Semana Santa de Sevilla: demasiados excesos con tan pocas cofradías
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¿La peor Semana Santa de nuestra vida?
Sevilla/Hace mes y medio querían lapidar al autor del cartel de la Semana Santa por irrespetuoso y no sé cuántas más barbaridades, intransigencias, prejuicios mal disimulados y odios malamente camuflados. Y resulta que hemos sufrido verdaderas faltas de tacto (seamos suaves) en los días transcurridos, días de muchos excesos y pocas cofradías. Vaya por delante que la Semana Santa no se va al garete (de momento), ni desaparece (a largo plazo). Acaso evoluciona mal o de forma indebida. Es el espejo de la sociedad del momento. Quienes están llamados a cuidarla y mimarla como una rosa delicada no solo no lo hacen, sino que se sirven de ella en demasiadas ocasiones. La Semana Santa necesita mucho más amor de la clase dirigente para de esa forma dar ejemplo al gran público. Hay cosas que no pueden ser negociables. Más importante que reducir el numero de nazarenos es enseñar a ser nazareno. Y los primeros que tienen que tenerlo claro son los hermanos mayores.
No se debe suspender una estación de penitencia de forma tan prematura como para no hacer venir a los nazarenos de lejos. No podemos asumir los criterios del confort. No podemos igualar la salida de la cofradía a un espectáculo más. No se debe minusvalorar el deber de comparecencia, el revestirse de nazareno (¿no empezaba la estación desde que se sale de casa?), el participar juntos con el hábito de nazareno en el ejercicio piadoso que sustituye la estación de penitencia, el compartir el rato de convivencia entre todos los hermanos el día más precioso del año, el vestirse de nazareno en familia y acudir juntos al templo... ¡Tantas cosas! Empezamos por suprimir los cobradores que nos tenían al tanto de la vida de hermandad, asistimos a los cultos por streaming, reservamos las papeletas por la vía digital, miramos el sitio en la cofradía por la web y el día de la salida nos comunican por redes sociales que no se sale. Sigan apostando por la comodidad y la funcionalidad... que pronto tendremos cirios de bajo peso para no sufrir tanto. Si el sueño de la razón genera monstruos, ya veremos qué produce el del enfriamiento de las relaciones entre el hermano y su corporación.
No es precisamente ejemplar que los hermanos mayores concedan entrevistas a las televisiones revestidos de nazareno. No está bonito, vamos a decirlo finamente, por parte de quienes están llamados a dar el mejor ejemplo. Si el medio de comunicación requiere imagen, se desviste uno, se coloca el traje y adelante con la entrevista. De lo contrario, atiendan a la radio o por teléfono. El hábito nazareno exige decoro y respeto. Solo a los niños les está permitido estar descubiertos. El segundo gran enemigo de la Semana Santa es el micronarcisismo de la clase dirigente. Citaremos un ejemplo de saber estar y obviaremos los negativos, porque en ningún caso ha habido mala fe (acaso histrionismo), sino falta del sentido de la oportunidad. El hermano mayor de la O, Francisco Javier Fernández, compareció de forma impecable: de traje y con su medalla. La intimidad y la discreción del nazareno están casi extinguidas.
No nos extrañe el comportamiento de mamarracho de más nazarenos de la cuenta si los propios hermanos mayores no respetan el hábito. Si se conceden entrevistas de televisión (si al menos fueran de radio, todos callados) con la túnica puesta para hablar en nombre de la corporación, ya me dirán cómo se exige respeto a los payasos que se meten en un besamanos vestidos de nazarenos y se descubren ¡caro que sí!, para besar la imagen, o los que cruzan unos grandes almacenes con el cirio en la mano, no digamos a la legión que se exhibe en las redes con la túnica puesta (políticos narcisos incluidos). ¡No se puede exigir si no se da ejemplo! Ítem más. ¿Cómo una cofradía permite que sus nazarenos se descubran antes de entrar en el templo? ¿Tan difícil es arbitrar un sistema para que los hermanos se descubran en una zona ya libre de miradas? Cuiden esos detalles. Todavía peor es que los hermanos que reciben a los nazarenos, que presumimos son oficiales de junta o diputados, están descubiertos de cara al público. ¡Son las propias cofradías las que no cuidan esos detalles!
