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Los ex hermanos mayores y la máquina del fango

El Fiscal

Resulta penoso que quienes dirigieron la vida de la corporación se dediquen a lastrar su vida cotidiana

Un penitente camino del templo / Juan Carlos Muñoz

23 de junio 2024 - 03:59

La máquina del fango existe en las cofradías. ¡Cómo no! Tal vez pidamos peras al olmo, seamos demasiado exigentes y tengamos fijado el criterio a excesiva altura. Hay demasiados casos de vidas internas de cofradías agitadas, enturbiadas y lastradas por ex hermanos mayores, que son justamente los que estarían llamados a todo lo contrario. Si hace unos días ofrecíamos el testimonio de una personalidad que se niega a ocupar uno de los cargos más deseados de la Sevilla cofradiera, hoy lo hacemos sobre el papel que deberían desempeñar quienes un día ocuparon la presidencia del cabildo de oficiales. La Iglesia tiene perfectamente regulada la figura del obispo emérito, que tiene reconocidos sus derechos de residencia y de celebración en la diócesis donde ha ejercido, pero que nunca debe confundir a la grey haciéndose pasar por titular cuando ya no lo es. Sutileza se llama. En el mundo de las cofradías conocemos demasiados casos de eméritos demasiado activos, confundiendo al personal, moviendo los hilos, buscando testaferros que defiendas sus posiciones, usando correveidiles para desestabilizar a la junta de gobierno y haciendo ver a partidarios, profesionales de la información y activistas que la gestión es muy mala y que todo se ha ido al traste desde que ellos abandonaron el cargo. Será por eso que nunca me ha gustado que los ex hermanos mayores sigan después en las juntas de gobierno, salvo alguna honrosa excepción, que la ha habido. Han de saber quedarse en una posición discreta, neutral y al servicio de la junta de gobierno en particular y de la corporación en general, pues ostentan el valor de la institucionalidad.

Urge recuperar la figura del hermano mayor señorial, referencia para los jóvenes, que todos identifican con las cofradías y que tienen la capacidad de templar los ánimos, ofrecer criterio, tender puentes, aconsejar en privado, abrir puertas, estar siempre pendientes desde el burladero de la discreción por si hay que salir a echar algún capote. Esos ex hermanos mayores a los que se consultan los asuntos delicados, que solo se dejan ver cuando son llamados (al margen, por supuesto, de los cultos) y que son un mástil firme en tiempos de zozobra. Genera cierto pesar comprobar como algunos ex hermanos mayores hacen de ariete contra los que les han sucedido, difunden bulos, contribuyen a la desestabilización, reclutan a descontentos y perjudican gravemente a sus cofradías porque promueven cabildos electorales con una pluralidad de candidaturas que siempre deja heridas que tardan demasiado en cicatrizar.

Saber irse de un puesto de responsabilidad es un reto en el que fracasan no sólo ex hermanos mayores, sino políticos, obispos y altos militares. Hay muchas conductas que deben ser evaluadas con indulgencia. Pero otras tienen grandes dosis de mala uva. Demasiada guasa mala se aprecia en ciertas reacciones, con campañitas de anónimos y memes. ¿Cabría hablar de la máquina del fango cofradiero al estilo del dialecto sanchista? ¿Por qué hay sujetos que disfrutan poniendo en jaque al cabildo de oficiales con sus advertencias y avisos en función de la información que un día manejaron en razón de su cargo? Este mal se aprecia incluso en quienes fueron buenos y solventes hermanos mayores, pero a quienes le debe dar coraje que otros también lo sean. El adanismo no sólo se padece en la política. Disfrutan cargándose los proyectos de un hermano mayor, desde la compra de una casa hasta un proceso de coronación. Incomprensible. ¡No digamos cuando hay que suspender la estación de penitencia y hay algún extremo por el que dudar de "cómo se han hecho las cosas"!

Pocas dimisiones hay en el mundillo de las cofradías para las tensiones que se sufren. Recuerdo el acoso sufrido por un grandísimo hermano mayor al que, en el fondo, no perdonaban su gran capacidad de gestión y unos recursos personales a los que sumaba los que lograba para la hermandad por ser él quien era. Cosechó una legión de envidiosos que le amargaron el final del mandato, porque es curioso cómo los bochincheros afloran cuando los mandatos entran en el tramo final. Aquí no hay patos cojos, como en los Estados Unidos, que son los presidentes que ya no se pueden presentar más y a los que no se respeta como a los patos cojos en una cacería.

Un ex hermano mayor no debería jamás realizar valoraciones de la gestión de su actual junta de gobierno. Se llama saber estar, cultivar el prestigio y estar disponible para ofrecer consejo desde la sede de la sabiduría. La hermandad necesita tener ex hermanos mayores siempre dispuestos a ayudar, blindar los intereses de la corporación, advertir de riesgos y contribuir a mantener el sello y el buen nombre de la entidad. Hay hermandades ejemplares por sus ex hermanos mayores. Y eso es muy bonito. Recuerdo a uno de esos 'ex' con un manifiesto cabreo que se jactaba de estar preparado cierta jugarreta. Alguien le espetó: "Tú no puedes hacer eso, tú has sido hermano mayor. Y los que lo han sido, lo son siempre de alguna forma". He ahí la gran clave.

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