La Magna tiene que salir muy bien
El Fiscal
El 8 de diciembre está en juego la imagen de la ciudad, la capacidad de organización de grandes acontecimientos
La hermosa lección de un centenario
Hermandades en la vanguardia de la sociedad
El arzobispo valiente
El 8 de diciembre no está en juego en primera instancia ni el prestigio de las hermandades, ni la capacidad de influencia del Arzobispado. Ni el cómo nos comportamos en la bulla, ni si hay muchas o pocas vallas, ni el grado de convivencia de sevillanos y turistas. Cualquiera de los análisis habituales sería reduccionista. Por no decir simplista. Cuanto está previsto el domingo es una cuestión de ciudad como nunca antes habíamos conocido. Y la prueba es que si sale algo mal es la ciudad la que se resiente. Está en juego la solvencia de Sevilla a unos niveles en los que no nos hemos probado nunca, ni siquiera en los seis meses de la Exposición Universal, pues aquí concurren decenas de miles de personas en un solo día por una convocatoria cofradiera que a esas mismas horas no tiene contraoferta en ninguna otra ciudad. La prueba del interés son las 250.000 peticiones de asientos que se llegaron a acumular en la web el día que se pusieron las sillas a la venta, los más de 500 autobuses que se esperan, los restaurantes ya completos con las reservas, etcétera.
No es la Magna, es la ciudad. Por eso todo tiene que salir muy bien. Es el momento de recordar las reglas de cierta cofradía que dictan que el nazareno no protestará en ningún momento de la estación de penitencia aun teniendo razón en algún incidente. Esperará a que entre la cofradía y aguardará hasta el momento oportuno (el cabildo de balance, disciplina o quejas) para exponer su denuncia. Deberá cumplir todas las instrucciones que reciba de los celadores. ¿La razón? Primar por encima de absolutamente todo el cuidado de la imagen de la hermandad, la compostura y el orden; garantizar la ausencia de incidentes provocados por discusiones entre nazarenos en plena calle y no contribuir a azuzar ningún fuego. Ahora, pues, es el momento de que todo discurra con normalidad, de la forma más natural posible. Para eso es necesario que las autoridades estén tensionadas como nunca: el Ayuntamiento y la Delegación del Gobierno, los cuerpos policiales, los servicios de protección civil y, por supuesto, el Consejo de Cofradías. Una tensión que sea productiva, la propia de mantener la guardia alta. Que no ocurra el desafortunado episodio de la Madrugada de 2015, por poner el ejemplo más cercano.
Todo debe estar enfocado a que la Magna salga bien... por el bien de la ciudad, del interés general, de la imagen de Sevilla como ciudad con una capacidad de organización de éxito. Tiempo habrá de analizar y debatir sobre cuanto habremos vivido. Después del 8 de diciembre habrá que tener claro que las manifestaciones de religiosidad popular deben tener sus propios límites. Sin ofender ni herir a nadie, con un criterio que no provoque agravios y con el objetivo de evitar el riesgo cierto de manosear las imágenes sagradas donde están depositadas las oraciones y las miradas de quienes nos precedieron. Hubiéramos preferido un tiempo de serenidad tras la Santa Misión del Gran Poder, un período para reflexionar cuanto se vivió en aquel acontecimiento que fue un hito para la ciudad. Las cosas no han sido así. Ha brotado con fuerza una ola de procesiones, manifestaciones exteriores, conmemoraciones con enorme repercusión, eco o estruendo, según los casos.
No sé si el domingo se concentrará en el centro el público de tres Domingos de Ramos. A lo mejor la cantidad es todavía mayor. Ya veremos las cifras de uso del transporte público y los aparcamientos y la cantidad de basura recogida por Lipasam. La clave será el comportamiento del público durante tantas horas. El Arzobispado ha sacado su particular armada invencible: la patrona, la Macarena, el Gran Poder, el Cachorro y la Esperanza de Triana. Y ha sumado tres imágenes con un enorme tirón en sus localidades, cosa que muchos sevillanos capitalinos ignoran y de lo que se van a dar cuenta el próximo domingo. Insistimos:nunca antes hemos vivido una procesión como la que esperamos disfrutar el próximo domingo, en una fecha sin competencia y con el reclamo del puente de diciembre, ya de por sí marcado por una participación masiva desde hace tres lustros.
El día posterior debe ser el del inicio del tiempo nuevo para las cofradías. Del definitivo retorno a la mesura, de la regeneración a la hora de recuperar el sentido de lo extraordinario. Este objetivo no se conseguirá con baculazos, sino con la aplicación de un criterio bien definido. No se logrará de pronto, pues primero habrá que respetar las procesiones que ya han sido autorizadas, como es lógico. Una vez sacada la armada, no podemos ya abundar en la misma fórmula. Hay que rebajar el ruido, la expectación, las Semana Santa sde las segundas y terceras oportunidades, la hiperestimulación.... Habría que recuperar algo parecido al concepto de tiempo ordinario. Los curas saben de sobra a qué nos referimos.
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