Siempre Esperanza, también en San Nicolás

El Fiscal

El acto de bendición de una nueva y preciosa saya para la Candelaria nos evoca aquellas esperas vividas con ilusión y con el recogimiento de puertas adentro

Urinario, agua y mordisco al bocadillo en la Catedral

El precio de las sillas es el dogma apócrifo de Sevilla

Los hermanos Antonio y Santiago Martínez Luque con el bordador Jesús Fernández.
Los hermanos Antonio y Santiago Martínez Luque con el bordador Jesús Fernández. / M. G.

19 de enero 2025 - 04:00

Qué maravilla una Sevilla con la cuaresma lejos en el calendario y un Domingo de Ramos que ni se intuye. No hay prisas ni tenemos la sensación de la premura. Hay tiempo ordinario suficiente por delante. No pasamos de inmediato de la cabalgata al incienso, aunque el aroma del puesto de la calle Córdoba nos anuncie los días que habrán de venir. Pero todavía queda mucho, por fortuna. Hay que parar, necesitamos detenernos muchos días. Y paladear el rosario de actos que poco a poco conducen al gozo. Un altar de cultos, un concierto, los carteles de las tertulias (genial el de la tertulia La Freidora de Utrera con el papelón de pescao) y de las Semanas Santas de otras ciudades que se van dando a conocer, la entrega de las pastas al pregonero, las exposiciones del Círculo Mercantil... Esa sensación de ver crecer poco a poco el enorme edificio de una nueva Semana Santa sobre los pilares maestros de la espera, la ilusión y esa velocidad imperceptible con la que ocurren las cosas importantes, como la del naranjo en el que poco a poco, lentamente, aparecerán esos broches blancos sin que nos demos cuenta. Con un calendario tan cargado de acontecimientos extraordinarios (que son ya ordinarios) conviene ese período de días sin nada, pero con todo. Días en los que entras en San Nicolás y disfrutas de la presentación y bendición de la saya Esperanza que Jesús Fernández ha elaborado sobre la base de un traje de luces de Paco Camino que han regalado para tal fin los hermanos Antonio y Santiago Martínez Luque, propietarios del bar La Candelaria. Para la Virgen que tienen como mejor vecina y con el nombre de Esperanza en recuerdo de la madre de los dos ilustres taberneros que generan tantos momentos de bienestar a sus clientes. Esperanza en un mundo mejor, más amable, con menos crispación y donde todos los seres humanos tengan la dignidad que les corresponde como tales. ¿Cuántas veces no hemos oído hablar a Santiago o Antonio de la Esperanza? Pocas de fútbol, mucho menos de política. Pero sí la Esperanza, enseñada en una casa donde el 18 de diciembre era si cabía más importante que la propia Navidad. El hogar como escuela de Esperanza. Y así sigue siendo. Ahora en una saya ya para siempre para la Virgen que protege a los dos candelarios que trabajan más cerquita de su azulejo, el que recoge las oraciones a todas horas. La taberna donde se puede tomar café en el ventanal con derecho al Señor de la Salud y a su Madre.

¿Y quién les iba decir a Antonio y Santiago que verían pasar a la cofradía de las Cigarreras por delante de su casa? Mira que han pasado cofradías por la calle San José de forma extraordinaria. Desde la Redención hasta el Cerro, pasando por el misterio de la Paz, el Sol o recientemente el Cristo de la Buena Muerte en andas en su recorrido de ida a la Anunciación. ¡Si hasta pasa la Abnegación con toda la bulla del sábado previo al Pregón a la búsqueda de su particular Campana que es la Plaza de la Alfalfa! Y no olviden que el Gran Poder pasó, pero fue cuando no existía el negocio, en aquellas misiones de 1965, que hay fotos del Señor con San Nicolás de fondo, un instante del que se cumplirán 60 años el próximo 30 de enero. Pero jamás pudieron imaginar a la Virgen de la Victoria por delante de su negocio. Una bendición. La de la Victoria se puede incluir entre las Dolorosas de la Semana Santa de Sevilla más valiosas desde el punto de vista artístico, como han señalado varios expertos. Y ese día se disfrutará por un enclave único en un paso de palio de cajón que bien puede ser un icono de la exquisitez, la belleza y la proporción. No sabremos cuánto público habrá en esas calles en los primeros bullicios de la Madrugada. ¿Se combinará el público saliente del Jueves Santo en el centro con el entrante de la Madrugada? Asuntos propios para una tertulia sin prisas, como corresponde a estos días en que queda mucho para el Miércoles de Ceniza.

Disfruten de las imágenes del traslado interno del Señor de las Penas de San Vicente, de las orlas de cultos en las fachadas de las iglesias y de toda esa liturgia que nunca estaba contaminada por ningún exceso y que ahora recupera su necesaria intimidad con una Semana Santa tan lejana. Ya llegará el ruido de los horarios, itinerarios, leyes secas y protocolos ante la lluvia. Pero como estamos con el valor de la esperanza, también llegarán el azahar, la vigilia, las torrijas y las inolvidables noches de esos días laborables de la cuaresma. Ahora todo luce, después se ve envuelto en una espera con un calendario cargado de atractivos. Ahora todo es ilusión, después todo es logística. Ahora todo es rito, como el de comprar una túnica nueva, en un futuro serán colas de espera y cierta angustia ante la posibilidad de que algo se nos haya olvidado. Porque el sevillano prepara su Semana Santa, como vive la Feria, sin dejar de trabajar. Es una obviedad que conviene repetir con frecuencia.

Actos como el de la donación de la saya Esperanza a la Virgen de la Candelaria nos evocan esos meses de enero y febrero de los años ochenta, antes del boom que generó las primeras masificaciones. Un tiempo en que no conocíamos ni a los vestidores de las vírgenes ni se consideraba noticia el cambio de banda de música. Para que luego digan que la ciudad es inmovilista. ¡Cómo hemos cambiado! Y también a mejor, pues las cofradías son ahora más fuertes para sus obras de caridad, tienen más medios de comunicación a su alcance y, en general, cuentan con más recursos para todo. Días a los que solo falta la presencia de Martín Cartaya en estos actos entrañables. Echaremos de menos su sobrecito marrón con la foto y con una inconfundible nota con caligrafía picuda donde seguro que nos hubiera explicado los detalles de la saya y la historia de los donantes.

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