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Varias personas sentadas a la espera del paso de las cofradías esta Semana Santa. / Rafa Del Barrio

27 de marzo 2024 - 04:00

Del barro al frío pasando por los charcos. Un Martes Santo con un tiempo más propio de la tarde de salida del Heraldo de la Cabalgata. Si hasta tenemos la voz de José Manuel Peña en las televisiones locales. Martes sin el trío de ruan, con las candelerías apagadas en esta Semana Santa que resulta oscura en muchos sentidos y que, al menos en la calle, debe ser como las que el catedrático de Bellas Artes, Francisco Borrás, ha recordado alguna vez, cuando la ciudad no tenía tantas farolas ni tantos focos de comercios. En los regresos nocturnos de este año, cuando se reduce la contaminación que provoca el exceso de luz, no está ni la lumbre de los cirios de los nazarenos.

Qué mal enlosetada está la Avenida. Cuántos charcos se forman y cuánto tardan en desaparecer. Ser nazareno este 2024 es luchar contra la lluvia sucia, el firme empapado y un frío de enero a finales de marzo. El domingo se rompió, pero nos dejó unos traslados bellísimos en la mañana del Martes Santo. ¡Qué hermosura el barco de la Eucaristía en silencio! Unos traslados así, en plena Semana Santa, son dignos de ser contemplados, nada que ver con la melancolía de los que hemos conocido muchos años en las tardes del Domingo de Resurrección. La autoridad civil, evidentemente sin tener ese objetivo, ha contribuido a regalarnos unos pasajes especialmente bellos y emocionantes. Las mañanas de Semana Santa son más bonitas cuando la música de Tejera que acompaña al Subterráneo despierta a los escasos vecinos del centro. Niños pequeños abrigados con mantas en los balcones, turistas despistados, los ecos de la escolanía, los costaleros con el café, cofrades al alba que no se pierden una... Seamos positivos, como recomiendan los motivadores a sueldo. ¡La lluvia es una bendición en Semana Santa!

Esperemos que cese el abuso en la interpretación de marchas musicales que no cuajan, piezas desconocidas después de tres o cuatro años de barrila, composiciones que no aportan nada y que en muchos casos son regalos de los autores que insisten en que se toquen gracias a la amistad con determinados hermanos mayores. Nos estamos tragando algunas que son insoportables y que encima se interpretan en momentos que se consideran importantes: la salida, la Campana o la entrada. Hay marchas perfectamente adecuadas para la recreación de un combate naval o para una escena en la que le pisan la cola a un gato. No demos mas vueltas: de las poquitas que han triunfado en los últimos años son Siempre la Esperanza y Al cielo la Reina de Triana. Una delicia oír varias de las marchas interpretadas a los tres pasos de San Benito. No es que no se pueda innovar. Es que no se debe descartar aquello que ha funcionado siempre. Y hay marchas no ya clásicas, sino de los años ochenta y noventa, que son las que al final el público reconoce y agradece.

Hay cofradías del Lunes Santo que han salido a la calle que aseguran que si no es por sus propios partes no hubieran puesto la cruz en la calle. Al parecer los facilitados por el Consejo de Cofradías eran los más pesimistas. En momentos de nervios no debe ser nada fácil tomar una solución. En cualquier caso, todo hermano mayor debe tener claro quién es el primer y último responsable. Tener contratado un servicio propio de meteorología nunca está de más. Hay a quien le ha ido bien.

Pipas en el suelo tras el paso de una cofradía. / M. G.

Estamos viendo menos sillas plegables esta Semana Santa en algunos sitios como Imagen, Cristo de Burgos y la Cuesta del Bacalao. Las fuertes críticas que provocan y los avisos de las autoridades han podido tener, de momento, cierto resultado. No cantemos victoria. Y no nos referimos a la cerveza de Málaga. Aumenta por contra el público que se tira directamente al suelo a la espera de una cofradía. En su mayoría son jóvenes que tal vez reproducen los que hacen en su casa: llegar y echarse en el sofá lanzando por el aire los zapatos, que en el caso de la Semana Santa son las cáscaras de pipas. Debe ser la generación del confort o a algo parecido. Tendremos que consultarlo con un antropólogo o un psicólogo de los que analizan los comportamientos del ser humano en las fiestas tradicionales. Por desgracia se sigue viendo público con un comportamiento de riesgo en los balcones: niñatos con botellines, cigarros encendidos y enormes teléfonos móviles que pueden precipitarse a la vía pública en cualquier instante. La Policía recibió varios avisos al respecto de casas del centro.

Los vendedores de los globos infantiles deberían formar parte de la descripción del cortejo del Cerro del Águila, la cofradía en la que debería fijarse la autoridad eclesiástica a la hora de aprobar nuevas hermandades. El modelo a seguir. Cuerpo de nazarenos, presidencia, seis ciriales, pertiguero acólito con cruz, acólitos turiferarios, paso de Nuestra Señora de los Dolores, tío de la escalera, el pueblo, banda de música y tíos de los globos. La lonja de la antigua Universidad se quedó sin cofradía. Previsible. Y el que no lo entienda que se compre un libro. La de los Estudiantes no entra dentro de las cofradías con muchos riesgos asumibles. Ocurrió lo que otros años similares: las dos siguientes de ruan (Los Javieres y Santa Cruz) también se quedaron en sus templos. Esta Semana Santa de viento y frío nos ha dejado, al menos la belleza de la Candelariaapagada, sublime contradicción. La armonía del paso de palio, el equilibrio de la orfebrería y el exorno floral y la fuerza expresiva de la Dolorosa pueden con todo.

¿Por qué hay cofradías que tienen reglamentadas las hebillas en el calzado negro y después son minoría los nazarenos que las lucen? ¿Por qué hay tantos nazarenos con relojes y pulseras? ¿Por qué los celadores no se preocupan en tener los cirios encendidos en cuanto el cortejo llega a calles estrechas que así lo permiten en calles estrechas? No estaría de más una escuela de diputados de tramo que sepan realizar sus funciones sin molestar a los nazarenos, sin aspavientos y sin hacerse notar. Quizás forme parte de esa desconsideración hacia el nazareno, una figura a la que se reprochan todos los males de la actual Semana Santa. Pero nadie se queja de otras circunstancias, como esos barrios con cofradías donde se organiza tal tinglado de comercios ambulantes que parecen un parque de atracciones propio de la Feria. Y no atraen a un público especialmente cofradiero.

Hoy es Miércoles Santo. Vivimos una Semana Santa rara. Un tanto extraña. Fuera de cacho por momentos, que diría un taurino. Nunca mejor dicho aquello de los fuertes contrastes. Por momentos parece que estamos viviendo una pesadilla por culpa de la primavera más primavera que nunca. Tras un verano de cuatro olas de calor, meses de sequía y hasta una espléndida semana de Pasión nos han tocado unos días santos desagradables, ariscos y traicioneros. Pese a esas circunstancias se aprecia una gran cantidad de público en las calles. No se ha percibido la bajada de gente ni el lunes ni el martes. Hay muchas ganas de salir. Se ven además muchos, muchísimos visitantes de maletas con ruedas. Es posible que el alto riesgo de tiempo inestable haya precisamente animado a muchos sevillanos a quedarse en la ciudad y descartar las playas. Y en cualquier caso este tiempo de pos-pandemia tiene un efecto claro: el público toma las calles en puentes festivos, días señalados, fines de semana luminosos y fiestas importantes.

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