La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El Gran Mediocre, el ausente y los lacayos en el Congreso del PSOE
El Fiscal
No está el verano tan duro, salvo días contados, como para decir eso de "hace más calor que debajo de un paso". La mayoría de las veces se puede estar en una terraza de veladores (con licencia) en unos de esos bares que han metido marcas de cerveza ajenas a la acostumbrada. Podemos largar de la lista de cofradías que han colaborado más o menos con las cuentas del Arzobispado, dato siempre de interés. O podemos abordar el fenómeno emergente Sálvame cofradiero que se ha puesto de moda y que veremos cuánto dura. ¿Flor de un día o una nueva corriente en la forma de enfocar la opinión? De la prensa morada a la berrenda en rosa. O moradísima, directamente. Mejor nos volvemos a lo de siempre: hablar de cofradías en verano como se ha hecho toda la vida. Pero hablar de cofradías... de verdad.
Quedaría estos días con Arturo Candau, que sabe tela de Sevilla y su Semana Santa. De corazón grande, de vista fina y larga, y con capacidad para lanzar el dardo en la diana. Un tipo que es capaz de estar en un corrillo donde largan de alguien, para la charla y advierte que el ausente es amigo suyo y, por tanto, exige el debido respeto a los presentes. Pero, sobre todo, dejaría que Arturo hablara de la Virgen de la Esperanza. Si se alguien se refiere a la devoción a la Virgen con tacto, finura, sensibilidad y un increíble realismo es este Candau. "Tú háblale a la Virgen, háblale, que Ella escucha. No te imaginas cómo escucha la Macarena, que se me ponen los vellos de punta con solo pensar en la de veces que a mí me ha escuchado". Hay personas que te cuentan relatos hermosos de su relación con las imágenes sagradas que guían sus vidas. Otra imagen fundamental para Arturo es el Cristo del Amor. Oír la explicación que hace de las fotografías (algunas han sido carteles) que ha tomado del crucificado de su vida es verdaderamente una delicia. Teología popular, sentimiento sincero, devoción auténtica. Valores de los que siempre está necesitada la Semana Santa. Un día se lo oímos en El Rinconcillo: "El amor es lo más importante que hay en el mundo, el amor es el motor del mundo, todo el mundo quiere ser amado. El amor es lo primero en la Carta de San Juan, en la primera Carta de San Pablo a los Corintios, en la primera encíclica de Benedicto XVI, en el Cantar de los Cantares... El amor lo es todo, por eso me gusta el Cristo del Amor para un cartel".
Hablaría este verano de cofradías con Alejandro Ollero para que me contara las mil y una historias de las cuadrillas que ha mandado, sus recuerdos del día de 1977 en que recibió el carnet oficial de costalero de Sevilla en el Salón Colón del Ayuntamiento, la razón por la que siempre ha preferido chicotás de muy larga duración, tan características de su forma de trabajar y, por supuesto, una de sus estampas predilectas que él mismo ha contado alguna vez: "No hay nada como el movimiento de un paso de palio incluso sin música, con los vares quietos y firmes escupiendo las bambalinas. Sí, sí... Se dice bambalinas que se escupen. ¡Ese es el movimiento bueno!". Ollero sabe como pocos la importancia que tuvieron los costaleros "antiguos" para forjar la Semana Santa de hoy. Ha conocido los dos mundos, el profesional y el de los hermanos, y por tanto es un verdadero libro abierto. Pocos como Alejandro han tratado a Rafael Franco, Salvador Dorado El Penitente o Manuel López Díaz El Moreno.
¿Y cómo sería de interesante una tertulia con el hermano Pablo? Sería un verdadero privilegio que algunos en ocasiones han podido disfrutar. Casi 30 años de Semanas Santas junto al cardenal. ¡Cuántas vivencias! Aquellos inolvidables almuerzos junto al cardenal en casa de Fernando Ortega con José Luis Sainz Rosso, Vicente García Caviedes, Juan Estefany y Antonio Silva Florencio. Don Carlos se relajaba como nunca. En la tertulia se solía comer un cocido con cuchara de palo, cubierto que daba nombre a la reunión. ¡Qué bueno el día que el cardenal se presentó con una cuchara de palo para cada uno con su nombre grabado! La de cosas que podría contar Pablo Noguera, porque hay otras que no las contará nunca. ¡Tanto cariño recogido de las cofradías en tantos momentos! La vez que Don Carlos fue a la calle Placentines para ver discretamente a las primeras nazarenas de los Javieres y les hizo una inclinación de cabeza para mostrarles todo su apoyo, la muerte del costalero el Lunes Santo de 1999, la devoción particular del propio Pablo por el Señor del Gran Poder (ay, las manos del Jesús bueno de San Lorenzo a las que encomendar tantas veces al cardenal), las visitas a la Vera-Cruz o el Buen Fin, dos cofradías tan queridas por los dos; la tarde de domingo de 2003 en que fueron a postrarse ante la Virgen de los Reyes, el Gran Poder y la Macarena para dar gracias por el cardenalato.... Claro que hablaríamos de cofradías este verano con un señor que ha sido testigo directo y activo de un período de importantes reformas en la Iglesia de Sevilla.
Y no podemos dejar de hablar de cofradías con don Antonio Ríos, el último carismático. Tiene un currículum largo en responsabilidades y vivencias, pero quizás lo mejor sea su condición de depositario de tantos y tantos mensajes que los sevillanos le encomiendan para que los lleve ante el Señor. ¿Cuántos cofrades pueden presumir de ser tan identificados con una imagen sagrada? No es que lo haya buscado, es que muchos le han otorgado de forma natural esa condición tan hermosa. Nos puede contar su asistencia a muchos actos selectos, como la Boda de la Infanta en 1995 en la que representó a las cofradías sevillanas, pero sobre todo las historias de los devotos que le piden que rece en nombre de ellos cuando está más cerca del Señor, haciendo los pliegos de su túnica o ajustándole el cíngulo. Leyenda vida de las cofradías y de una Sevilla que gozó con los grandes años de la Exposición. Cualquier tertulia con don Antonio no tiene precio. Le dieron hace poco la medalla de oro de la hermandad, después de que muchos devotos anónimos ya se la hubieran concedido. Si don Antonio escribiera las memorias de cuanto ha vivido en las cofradías...
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