Semana Santa de Sevilla, año 2050

El Fiscal

En 2022 debe haber Semana Santa, pero se ha de tener claro que no será como la que hemos conocido hasta 2019, ni siquiera la que vivimos hasta 2000

Público de Semana Santa
Público de Semana Santa / M. G.

30 de mayo 2021 - 07:30

Sevilla/Viendo diseñar la España de 2050 al narciso mayor del reino que es nuestro presidente del Gobierno, que se gusta el tío hasta en los andares, pensé lo que vengo reiterando en esta página en los últimos tiempos. ¿Alguien está trabajando en la Semana Santa del futuro? Los últimos veinte años nos han enseñado los tremendos nuevos retos a los que se ha enfrentado la fiesta más hermosa de la ciudad por efecto de las circunstancias: la seguridad, la protección de datos, la cuestión de los menores... ¡Y una pandemia!

Hay que ir mucho más allá de la habitual obsesión de una clase dirigente por los horarios e itinerarios. Una clase dirigente que, por cierto, no ha estado a la altura de los cambios, como sí lo ha estado la clase política, quizás porque no ha tenido más remedio por exigencias electorales. Salvo cofrades muy particulares que han colaborado con toda eficacia y sacrificio en asuntos básicos y de lógística para la Semana Santa (recuerdo a José Manuel Peña, Rafael Molina y el propio Francisco Vélez cuando era simple delegado), el balance no ha sido nada positivo. Ahora falta alguien que desde el seno de las cofradías piense en el futuro, más allá de calles, parrillas horarias y asuntos de importancia relativa al lado de lo que nos estamos jugando.

Hemos pasado de unas cofradías consideradas como poder fáctico de la ciudad a unas hermandades absolutamente sometidas al poder civil. Y qué casualidad que el proceso de degradación ha venido parejo a la bajada del perfil de quienes dirigen estas instituciones. A hermanos mayores de menor peso específico, con menor habilidad para desenvolverse en las relaciones con el poder eclesiástico y el político, mayor es el poder de un organismo como el Cecop y mayor también la dependencia de las subvenciones. Hasta el punto, ¡fíjense!, que un alcalde con vista como Juan Espadas (sin necesidad de ser un Emilio Castelar a lo hispalense) se inventa el socorro rojo de un millón de euros para suplir la falta de ingresos por la carrera oficial y quedar así de dulce.

¿Se dan cuenta las cofradías de que han renunciado a un peso específico que ahora sería absolutamente necesario de cara a un futuro lleno de incertidumbres? Hay momentos en que uno piensa que en el Consejo están deseando gritar lo que aquellos españoles que acabaron echando de menos al rey felón: “¡Vivan las cadenas!”. Aquí nadie piensa, diseña, prepara, ni hace previsiones de nada. No queremos quitar una sola silla del avispero de Sierpes porque eso supone perder euros. Nadie tiene altura de miras. Nadie quiere asumir los sacrificios que, nuevamente, requerirá la Semana Santa. No son ya los tiempos de polémicas por colocar a los penitentes de tres en tres, ni tampoco el debate sobre si vallamos o no la Avenida. Osi permitimos los focos para grabar las entradas nocturnas de las cofradías. Ni por supuesto si caben más cofradías en la nómina de las que van a la Catedral para así cobrar la dichosa subvención.

Todo eso son juegos al lado del debate que otra vez se nos viene encima sobre una fiesta marcada por la bulla en tiempos de pandemia y por la inseguridad que la lastra desde 2000. Los últimos veinte años han colocado a la Semana Santa ante una seria encrucijada en la que se exige abandonar planteamientos tantas veces ociosos, algunas veces hasta entrañables, pero que se tornan inútiles cuando los problemas son de orden mayor. Es hermosa una tertulia de viejos comerciantes junto al mostrador sobre si hay que cambiar o no una Virgen, pero por desgracia el debate es otro. Sin renunciar a lo primero tenemos que afrontar lo segundo, porque la pandemia nos ha dejado dos años sin Semana Santa, lo nunca visto por los sevillanos vivos. Y todo indica que el coronavirus tendrá efectos en el futuro. Nos serán impuestos si el Consejo no se anticipa.

El mundo no será igual tras la pandemia. Como no lo fue tras el 11 de septiembre. Hay que decirlo alto y claro porque se percibe demasiada inercia a pensar que todo será como fue hasta 2019, una vez que la vacunación se aproxime al 100%, cuando nadie nos asegura eso. Es más, ya se habla de la necesidad de un tercer pinchazo. No se trata de ponernos catastrofistas, pero tampoco de pecar de ingenuos o comodones. Está muy bien que tengamos la ilusión, por ejemplo, de que el Señor acuda a las periferias el próximo otoño, y que ya haya procesiones extraordinarias para diciembre. Tal vez sean actos posibles con cierta planificación y trabajo, pero ahora nos referimos a la Semana Santa. Hay que confiar, claro que sí, en que se pueda celebrar en 2022.

Sería un palo no poder vivirla. Pero hay que barajar que probablemente no será como las anteriores. Habrá que tomar medidas a estudiar desde ya. La Semana Santa no aguanta un tercer año sin celebrarse, como no soporta el modelo que vinimos conociendo hasta 2019, que ya de por sí distaba mucho del que vivimos hasta 2000. Alguien debe trabajar ya en un plan estratégico.

Loable iniciativa

Pasión ha organizado un concierto benéfico el próximo miércoles, 2 de junio, víspera de la festividad del Corpus Christi, que correrá a cargo de la Sociedad Filarmónica Nuestra Señora de la Oliva de Salteras. Tendrá lugar en el Salvador a las 21 horas. La hermandad necesita ingresos para sus fines asistenciales. Se ofrecen varias modalidades de pago para contribuir a la causa. El acceso será por el Patio de los Naranjos.

El Baratillo

Muy interesante propuesta la del decano de los ex hermanos mayores de la cofradía de la calle Adriano, José Luis Cantalapiedra, que plantea recuperar el regreso de la cofradía por el interior de la Casa de la Moneda, cosa que se produjo por última vez el Miércoles Santo de 1971, siendo hermano mayor el inolvidable don Otto Moeckel. Hay fotos preciosas de aquello.

Bonito detalle

El de cinco sacerdotes que le han donado a la Virgen de la Sed una reproducción del pectoral que el cardenal Bueno Monreal donó para la Dolorosa y que fue robado, entre otras joyas, el pasado noviembe. Los donantes son Ángel Gómez Guillén, Israel Risquet, José Miguel Verdugo, Ángel Sánchez y Pedro Rincón. La réplica ha sido trabajada por el taller Orfebrería Andaluza en plata de ley chapada en oro.

Asenjo

El arzobispo, ahora administrador apostólico, participó ayer en los actos del Día de las Fuerzas Armadas en la Plaza de España. Se le vio muy bien, hablando de su pasión por el Atlético de Madrid con Joaquín Moeckel, al que celebró su condición de alferez del Ejército de Tierra.

El Lagarto de la Catedral: "¡Qué sorpresa, mi querido Fiscal, al encontrarme ayer por la calle Águilas con el cardenal Amigo y el hermano Pablo. Vinieron a participar en Sevilla en uno de los actos que reafirman el hermanamiento entre Sevilla y Medina de Ríoseco, ciudad natal de don Carlos"

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