Sin nazarenos no hay Semana Santa
Cada uno es un cartel, una vida, un asidero de la memoria. Quizás han sido orillados demasiado tiempo en favor de los solos de corneta y los costaleros
Sevilla/Son unos ojos y unas manos. Hay que saber cruzarse las miradas con ellos con discreción natural y admirar esas pieles nuevas o más cuarteadas en función de la proximidad al paso. Cada nazareno es una historia particular que hay que adivinar. Ellos hacen la Semana Santa y deben ser valorados en grado máximo. Quizás los hemos orillado muchos años en favor de los solos de corneta o de las coreografías costaleriles. Los nazarenos son anónimos, aguantan las estrecheces del templo a la salida, los parones en la calle, los retrasos y el comportamiento en ocasiones falto de tacto del público cuando no de los propios celadores. Los ponen de dos en dos, después de tres en tres, en algunas bullas pueden caminar hasta en manifestación. Y ahí siguen en su sitio, con su fidelidad, con el rostro cubierto, con la vista al frente. Se paran, caminan. Algunos rezan el rosario, otros entretienen la espera con la mirada fija en la llama del cirio. Quieren que haya menos nazarenos porque hacen pesado el paso del cortejo, argumento absolutamente rechazable que recuerda al de quienes no acuden a misa porque es “aburrida”.
Los nazarenos no salen para ser vistos, son vistos porque salen. El desprecio al nazareno es una consecuencia más de la Semana Santa de consumo que ha llegado a nuestros días. En Cádiz están de enhorabuena porque este año habrá una cofradía con 500 nazarenos. Hay quienes en Sevilla ven un verdadero problema si se confirma la percepción que muchos tenemos: la de 2022 será una Semana Santa con muchos nazarenos. Pero cabe una pregunta. ¿Se imaginan lo contrario? Imaginen una cofradía de la Borriquita con la mitad de nazarenitos blancos, una pérdida importante de monaguillos en los Estudiantes, un bajonazo de nazarenos en la Madrugada... ¿Cuál sería entonces el debate? Hoy es logístico, pero en los supuestos que planteamos sería mucho más profundo... y difícil de resolver. Significaría que los personajes más importantes de la Semana Santa perderían presencia, que habría fallado quizás la transmisión familiar de las devociones, el amor a las hermandades, la referencia de la cofradía... No jueguen con los nazarenos. Cuídenlos. Las imágenes siempre nos esperan en sus templos, los nazarenos sólo son vistos una vez al año. Nunca se quejan, pese a no estar bien tratados muchas veces por los dirigentes de la propia cofradía, que no cuidan los tiempos de recreo de los pasos en el saludo a otras cofradías.
En cada nazareno hay una historia muchas veces hermosa, una verdad íntima que sostiene la Semana Santa porque la hace auténtica. Vuelvan la mirada al nazareno que está a su lado. O fíjense cuando van o retornan del templo, unos con el caminar cansino, otros con el andar acelerado. Unos en soledad, otros en familia. Un nazareno de ruan por la calle es una de las estampas más evocadoras de la Semana Santa. Que haya siempre muchos, muchísimos nazarenos. Los nazarenos no son bulla, son los que hacen la cofradía en la calle. Los nazarenos no son un problema, son fundamentales. El problema es el concepto que algunos tienen de la Semana Santa. Esto no es el paseo de caballos de la Feria, donde se alternan los días de las licencias para evitar saturaciones. Aquí hay una verdad interior que es la que, precisamente, permite que se celebre una Semana Santa en la intimidad en los dos años que hemos sufrido. La afición se puede regular, la devoción no.
Este año deber ser el de los nazarenos más que nunca, los que no fallan a su cofradía, los que saldrán con más entusiasmo que ningún otro año, los que caminan delante o detrás del paso sin más charla que la que les ofrece su soledad, sus recuerdos o sus plegarias. Tanto tiempo en un plano secundario y ahora, cuando más se les necesita, estarán haciendo la cofradía, la Semana Santa y la ciudad. Cada nazareno es un cartel, una historia, una vida, un asidero de la memoria.
Vallas, vallas...
La fotografía es de aquel año en que el Cecop nos sorprendió vallando la Puerta de Jerez y asegurando así el paso fluido de los Estudiantes. El Cerro no vuelve este año por San Gregorio, no se dará ese cruce. Pero habrá otros puntos que vigilar. El Ayuntamiento no oculta que veremos medidas muy similares. Están en estudio. En aquella ocasión la discreción fue tremenda. Nada se supo del plan especial hasta minutos antes. Las propias cofradías se quedaron sorprendidas. Se pierde espontaneidad, se gana en seguridad. Al menos las vallas no son del color amarillo de las que se empleaban en los años ochenta, incluso en el interior de la Catedral. Ahora son hasta de un material que no hace ruido si se caen al suelo. El que no ve la parte positiva es porque no quiere. Vallas habrá... seguro.
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