El precio de las sillas es el dogma apócrifo de Sevilla

El Fiscal

No se discuten los precios que se actualizan cada año: el del barril de la Cruzcampo ni el del asiento en la carrera oficial

Los palcos de la plaza de San Francisco
Los palcos de la plaza de San Francisco / José Ángel García
El Fiscal

22 de diciembre 2024 - 04:00

El palco más caro de la Semana Santa de 2025 costará 987,16 euros. Y hay cola para trincar uno. Ríanse de la lista de espera para entrar en El Rinconcillo que tanto cabrea a Pérez Reverte y a muchos sevillanos. El personal sabe que en el último trimestre del año hay dos precios la mar de sevillanos que se actualizan. Vamos, que suben, pero queda mucho más fino decir que las tarifas se actualizan. Se trata de los precios del barril de la Cruzcampo y las sillas de Semana Santa. No hay un solo presidente del Consejo que no haya encarecido las tarifas en los últimos 25 años, algunos de ellos hasta lo hizo de forma sonada con una subida del 10% en 2001. El Consejo justificó la subida aquel año porque tenía que repercutir el IVA de la empresa Arcasur (que aquellos años gestionaba la organización de la carrera oficial) en las tarifas de los abonados con la finalidad de no recortar las subvenciones anuales a las cofradías, pues no se olvide que de la recaudación salen las ayudas económicas para las hermandades que hacen estación de penitencia a la Catedral. Al fin y al cabo son las cofradías las que generan la actividad. ¿O no? Unas veces han subido por el IVA, otra por el gasto de las estructuras de los nuevos palcos, otra por efecto de la crisis económica, otra por la pandemia que dejó a la ciudad dos años sin Semana Santa...

Los precios subirán un 2,6% en 2025. Dicen el Consejo que la subida se ajustará al IPC anual de 2024. El aumento es del 2,4% hasta noviembre. Los expertos consultados estiman que en diciembre podría subir en torno al 0,4%, lo que elevaría la inflación anual al 2,8%. No obstante, la junta superior del Consejo ha decidido dejarla en el 2,6% para ajustarla "ligeramente a la baja". ¡Qué derroche de generosidad el de los señores del Consejo! El coste de una de las posesiones más demandadas en esta ciudad ha experimentado un importante incremento en los últimos 25 años: un 125% más, un porcentaje que supera ampliamente al registrado en el Índice de Precios de Consumo (IPC) nacional, que en este periodo ha sido del 78%. ¿Quién alzará la voz? Nadie. ¿Quién protestará? Nadie. ¿Quién debatirá si es mucho o poco? Nadie. Silencio... que suena la saeta del conformismo. ¿Por qué? Porque a la silla no se renuncia bajo ningún concepto. En todo caso se cede por un año sin perder la titularidad. La silla es un símbolo de estatus. He ahí la clave. Antes se pierde la caseta que el palco o los asientos de la carrera oficial. Todas las juntas superiores de San Gregorio han tenido claro a la tuerca de los precios le caben siempre más vueltas. Y aprietan de lo lindo. El Ayuntamiento se limita a tomar conocimiento de las tarifas. Y punto. Hubo un año en que la Delegación de Fiestas Mayores, siendo alcalde Monteseirín, trató de meter la cuchara en papel con el argumento de tratarse de la vía pública. No se logró nada. Pero sí se impuso el cobro de las tasas por ocupación ante la Gerencia de Urbanismo. En el fondo es casi un precio simbólico si se compara con la recaudación. Tampoco conviene olvidar la ingente obra social, asistencial y de caridad que asumen las hermandades. Ni tampoco la economía que generan. Uno de los grandes silencios de Sevilla es el que se produce cada vez que se sube el precio de las sillas y palcos. O el de la Cruzcampo. Todos callados. Ni pío. Con las claves de la existencia no se discute. El bar ajusta los precios en función del coste del barril. Y el sevillano cede las sillas o reordena su economía. Amanece cada día.

La hora de Abel Moreno

Por fin tendrá el maestro Abel Moreno un reconocimiento en Sevilla. El Pleno ha aprobado la dedicación de una calle. Un acierto del gobierno de José Luis Sanz. Pocos como Abel Moreno (Encinasola, Huelva, 1944) han sido fieles al concepto de marcha como composición que ayuda precisamente a eso: a marchar. Abel Moreno es para muchos sevillanos en el plano musical lo que la voz apasionada de Buzón es para el Pregón, o el libro del cura Federico Gutiérrez ha sido en cuanto a bibliografía de consulta urgente en los tiempos en que la oferta era mucho más reducida y la masificación aún no condicionaba la principal fiesta de la ciudad. Abel Moreno es la Sevilla de los 80 y 90 proyectada al futuro con vocación de perpetuidad. Siempre ha sido muy aficionado a insertar en sus marchas fragmentos de música popular o de otras melodías conocidas con el objetivo de hacer más comprensibles sus creaciones. En una marcha para Huelva incluyó un fandango, en una dedicada a la Virgen de la Encarnación metió el ‘Ave María’, en la de la Macarena usó un bolero y en el inicio de ‘Virgen de los Estudiantes’ apostó por el comienzo del ‘Gaudeamus Igitur’. Acierta el Ayuntamiento en honrar a esta leyenda viva de la música procesional. Sus composiciones están en el imaginario de miles de sevillanos que han aprendido a amar la Semana Santa con su música. Y La Madrugá es para muchos la sinfonía de la Semana Santa desde su estreno en 1987.

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