El arzobispo valiente

El Fiscal

La obra social reconcilia a muchos cofrades con un Congreso demasiado centrado en la gran procesión

El proyecto en la calle Don Remondo

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El arzobispo de Sevilla, en la procesión del Santo Entierro.
El arzobispo de Sevilla, en la procesión del Santo Entierro. / J. C.

Sevilla/Ahora es cuando el Congreso de Hermandades puede coger el fuste que muchos demandamos a una cita que corre el riesgo de ser eclipsada por la gran procesión del 8 de diciembre. No hay que menospreciar en ningún caso las ponencias que se anuncian. Ni por los ponentes ni por los asuntos escogidos, que parecen idóneos y adecuados. Pero la barrila, la cantinela y las polémicas de los horarios e itinerarios han sido demasiados hasta ahora. Y quedan más de tres meses. El anuncio de la obra social de este II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular ha sorprendido gratamente. Un centro de noche para personas sin hogar, inmigrantes entre ellos, es una iniciativa muy valiente que expone al arzobispo en un momento delicado que exige compromiso, no acomodarse en posiciones de perfil ni en estudiadas equidistancias. Francisco acaba de advertir que no recibir ni acoger a inmigrantes es un pecado grave. La Iglesia de Sevilla, además por medio de sus cofradías y de Cáritas, se pone en vanguardia y realiza su apuesta en pleno centro histórico para dar esas primeras atenciones al colectivo que vivaquea por las calles. Hubiera sido muy fácil escoger una barriada lejos del principal escaparate de la ciudad, de la zona noble por antonomasia, pero se ha buscado un lugar de referencia con los avales del prestigio y la eficacia de la ONG católica que más consenso genera, y con la fuerza de las asociaciones públicas de la Iglesia de Sevilla que más presencia tienen en la ciudad.

Sin una obra social de esta importancia podría quedar hueco el Congreso a la vista de muchas personas de buena fe. Ya no lo estará. Poco a poco se deben ir conociendo más detalles sobre el centro de noche previsto en la calle Don Remondo para que se evidencie este fruto fundamental del congreso. Acabado todo, apagadas las candelerías y calladas las bandas de música y las voces de los expertos procedentes de Roma, siempre nos debe quedar esta iniciativa. Del primer congreso nos queda la guardería infantil como del Jubileo conservamos el altar de plata para las grandes celebraciones en la Catedral. Con este proyecto es la ciudad la que gana. Nos marearán con los dispositivos de seguridad de la procesión, el impacto económico de la Magna, las cifras de ocupación de los hoteles, los reportajes sobre cómo se organiza cada uno para presenciar algo inédito... Somos expertos en los acontecimientos en la calle. O lo éramos hasta la Madrugada de 2000. Tal vez el 8 de diciembre nos sirva para recuperar la confianza en nosotros mismos tras cinco Madrugadas rotas y un encendido de luces de Navidad con considerables incidencias el pasado año (hubo que aforar calles y mandar parar al tío de la música). Habremos de tener esperanza en la era de los excesos que vivimos. Algo positivo ya conseguimos precisamente con la ejemplar Misión del Gran Poder, que demostró que todavía sabemos movernos y generar bullas sin mayores problemas... y sin vallas. Ojalá sea así por el bien de la ciudad. En cualquier caso nos quedará esa obra social tan bien proyectada y que va al meollo de uno de los problemas que sufre el mundo en general y España en particular: la gente sin techo, sin esperanza, sin rumbo. Nadie olvide que las cofradías nacieron con fines asistenciales, organizadas por gremios muy diversos. El pasado es en ocasiones la mejor guía para no desviarse de lo fundamental. Y lo fundamental es no abundar en los excesos por los excesos.

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