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Sevilla se va al Rocío. La alegría que calienta el alma

Romería 2024

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Sevilla se va al Rocío. Mañana de chaleco y rebeca
- Vídeo: Juan Carlos Muñoz, José Luis Montero y Rafa del Barrio

15 de mayo 2024 - 14:37

Son las 10:52 de un miércoles que marca el meridiano de mayo. Ni un minuto más. La carreta de Triana, a los pies del primer rascacielos de la ciudad, se despide del barrio. Le queda por delante una larga senda de asfalto. Acaba una mañana que empezó bien temprano en San Jacinto. Tiempo de chaleco, rebeca y hasta chaquetón. El frío ha sido el acompañante de unas horas en las que Sevilla se ha puesto a andar desde el centro y los barrios. En idéntico lugar y en el mismo momento, años anteriores, sobraba ropa que ahora los peregrinos se echan encima para protegerse de la embestida del termómetro, venido abajo en este Rocío tempranero.

La ciudad se hace nómada (para enojo momentáneo de muchos conductores) cuando la primavera pasa su ecuador (otra de las cursiladas recurrentes). El centro y los barrios van subiendo, por distintos caminos, ese primer puerto de montaña que es el Aljarafe. El balcón asomado a la capital vive este miércoles una jornada de fiesta. Gines acompaña en la salida a su ahijada, Bormujos, que cumple bodas de oro. Umbrete también empieza la peregrinación con su identitario cajón, sin olvidar La Puebla del Río, Bollullos, Benacazón, Huévar y Santiponce. Una comarca entera en busca de la marisma, final de meta del rociero.

Romería muy madrugadora. El reloj se adelanta en la calle San Jacinto, cuando la comitiva se echa a andar a eso de las ocho y cuarto. El frío mañanero se cuela por las cubanas de los romeros. Hace falta ropa de abrigo. Las rocieras no han tentado la suerte. Previsoras, acuden a la cita con rebecas y cazadoras vaqueras para esquivar el relente traicionero. Las combinaciones escapan de cualquier dogma del diseño. Hay outfits para todos los gustos (y para su ausencia también). La hermandad más antigua de la capital, bicentenaria en las arenas, sale una hora antes de lo acostumbrado. Sus peregrinos quieren disfrutar del barrio sin estirar el tiempo límite para dejar la carretera expedita, las 11:00.

Los malvas de la carreta

La primera parada es la Capilla de la Estrella, donde las colgaduras recuerdan que se cumple un cuarto de siglo de la coronación de la dolorosa. A la sombra cuesta mantener el tipo. Se adentra la caballería en la calle San Jacinto. El trotar de los animales sirve de anuncio de la romería ante la falta de cohetes. Fiesta sin pirotecnia. Se escucha la banda y llega la carreta del simpecado con colores malvas y morados en las flores. Dos peregrinas, "arrecías de frío", buscan la caricia de un sol aún demasiado tímido. Son horas en las que la arteria principal del barrio todavía no ha caído en las garras del mar de veladores que proliferan desde la peatonalización.

El bullicio rodea la carreta del simpecado de Triana en su discurrir por el viejo arrabal. / Juan Carlos Muñoz

Se adentra la comitiva por las entrañas del viejo arrabal para buscar Santa Ana. Desde la catedral trianera viene todo el cortejo por Pureza. Empieza a ambientarse la mañana en la que no faltan tampoco los plumas sin mangas, la segunda piel de muchos sevillanos en estos meses de entretiempo. En un miércoles rociero siempre es una suerte compartir acera con Pepe Luis Trujillo, que me da la crónica hecha. Para quien les escribe -a estas horas aún somnoliento- le resulta de gran utilidad sus explicaciones para ir rellenando estos renglones que tienen la amabilidad de leer (si han tenido paciencia suficiente para llegar hasta aquí). Trujji, como muchos otros sevillanos que colmatan la calle larga, llegará andando hasta Torrequemada, una de las propiedades de la hermandad junto a Pozomáquina. Es en estos terrenos, a pie de la SE-40, donde se doma a los bueyes para la treintena de carretas que toman ahora mismo toda la calle San Jacinto. Pocas estampas de la romería igualan en belleza a la colorida hilera.

En la caballería trianera priman las chaquetillas blancas. Me apuntan que fue invención de Rodríguez Ojeda, a principios del siglo XX, cuando el artista tuvo tanta vinculación con la corporación. Una indumentaria copiada ahora -y hecha seña de identidad- en otras hermandades rocieras en el día de la salida, pero que tiene su origen aquí, en este barrio que no deja resquicio libre delante de la Capilla de los Marineros, donde se hace el silencio al llegar la carreta con la Chiquetita. Rompe el inmovilismo sonoro Nacho Sabater, teniente hermano mayor y componente de Siempre Así, que entona la Salve Marinera a la Virgen de la Esperanza. El público le coge el compás a la letra, pese a lo tempranero del momento.

En la Plaza Nueva

La Hermandad de Sevilla pasa junto a la muralla del Alcázar. / José Luis Montero

La romería se desparrama por la ciudad. Sale el Cerro y Sevilla llega al Ayuntamiento, donde es recibida por la corporación municipal, con el alcalde José Luis Sanz al frente. El regidor hispalense es centro de las miradas tras darse a conocer un posible pacto con Vox por el que los ediles del partido de Santiago Abascal ocuparían sillones de gobierno tras las europeas. Sí, esos comicios que tendrán lugar después del Corpus, cuando acabe el ciclo festivo primaveral de la ciudad y los sevillanos se exilien a las playas los días de asueto.

Hilera de carretas de la Macarena con el puente del Alamillo al fondo. / Rafa del Barrio

Perdonen el inciso político. Sigamos con Triana, que tiene en el Cachorro su última parada. En la puerta de la basílica hay tres señoras adueñadas de los metros cuadrados que ocupan desde que hace una hora esperan a las dos hermandades que pasan por aquí durante la mañana. Un cordón de seguridad en toda regla que nada envidia al de los almonteños el Lunes de Pentecostés. Infranqueable. Cogidas del brazo y con gesto agrio le niegan el paso a cualquiera. Ya sea un peregrino o un espectador más. Sus aspavientos se convierten en protagonistas del momento. "Por aquí no se pasa". "Para ver al Cachorro tiene todo el año". Letanía de improperios que pasan de provocar enojo a ser motivo de mofa.

La escena hace a los presentes entrar en calor y olvidar ese biruji que caló hasta los huesos dos horas antes. Primero llega la carreta de la Macarena. Hipérbole de plata hasta donde son alzados niños con pocos meses para que los acaricie el simpecado. El gesto se lleva el aplauso de los presentes. Florece alguna lágrima. Están presentes el concejal de Fiestas Mayores, Manuel Alés; y el líder de la oposición, Antonio Muñoz. Se despide la hermandad del Arco y llega la que da nombre al arrabal. Saludo final antes de dejar la ciudad. Ya sólo queda andar. Entregarse a la alegría para quitarse el frío. Y calentar el alma.

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