargo. Su última misa de Pentecostés como prelado.
A Vilaplana lo acompañan José Mazuelos, obispo de Asidonia-Jerez, y Francisco Javier Lozano, quien fuera hasta 2015 nuncio apostólico en Rumanía.
Los asistentes a la misa se cubren del sol –que ya a esta hora, las diez de la mañana, comienza a ser molesto– con diversos complementos. Lo hacen, además, con la intención de mantener el decoro que requiere el oficio religioso. El programa que edita la Matriz con los actos de la romería sirve de improvisado abanico para remover el aire.
En su homilía, el obispo de Huelva se dirige a los romeros con una frase que cala hondo: “Los cristianos no podemos ser mediocres, sino santos”. Monseñor Vilaplana recuerda las palabras de San Juan Pablo II, el Papa rociero, que advirtió que a la santidad no están llamados sólo los religiosos, sino cualquier seglar en el desempeño de sus funciones de la vida cotidiana.
El prelado onubense insiste en ser creyentes “activos”, en “no tener una vida cristiana tibia”. Y pone de ejemplo a María como “camino a la santidad”. Aprovecha la coincidencia con el centenario de la coronación de la Blanca Paloma para dejar claro que la mejor presea que se le puede ofrecer a la Madre de los rocieros no es material, sino la que procede de las obras humanas. “La mejor corona sois vosotros, si resplandecéis como oro en las buenas obras”, sentencia.
La santa misa, en la que renuevan la promesa de fe los hermanos mayores de las corporaciones filiales, acaba con la salve del olé, a la que siguen las sevillanas que Muñoz y Pabón compuso hace un siglo. Aquéllas que el pueblo ha hecho suyas y que son dogma de todos los que peregrinan a las marismas: La Virgen del Rocío no es obra humana.
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