El eco tronante de la Semana Santa de Sevilla
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Sevilla/Poco a poco se calman las aguas del salustianazo. ¿Queda alguien por opinar del cartel? ¿Alguien en la sala que no haya mostrado sus conocimiento en Arte, en la diferencia entre los conceptos de cuadro y cartel, en la frontera entre la inspiración, el plagio y el auto-plagio, en la capacidad de la obra de representar la Semana Santa de Sevilla? ¿Que levante la mano si hay alguien que no haya liberado los felinos del vientre, que no haya tratado de opinar por el mero hecho de meterse en la bulla, que se haya quedado chafado al comprobar que los seguidores de su versión caben en un Cabify? ¿Podemos avanzar ya?
Hemos dado una imagen lamentable. Un espectáculo poco edificante. No recordaba tanto bochorno desde el año 2000, cuando la Madrugada se rompió por primera vez dejando ver el descuido, los efectos del exceso, la pérdida del saber estar en la calle, la falta de adaptación a los nuevos riesgos... Hay dos ocasiones en que la Semana Santa de Sevilla ha traspasado las fronteras locales con fuerza, mucha fuerza. Fue aquel fatídico año y ha sido nuevamente ahora... por un cartel. La polémica se nos ha ido de las manos porque ni nosotros mismos controlamos la potencia tremenda que tiene la marca Semana Santa de Sevilla. Y nos han vuelto a desbordar.
Estamos acostumbrados a cuaresmas agitadas pero con asuntos locales, no por ello menos intensos, pero que no han salido nunca de los límites de la provincia. Los requerimientos de contribución al Fondo Común Diocesano (aquellos pliegos de la declaración de la renta morada), los decretos de las nazarenas, el Martes Santo al revés, los líos de la logística de horarios e itinerarios de la Madrugada... Tantas barrilas de asuntos de intendencia que hasta un arzobispo tuvo que exclamar en una ocasión: "¡Dejadnos en paz!".
¿Por qué reflexionamos justo ahora sobre todo esto? Porque hay que aprender la lección del salustianazo. No, no consiste en que el Consejo le pida al próximo cartelista un certificado que demuestre que no tiene antecedentes penales, otro sobre su vida regular y una declaración jurada para que se comprometa a ceder el original y a no repetir ningún motivo que él mismo haya realizado antes. La lección que deben aprender algunos es que ha llegado la hora de gestionar la fuerza de esa marca Semana Santa de Sevilla. Hay que elevar el nivel, ser conscientes de lo que tenemos entre manos, saber la verdadera trascendencia de esta fiesta en un mundo globalizado, hipercomunicado, de redes sociales y donde priman la inmediatez y la posibilidad que tiene cualquiera de expresar su opinión con libertad.
¿Se imaginan, por ejemplo, que el Consejo sacara partido de esa fuerza a la hora de gestionar patrocinios? Pero no ya en Sevilla, sino fuera de ella. La Semana Santa de Sevilla abre puertas, pero hay que llamar. Y saber hacerlo. Interesa fuera de Sevilla, está comprobado. Hay que tener un poco de imaginación, ciertos criterios claros y ganas de trabajar. Algunos se han quedado entre desbordados y derrotados. ¿Por qué? Otros se han obsesionado con poner al Consejo contra las cuerdas, dejar marcado el territorio de su opinión tan lanar como de carril y, por supuesto y como siempre, de ajustar sus pequeñas cuentas con la institución de la calle San Gregorio. Hay demasiados a los que se les nota el avinagramiento casi patológico de haber perdido elecciones o no haber sido bien tratados por algún asunto de horarios e itinerarios. ¡Evolucionen que ya nadie se acuerda de los escrutinios! Algunos están convencidos de que todos los demás tienen la misma mala leche que ellos. Salgan a la calle que hace un día espléndido. Sonrían, que ya las tardes son cada vez más largas.
¿Nadie se da cuenta de que hay que gestionar las cosas de otra manera? En 2000 nos quedamos desnudos, desfasados y en situación de riesgo en materia de seguridad. Y en 2024 nuevamente desarbolados. No ha existido un plan de comunicación del Consejo, no se ha negociado bien con el pintor la cesión del original, no se ha reaccionado siquiera una semana después de la presentación. El autor ha ido por su cuenta demostrando más capacidad y mas vista (guste más, guste menos) que toda una institución. Todo revela estructuras y planteamientos antiguos. El Consejo no tiene que avergonzarse de nada, pero no puede seguir callado. No puede hacer de Don Tancredo acodado en la barra de Las Lapas. Y sí tiene que evolucionar en ciertos planteamientos. El Ayuntamiento se puso manos a la obra en 2000. El salustianazo marca un tiempo nuevo que va mucho más allá de gustos artísticos. Se exige un salto de calidad en San Gregorio. Dicen que no podemos vivir perennemente en la Semana Santa de la infancia. Ni con los planteamientos que se trabajaba hace 25 años. Y además es que la evolución en materia de gestión artística puede ser muy positiva. ¿Se imaginan una exposición de la Semana Santa de Sevilla en Madrid costeada por una entidad financiera que le vea el filón a la marca? Ah no, que seguimos con la idea de que la Semana Santa "no necesita" promociones... No es promocionar, es estar preparados para movernos en el mundo actual, que nos ha vuelto a superar. Y lo ha hecho todo un pintor. El solito. Nos hemos visto en la prensa italiana y hasta en rotativos de Iberoamérica. Como en 2000 fuimos portada en Londres. Nosotros felices con nuestros debates. ¿Churros o calentitos? ¿Cartel o cuadro? ¿Retorno por Cuna o la Alfalfa? Hermoso, muy hermoso y hasta necesario, pero sepamos ver sin narcisismos la potencia que tenemos.
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