Días de barro y alta velocidad en la Semana Santa de Sevilla
El Fiscal
Hay cofradías que pueden asumir ciertos riesgos, no todas son iguales. Otras deben aplicar criterios muy restrictivos. Pero muchos prefieren que no se desvele esta distinción
Las diferentes caras del gozo de la Semana Santa
Sevilla/Agua y barro. Desbarajuste previsible e hipocresía y puritanismo también previsibles. Los censores castigan a las cofradías que han salido. ¡Por Dios, por Dios! ¡Si se sabía! Esta Semana Santa de hoy es víctima del seguidismo de los porcentajes, del ruido informativo sobre los partes meteorológicos, de los druidas del tiempo de gatillo fácil en las redes sociales y de los agentes de la policía moral de la ortodoxia. Cada cofradía, como cada persona, es un mundo. Y es perfectamente comprensible que unas tengan un capacidad de riesgo asumible mayor que el de otras. Hay cofradías que, por ejemplo, tienen en el barrio uno de sus principales valores, no así otras. Es una realidad que tal vez haya quienes prefieran no comentar. Hacer como si fuera una clave oculta. Quizás el único criterio fijo es que no se puede poner la cruz en la calle cuando está lloviendo. Y a partir de ahí... unas tienen que valorar ese riesgo asumible en función de su sello particular, su estilo, la antigüedad de su patrimonio, etcétera. ¿Cuántas veces hemos vivido tardes de Semana Santa sin lluvia y sin cofradías en la calle? ¿Y cuántas hemos visto distintas modalidades de refugio, incluido el Arquillo del Ayuntamiento? No ha pasado absolutamente nada... grave. ¿Que se han descompuesto algunos cortejos? Algunos critican tanto el ejercicio de libertad de una cofradía que quieren también que el Cecop (autoridad civil) intervenga absolutamente en todo. Solo faltaba eso. A este paso lo del poder fáctico de las hermandades en la ciudad se convertirá en una teoría vintage.
Muchos deberían leer los Anales de las Cofradías del inolvidable Juan Carrero, el cofrade de las Penas de San Vicente al que siempre llamábamos en las tardes de lluvia y nos daba de bruces con la historia: siempre ha pasado de todo. Nada más viejo que la lluvia en Semana Santa, las mojás, las estancias en la Catedral, el Salvador o la Anunciación; los retornos el Domingo de Resurrección o incluso aquella salida absolutamente extraordinaria de la Amargura en la mañana del Jueves Santo de 1945. Quizás la mayor novedad sea la terminología: ahora el enemigo es una DANA. Con esas mayúsculas que, por cierto, tanto gustan en los boletines de las cofradías. Dicen los sabios que ayer se tomaron decisiones más con la razón que con la emoción: cuidado que el sueño de la razón genera monstruos. Y aquí hay gente que da lecciones de cómo gobernar una cofradía en la calle cuando no saben dirigir ni una comunidad de vecinos.
Más que ningún año se echó el público a la calle por la mañana en previsión de una tarde agitada, que lo fue. Y rota, que también lo fue. La cola para entrar en San Juan de la Palma se metió en Gerona. El Rinconcillo repleto a las 12:30 horas. Los tanques a la calle en El Tremendo a la hora del mediodía en que el alcalde se quedaba sin su primera procesión de chaqué en San Julián. Ambientazo en un par de bares de Imagen, esa calle feucha que debió embellecer San Roque. La Paz logró sacar completa la cofradía. No le cayó un gran aguacero, pero se volvió a la primera precipitación. Si las fotos de la Semana Santa de los años 20 se caracterizan por el público masculino con sombrero, una imagen de ayer resalta la gran cantidad de pelados de mohicano, la modalidad en alza. No fue un día de primavera de catálogo, pero sí de la peor versión de la estación. Inestabilidad, incertidumbre, bochornazo, horas de cielo encapotado sin precipitaciones, guasa... Y mucho crispado a primera hora de la tarde, como los que se pelaron en Sierpes por en una bronca sonora en el interior de una entidad privada. El agresor fue reducido y desalojado. Sonaron los primeros tambores y todo quedó en el recuerdo... Tampoco nada nuevo bajo el sol, como los desbarajustes de las cofradías en días de cielos cárdenos.
