La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El alcalde de Sevilla no tiene una varita mágica
Los caminos de Sevilla
En este Rocío del reencuentro -escucharán y leerán la palabra ciento de veces esta semana- han cambiado muchas cosas. No es cuestión ahora de repasarlas, pues haría interminable esta crónica y no es menester aburrir al querido lector en tales cuitas. Pero, permítanme que les incida en un aspecto que afecta a todos los mortales: el bolsillo. El encarecimiento de los productos también se percibe en la romería. No hay ámbito en este peregrinar multitudinario que no se haya visto afectado por el alza de los precios. Incidencia que se hace más que evidente en uno de los puntos de los caminos de Sevilla: el cruce de hermandades en barcaza por Coria del Río.
Muchas corporaciones se han encontrado con la "sorpresa" de que las tarifas para atravesar el Guadalquivir a la altura del municipio de los albures y los samuráis distan bastante de la última romería, la de 2019. Comparar el cuadro de precios saca de toda duda. Si en 2019 montar un tractor con remolque -lo que viene siendo una carriola- en la barcaza costaba 60 euros, tres años después dicha cantidad se eleva a 100, según la información detallada por la empresa que gestiona este sistema de comunicación.
En algunos casos, las cifras se han duplicado. Así ocurre, por ejemplo, con los coches de caballos tirados por un mulo. Si en la última romería había que pagarle al barquero 16 euros, ahora hay que desembolsar 30. Tampoco deben dejarse atrás las carretas de bueyes, tipología que incluye las que portan los simpecados. En 2019 el cruce valía 27 euros, en esta romería sale por 45. El bolsillo de los romeros sangra. A borbotones.
Manuel Díaz lleva 35 años trabajando en las barcazas de Coria. Explica que el encarecimiento obedece a la subida de los precios y al incremento del coste del combustible. "En tres años ha subido todo", refiere este empleado, que hace hincapié en "la inversión" que la empresa responsable del servicio acomete para transportar carriolas, animales y vehículos que integran las comitivas romeras.
No obstante, puntualiza que a las hermandades, cuando empiezan a planificar el camino, se les hacen "ofertas" que llegan a reducir hasta un 30% el coste total. "La ida y la vuelta en barcaza puede costar unos 3.000 euros a una hermandad de tamaño medio, ya con el precio rebajado", detalla este trabajador, que se afana en el amarre de la barcaza cuando llega a la orilla coriana.
La expectación por contemplar el desembarque de los peregrinos es menor este martes que el resto de los días. La salida de la Hermandad de Coria resta público. Uno de los que permanece en este enclave es Andrés Peñuela, técnico de la concejalía de Fiestas, que esta semana ejerce de coordinador del cruce. El miércoles es la jornada en la que más romeros usan la barcaza. Es cuando vienen dos corporaciones con mucho acompañamiento y caballería: Dos Hermanas y Los Palacios.
La hermandad nazarena fue la que inauguró este cruce. Lo hizo en 1970. En 2020 se cumplieron los 50 años, unas bodas de oro que se celebrarán en esta edición, al no haber romería en tres años por culpa de la pandemia. Con tal motivo, se descubrirá una placa cerámica que recuerda tal efeméride. Peñuela acompaña a las hermandades hasta la parroquia de la Virgen de la Estrella, donde rinden pleitesía a la patrona coriana. Ahora lo hace Ronda.
Antes le tocó el turno a Fuengirola. Superar el desnivel entre las aguas del antiguo Betis y el suelo del pueblo ribereño requiere de una gran destreza por parte de los carreteros. Un grupo de 30 mujeres empuja con todos sus reaños en la trasera de la carreta del simpecado, haciendo fuerza en la barra de promesa, punto de reivindicación del ímpetu femenino. La pendiente pasa factura y varias peregrinas caen rodando, no sin antes soltar algún improperio por el impacto contra el adoquín. Todo acaba en risas.
La Guardia Civil controla el cruce de hermandades por este punto desde un patrullero de Servicio Marítimo, traído expresamente de Cádiz. José Manuel y Luisa también son testigos de estos momentos desde la barra de la venta El Mellizo, que en estos tres años sin Rocío ha cambiado de dueño. Sigue en manos de la misma familia, pero con distinto encargado. Ahora es el hijo el que se ocupa de llevar un negocio cuya sombra la regala una enredadera de parras. Confort térmico sostenible, que dirían los expertos. "Aclare usted que Luisa no es mi mujer", precisa este coriano hostelero. Aclarado queda.
Luisa cuenta los minutos que faltan para acabar la jornada laboral e irse a ver la hermandad de los cordones rojos, la que atraviesa ahora el centro del pueblo, donde no hay clases en los colegios y muchos comercios permanecen cerrados. Más de 2.000 peregrinos la acompañan. La carreta del simpecado -el cajón, como aquí gusta llamarlo- atraviesa la calle Cervantes al mediodía. Hay romeros de toda la vida que vuelven al camino, como Isabel Sardina, que a sus 71 años sigue sujeta a una vara de bambú de donde cuelgan múltiples lazos que el tiempo ha desteñido. Pierde la cuenta de cuántos Rocíos lleva andados. La trajeron sus abuelos y ahora son sus nietos los que la acompañan. Sólo le pide a la Virgen salud. "Y que se vaya la guerra". Coria, siempre, encarece el alma.
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