El Fiscal
La hermosa lección de un centenario
El Fiscal
Sevilla/Un nuevo gobierno tiene que comenzar en septiembre a preparar la Semana Santa de 2024. Los planes de seguridad y los preparativos de toda la logística que exige esta fiesta mayor no se improvisan veinte días antes. Tampoco el estilo prudente que se exige en las redes, ya sea en las cuentas oficiales u oficiosas. No son los entrañables tiempos del Plan Trabajadera ni mucho menos valen ya las teorías sobre que la Semana Santa sale sola. De esa zona de confort fuimos desalojados hace años. Ni sabemos movernos ya en las bullas como antaño ni esto consiste en confiarlo todo al saber estar del sevillano. Una cosa son los pregones y otra, ay, la realidad.
En el nuevo ejecutivo hay quienes saben perfectamente las consecuencias que tiene bajar la guardia en Semana Santa, como se sufrió en la Madrugada de 2015, la última hasta ahora gestionada por mandatarios del PP. Aquella noche se fue al traste por una falta absoluta de tensión que ninguna maniobra posterior pudo ocultar. Desde el alcalde y el delegado del Gobierno hasta el último vigilante de seguridad privada de la carrera oficial, pasando por los agentes de las Policias Nacional y Local y los técnicos del Cecop, deben estar tensionados desde muchos meses antes del Domingo de Ramos de 2024. Y con ideas claras sobre la mejora de la movilidad del público, afectada por el colesterol de las sillas plegables.
Viene la reflexión al caso por dos motivos. El primero es la manga ancha que el nuevo alcalde ha mostrado con los bares en la Madrugada. ¡Viva la libertad, claro que sí, pero con cabeza! Y la segundo es el anuncio de dos nuevos bares en el Paseo del Cristina, dos quioscos bajo la pérgola que genera el único tramo de sombra desde el Puente de los Remedios hasta la Plaza Nueva, un zona que es clave en Semana Santa por ser vía preferente de acceso y salida del centro para miles de ciudadanos y por estar a pocos metros de los bajos del río donde se organizan las botellonas la tarde noche del Jueves Santo. La seguridad en la Semana Santa exige prevención para evitar la reacción.
Se han hecho cosas muy bien en los últimos años, se han conquistado mejoras que no se deben perder. Todos los colectivos han cedido en interés de un bien común: desde los bares, con horarios y usos restringidos en franjas horarias muy determinadas, hasta las propias cofradías, sometidas cada vez más al criterio del Cecop desde todos los puntos de vista, pues entienden que la seguridad es primordial. Ceder nunca ha sido una derrota, sino un acto de responsabilidad y de generosidad con la ciudad.
Cinco episodios de avalanchas desde el año 2000 no deben ser olvidados en ningún momento. Todos deben tener clara la teoría de los experimentos y la gaseosa. Cualquier cambio o retroceso organizativo necesita una seria reflexión previa. Todos los avances que se han realizado durante 23 años no pueden ser arrojados a la papelera, porque pese a que nunca hay una garantía al 100% de ausencia de incidentes, sí se ha conseguido poco a poco la recuperación de una sensación de seguridad fundamental para el buen desarrollo de la Semana Santa.
Conviene tener memoria. La única Madrugada de la que no hay certezas sobre el origen de los tumultos es la de 2000. De las cuatro posteriores con incidentes sí queda claro que el alcohol, las peleas y las faltas de respeto al paso de una hermandad son los detonantes que provocan la avalancha, Además, los últimos estudios publicados apreciaron analogías con hechos y causas similares en otras avalanchas, aunque de menor entidad, en Extremadura, Málaga y Huelva. Existe un patrón común del modus operandi en todos los episodios de avalanchas producidos en diferentes ciudades. No bajemos la guardia.
Los nuevos gobernantes deben tener claro que la Semana Santa de Sevilla tiene tres zonas sensibles, de riesgo o como se les prefiera denominar, con sus correspondientes puntos secundarios que no se pueden obviar, porque son sectores caracterizados por la concentración de bares o de consumo directo de alcohol en la vía pública. En primer lugar, el sector de Reyes Católicos, que enlaza con el acceso a la Plaza Nueva, el Puente de Triana, la zona de la calle Radio Sevilla y su proximidad con un lateral de la Alameda.
En segundo lugar, la Plaza de la Encarnación y su zona de influencia con la calle Cuna, la llegada a la Campana y también otro lateral de la Alameda.
Y en tercer lugar, el sector del Arco del Postigo, el barrio del Arenal, el Paseo de Colón y su proximidad con la Catedral y Santa Cruz. El control de estos puntos de referencia, trazados a modo de círculos, son fundamentales para el control preventivo de la Semana Santa.
Sería un error táctico y de bulto permitir la venta libre de alcohol en estas zonas y, además, obligar a la Policía Local a vigilar esta actividad en lugar de estar en otras funciones. Los recursos son limitados. Y siempre será mejor mantener los dispositivos que han funcionado y emplear a los agentes en el control de las botellonas y en el tráfico, por poner dos ejemplos muy prácticos.
Todo, en el fondo, pasa por un compromiso colectivo con la Semana Santa. En el caso de los bares se trata de restricciones mínimas, como las horas claves de la Madrugada o la retirada de los veladores antes del paso de las cofradías. ¿Acaso no son medidas sensatas en una Semana Santa herida en la seguridad y lastrada, además, por la falta de movilidad y la mala educación?
La prohibición del alcohol en la Madrugada de doce de la noche hasta las cuatro no debe suponer ni el 10% de la actividad hostelera en una Semana Santa cada vez más larga. No se trata de ninguna exigencia desmesurada. ¿Nos hemos olvidado, además, de las estadística de cortes en los pies de los nazarenos por el vidrio roto en las calles? Se llegó a lograr el cero en el apartado de penitentes heridos con el mero hecho de poner orden y control.
Se nos anuncian nuevos bares en el Paseo del Cristina que se sumarán a la oferta de la Puerta de Jerez, Almirante Lobo y los negocios que operan junto al río, además de a las botellonas habituales en el Muelle de la Sal. Una combinación de riesgo un Jueves Santo por la tarde que puede desencadenar sus peores efectos en la Madrugada. No se trata de ser alarmistas, sino de mirar la evolución de la Semana Santa de 2000 a 2023. Todo está más que estudiado. Se trata de estar tensionados, tener ideas generales muy claras y reducir los riesgos. A otras generaciones de sevillanos les tocó lidiar con otros problemas. Nosotros debemos tener claros cuáles son nuestros retos: la seguridad de todos y la movilidad del público. No perdamos lo avanzado. No podemos dejar a las siguientes generaciones una Semana Santa peor de la que recibimos.
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