La verdad de José Joaquín León
El Fiscal
Hemos oído lo que hemos leído durante años: un testimonio auténtico
Un feo en el momento más inoportuno

En una Semana Santa tan espectacularizada, consumista, sobredimensionada y ruidosa, viene como el aceite a las espinacas el pregón de José Joaquín León. Con la verdad por delante y con el barniz fundamental de la ilusión. Sin histrionismos, sin imposturas. La alusión a que tuvo el don de la fe desde que era niño fue la gran la clave. A partir de ahí todo es auténtico. Y la autenticidad se agradece más que nunca en estos tiempos. Empleó en muchos pasajes un tono descriptivo muy propio de periodista. En ocasiones parecía que estábamos oyendo la lectura de pies de fotos redactados con precisión de cirujano. Un lenguaje sencillo hizo que el pregón fuera para todos los públicos, capillitas o no. También apareció el perfil del periodista cuando refirió el problema del exceso de apartamentos turísticos en barrios como el de San Lorenzo. Quiso introducir dos novedades: un llamador al principio y una saeta al final. Encajaron, no chirriraron. Bastaba con la verdad, pero quiso tomarse esas licencias. Fue tan puro que oíamos por la radio al pregonero y parecía que estábamos leyendo sus artículos de la sección La Campana. Por eso ha sido de verdad. Y se agradece mucho en el momento actual. No le ha llegado tarde el pregón a José Joaquín, que por trayectoria y méritos podía haber pronunciado hace muchos años, sino en el momento preciso.
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