La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Sevilla/Me gusta el Señor de la Salud y Buen Viaje desde siempre. Quizás porque es tan humano como nosotros. Está sentado, se nos presenta detrás de una ventana y llora. Sus lágrimas son evidentes. Es como cualquiera. Y eso no le resta un ápice de divinidad. Es un privilegio poder rezarle a deshoras, depositarle el lirio de una oración, mirarlo unos instantes cuando se retorna por su calle cuando sólo se oye el zumbido del camión de la limpieza o el cierre prematuro de una persiana. El Señor de la Salud y Buen Viaje siempre ha sido una suerte de San Onofre muy particular. En la Plaza Nueva, Jesús Sacramentado. Y en San Esteban, el rostro con lágrimas que piden el pañuelo de nuestra compañía, el bisbiseo de una oración o una parada quizás marcada por la prisa cotidiana. Siempre aguarda con su tierna humanidad. Es como nosotros.
También te puede interesar
1 Comentario