El rojo Alés
El Fiscal

Hay en Sevilla un amarillo calamocha vinculado al Postigo por donde pasa la Buena Muerte dormida que parece pintada en ese preciso instante por Suárez. Hay un amarillo albero, un celeste de Murillo, un negro lúgubre de Valdés Leal que nos conduce a la casa fundada por Mañara, un azul Hiniesta radiante que evoca la ilusión de José María Marvizón, quien mira con más ternura a la reina de San Julián. Hay morados de la Quinta Angustia o del Valle. Blanco radiante del Porvenir, verde de las Esperanzas, negros ruanes o rojo de la Lanzada. Y ahora, en esta ciudad que lleva años con cierta desorientación en cuestiones de Semana Santa, ha habido que sacar de la paleta el rojo Alés para pintar líneas que indiquen al público cuáles son los límites para esperar a las cofradías. Nos ha salido un rojo Alés maravilloso. ¡No, no se nos ha vuelto de izquierdas el señor teniente de alcalde de Fiestas Mayores, Magnas y Festejos! Nos ha tenido que poner literalmente líneas rojas porque ya no sabemos movernos como antaño. Es de esperar que funcionen muy bien. Tenemos que acostumbrarnos a este rojo Alés. Porque tenemos la obligación de cuidar y mirar la Semana Santa, rosa delicada.
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