Decíamos ayer...
Qué alegría que vuelva la polémica del orden de paso y los horarios de las cofradías del bendito Martes Santo
Y de pronto nos han contado la solución para el Martes de 2022. Y una hermandad se ha quejado del esfuerzo que tiene realizar, hay un recorrido que se alarga casi 350 metros más, otra que entrará en su templo a las tantas, hay bares que de pronto se ven ante el reto de asumir la clientela que generan dos cofradías que pasan por la puerta. Los sábados ya se forman pequeñas colas en la tienda de capirotes. En la tintorería hay túnicas que llevan tres años en el perchero. La dependienta nos hace una confesión: “Pues una señora que se llevó las túnicas en 2019 las trajo de nuevo en 2020 y en 2021 para que se las plancháramos de nuevo. Extraño, ¿verdad?”. Quizás hay gente que se ha puesto la túnica en casa y se ha dado un paso por el patio. También de pronto llega la fecha de entrega de la Saeta de Oro a Carlos Colón, un acto que se quedó pendiente cuando el mundo se paró aquel viernes de cuaresma...
El proceso de renovación de abonos y palcos se ha cumplido, Andrés Martín vuelve con las palmas rizadas, el arzobispo no para en sus visitas y recepciones, los altares de culto se alzan con cera generosa, hay repartos de papeletas de sitio que se organizan ya por la vía digital, leemos las recomendaciones de la autoridad sanitaria para los ensayos de costaleros, ya tenemos vídeos de los primeros ensayos con los hombres de abajo con sus mascarillas... Qué poco queda para que empiece el rosario de peticiones de entradas para el Pregón, las fotos de las primeras torrijas y esa agenda cuaresmal de las ocho de la tarde.
Decíamos ayer que el Señor de la Salud de Los Gitanos iba en andas hacia la Catedral con las Setas de fondo cuando España quedó clausurada. Tanto tiempo después ha sido una verdadera alegría leer los planes del Martes Santo, menuda lección de desescalada, normalidad o como prefieran llamarlo. ¿Y la maravilla que supone conocer poco a poco los nombres de las candidaturas que aspiran al Consejo? Da hasta miedo alegrarse no vaya a ser que de pronto se nos caiga todo de golpe. El Ayuntamiento ya ha celebrado la primera gran reunión sobre la seguridad en la Semana Santa. ¡Es verdad! La película la habíamos dejado con el anuncio del estreno de los drones para 2020, cuando el verdadero estreno fue entonces el de un doloroso vacío. ¿Habrá Ley Seca este año? ¿Y la megafonía? ¿Aumentará el número de cámaras de videovigilancia? ¿Y aquel sistema de encendido rápido del alumbrado público?
Tal vez veamos pasos con los faldones levantados o directamente sin faldones. El Consejo compra miles de tests para los costaleros. ¿Los acólitos y servidores tendrán que llevar mascarillas? Poco a poco, lentamente, la ciudad entra en la horma de un tiempo que pudiera ser como el de toda la vida, con su agenda de cultos, sus polémicas, sus tertulias, sus presentaciones de carteles, conciertos... La ilusión por la rutina recuperada.
El amor de Fernando Salas por el Calvario y la Semana Santa
Hay una serie de cofrades que deberían ser conocidos por todos los miembros de grupos jóvenes. Por su amor a la Semana Santa, su estilo personal y el compromiso con su cofradía. Esos cofrades que se identifican al cien por cien con su hermandad, que tienen una vida que gira en torno a su trabajo, su familia y la corporación que es prolongación de la familia. Esos señores que procuraron que sus hijos aprendieran a amar también la Semana Santa en general y una hermandad en particular. Y que lo hicieron no solo apuntando a sus hijos a la cofradía, sino llevándolos a los cultos, enseñándolos a ver cofradías, a manejarse en una bulla, a no molestar a un nazareno, a callejear en los días complicados, a asumir las tardes de lluvia... Ha muerto Fernando Salas Arce, hermano del Calvario. Si las cofradías son las imágenes sagradas y las personas, para muchos el Calvario era y es la hermandad de los Salas. De Fernando y su mujer, de sus hijos. Tuvo que ser hermano mayor de forma repentina en el final de la cuaresma de 2009 en un claro acto de servicio y generosidad porque las circunstancias así lo exigieron. Dio el paso y presidió la cofradía el tiempo que fue necesario. Si le hubieran pedido cualquier otra encomienda, seguro que hubiera estado dispuesto, porque el Calvario lo era todo para él y su familia. Una de las primeras cosas que tuvo que hacer como hermano mayor –supongo que en esos momentos en funciones– fue darle la charla a los hermanos que hacían la estación de penitencia por primera vez. Hoy lo veo del brazo de su mujer camino de la Magdalena como lo veía en el grupo de padres del colegio San Diego que promovían el pasito de la cruz de mayo. Releo el precioso artículo que Loli, su mujer, firmó en el boletín de la hermandad cuando contaba la hermosa experiencia de ver salir juntos a tantos nazarenos del Calvario (Fernando padre y Fernando hijo, Diego, Paco y Ramón). Seguro que don Fernando Salas se ha presentado en el cielo con las alpargatas bien calzadas. “¿Sabe usted? Llevamos alpargatas por los problemas económicos tras la Guerra, por pura humildad, como las hermanas de la Cruz”, me contó en su casa otro grande del Calvario ya que perdimos, Antonio de la Oliva Farfán, pocos tiempo antes de morir. Seguro que no ha dicho a las puertas del paraíso que ha sido hermano mayor ni nada de eso. Seguro que simplemente habrá explicado que ha dejado este mundo como el hermano número ocho. No cabe mayor honor además de haber dejado como legado a sus hijos el amor por la Semana Santa. Brille para él la luz perpetua de esas amanecidas de óleo que el cielo regala cuando se despide el palio de cajón de la Virgen de la Presentación.
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