Meritazo especial tuvo la salida de la Borriquita, ese cortejo de padres y niños que merece ser contemplado al completo. Es único. Todos hubiéramos entendido que el cortejo infantil se quedara dentro. Pero salió a paso de mudá. Con su espléndido palmerón, su barco de oro, sus manos infantiles que reparten estampas y caramelos sin necesidad de que se les pida. Las chaquetas de los papás llegaron con los pintas de barro en los hombros. Como los cascos de la banda del Sol. Como los uniformes de la Agrupación Virgen de los Reyes de Jesús Despojado. Como las sillas de Quidiello a las que era recomendable pasar un pañuelo antes de sentarse. Eran manchas minúsculas de barro como si fueran pequeños chorreones de cera tiniebla. Hemos visto a las cofradías desafiar regímenes políticos adversos, soportar pandemias, desafiar a la lluvia y ahora... al mismo barro. Hasta expertos ha habido que han advertido de los efectos del barro en las imágenes sagradas. ¡No asusten tanto, por favor! Aquí todo el mundo habla de lo "suyo" a la primera ocasión, aunque sea de forma preventiva.
El arzobispo Saiz tiene claro que quiere vivir intensamente la Semana Santa, como ya hizo el año pasado. Mucha visita matinal, mucho palquillo, muchas redes sociales y mucha sonrisa. Don José Ángel se apoya en las cofradías. Sin complejos, con el criterio claro y con esa expresión de júbilo continuo que evoca a Juan XXIII. Este es el gran año cofradiero con la Magna del 8 de diciembre.
La carrera oficial tiene unas líneas rojas que quienes primero no las respetan son los integrantes de los cortejos cuando, por ejemplo, los músicos forman de cinco en cinco. Es imposible. Es el anual ejercicio de convivencia. El aforo de la carrera no se llenó. Ni mucho menos. El balcón de Lopera, que falleció en su casa en la primera hora del Domingo de Ramos, estaba vacío y sin colgadura. Y el bar Catunambú, como anunciamos, cerrado por primera vez en muchos años. Dicen que no estaba garantizado el acceso de la clientela más numerosa, que no es la de los abonados de las sillas, y así no sería rentable la apertura de un establecimiento que tiene una clientela muy fiel (famosos son su café y sus calentitos) y que no puede acceder sin los preceptivos pases. El caso es que no hay bar abierto desde la confitería de la Campana hasta que se llega a la confitería Ochoa.
La tarde deja una gran lección: los pasos pueden andar con elegancia y sobriedad sin recrearse ni perder tiempo. Es una Semana Santa de alta velocidad que no chirría en absoluto. Una velocidad preventiva que seguro que agradece el gran sufridor del actual modelo de Semana Santa: el nazareno. Una Semana Santa que también tiene cosas muy positivas como la posibilidad de ser seguida no solo por radio, sino por varias cadenas de televisión. Hay una de las emisoras que entre sus publicidades tiene un tanatorio, modelo de confort. Hay quienes se saben los sofás y sillones de todas las estancias del tanatorio de memoria. Y esto no ha hecho más que empezar. Queda mucho todavía para la Canina y su cortejo de vanidades. Tenemos tanatorio para rato.
Llegaron nuevos carteles al bar La Candelaria de parte del mismo autor, Salustiano García. El pintor, conmovidos por el destrozo del cartel sufrido en la tarde del Jueves de Pasión, ha querido aportar un nuevo ejemplar, aunque ya hubo un sevillano que lo hizo el mismo Viernes de Dolores. Hoy, Lunes Santo, abre al púbico el Gran Café España de Ramón López de Tejada, el empresario que siempre ha tenido claro que Sevilla debe tener un establecimiento de primer nivel en el centro como en tiempos lo eran el Café Central, el Gran Britz o la Confitería La Española. Se fue un Domingo de Ramos extraño, raro, imprevisible en sus detalles. Llovió pero no sabemos aún si sirvió poco para el campo. Agua con barro, gotas tal vez inútiles, infructuosas, molestas, pero nada nuevo bajo el... bochorno. Todo esta escrito. Ni los dos años sin Semana Santa fueron una novedad en la historia. Antes de las ocho y media de la noche estaba todo recogido. Y era Domingo de Ramos.
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