La segunda parte de la Semana Santa no ha generado dudas. Eran imposibes las salidas. No ha habido lugar a la petición de demoras racionales hasta el Viernes incluido. Recordemos que la inmensa mayoría de las cofradías de la segunda parte de la Semana Santa podrían considerarse como de riesgos no asumibles. Porque sí, hay cofradías que se pueden permitir unos riesgos que otras no pueden. Por el sello particular, la idiosincrasia, el patrimonio, etcétera. Si se mantiene que todo español tiene un médico y un seleccionador de fútbol en su interior, todo cofrade tiene un catedrático de Historia del Arte y un meteorólogo. Si en España una cabeza piensa y las además embisten, mucha Sevilla cofradiera agarra las pelotas los días de lluvia para practicar el pimpapum. ¡Las cofradías se han mojado toda la vida! Las principales devociones de la ciudad han sufrido mojás para la historia. Hoy hubieran generado un verdadero escándalo.
Más que nunca se necesita la Semana Santa interior para estar salvaguardados de esa otra que se cuece en las redes sociales, donde pocos están dispuestos a ilustrar y muchos a disparar, casi nadie a enseñar de buena fe y demasiados a condenar. No se adjetiva, se lapida. No sabemos ya si es una Semana Santa virtual o es directamente la real. El espectáculo de la petalada sin Virgen no ha dejado a nadie bien parado. ¿De qué nos extrañamos si la pasada cuaresma hemos presenciado ensayos de costaleros con 300 asistentes grabando todo como japoneses en un monumento? Todos son excesos, ¿se dan cuenta?
Si uno se fijaba en las escasas cofradías que han salido se apreciaban pasos cada vez mejor exornados, muy cuidados, pero cuerpos de nazarenos poco escrutados. ¿Dónde están los diputados, celadores o canastillas, revisando los atuendos? Demasiadas pulseras, puños de camisa a la vista, pantalones largos, calzado sin la hebilla reglamentaria, etcétera. Es la evolución de la Semana Santa: todo por el paso, el nazareno orillado. Muchos pinganillos, muchas reuniones, muchos enlaces, ¿pero se toman en serio las cofradías la figura del nazareno?.
Se ha acabado la peor Semana Santa de nuestras vidas si exceptuamos las de 2020 y 2021 que fueron suspendidas por la pandemia. Los pantanos que abastecen Sevilla están al menos al 60%. Y eso sí que es capital. Es la vida, la economía, el bienestar. Las lluvias de la primera parte de la Semana Santa fueron infructuosas. Pero las de la segunda han sido verdaderamente importantes. No hay que ser apocalípticos, solo observadores. No hay que mirar con nostalgia al pasado, solo relacionar hechos, analizar la evolución y que tome las decisiones quien tenga las competencias. Termina la Semana Santa, pero no las procesiones. En diciembre tenemos la gran traca (arzobispo dixit) de la macroprocesión que clausura el congreso internacional de religiosidad popular.
No han hecho falta que salieran muchas cofradías para comprobar que la convivencia en la calle exige mucha paciencia, que la crispación de la vida pública está presente entre particulares cuando toca compartir espacios y que, por encima de todo, se deben evitar los efectos del consumo de alcohol en esta fiesta religiosa. Ni es la Feria, ni San Fermín, ni la Tomatina. Y no se trata de prohibir, solo se regular. Sabia y ejemplar fue la decisión del Real Círculo de Labradores de cerrar el club en la Madrugada. Sin cofradías no tenía ningún sentido. Y se evitaban posibles excesos.
Todo el problema de la Semana Santa parecía estar en el cartel de Salustiano. Já. Querellas y recogida de firmas contra una obra que no tiene objetivamente nada ofensivo. Y resulta que no hay cubo de la ropa sucia para tanto trapo. A pesar de todo ha habido momentos para el recogimiento, la belleza, la autenticidad y las verdades que sostienen la fiesta más hermosa. La Semana Santa siempre sale adelante, siempre supera las adversidades, siempre tiene más virtudes que defectos.
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